Juan Cruz y Ezequiel son amigos desde pequeños. Su amistad es inquebrantable y se complementan a la perfección. Sin embargo, cuando una tarde de verano un camión de mudanza se detiene en su barrio, las cosas toman un drástico giro: Coni será la nuev...
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Hace un par de semanas que Zeke lleva saliendo con la nueva chica; él suena bastante entusiasmado cada vez que habla de Celeste.
"Que Celeste tuvo una noche difícil en la guardia. Que Celeste es de Chascomús. Que a Celeste le gustan las películas de Terminator..."
Que Celeste, Celeste y más Celeste.
Odio pensar en cuánto me molesta escuchar su nombre y todos los atributos que lo acompañan.
Odio pensar en que pueda ser la indicada.
Odio darme cuenta de que soy una pésima amiga; él ha estado desde tiempos inmemorables junto a mí, escuchando mis lamentos, soportando mis desavenencias con Juan Cruz.
Él estuvo a mi lado después de perder a mi bebé.
Odio sentirme celosa.
Odio haber descubierto que es la misma chica que vi en su taller el día que fui a llevarle las croquetas de verdura.
¿Estarían juntos desde antes de que tuviéramos sexo? La idea me repugna y la bloqueo de mi cabeza.
La clase de Morfología termina y estoy dispersa. Mi cuaderno de apuntes ha quedado en blanco y gruño suplicando que el profesor Sayam no haya explicado nada relevante.
Estamos en época de parciales y me lamento con anticipación; es más que probable que haya despejado todas las dudas sobre el próximo examen y que yo haya viajado a la luna de Valencia, ida y vuelta, tres veces.
Bajo las escaleras de la facultad a toda prisa con la ilusión de ver la moto de Eze y a su dueño. Nada de eso sucede; es lógico, ahora tiene a quien ir a buscar por las noches.
A quien caliente su cama.
A quien le lleve el almuerzo y llene su agenda de fin de semana.
Una vez en casa, prendo la PC y abro el MSN. La pestaña de diálogo que ayer mantuve con Juani sigue abierta. Él figura como desconectado; hemos hablado hasta tarde. Nos mandamos algunas fotos subidas de tono y disfrutamos descubriendo que la conexión entre ambos sigue estando allí. Intacta.
Puede que las relaciones muten, se acomoden, pero continúan vigentes.
Me pongo mis pantalones de jogging y un buzo más grueso sobre la remera desgastada de Evanescense. Comienzo a remarcar mis apuntes con fibrón fluorescente, para cuando el ruido de un nuevo mensaje me saca de contexto.
Me acerco a la computadora y mi corazón aletea cuando veo que es Zeke.
ZekeMZ: Hola, extraña.
Muero por decirle que la distancia es la misma en ambas direcciones, pero no arranco con una batalla dialéctica que no podré sostener.