Cuando llegué a casa después de tomar la chocolatada con vainillas, toda mi emoción hizo ¡plop! ya que Josefina y mamá estaban gritándose, discutiendo como en un día normal.
Odiaba que se gritaran.
―¡Conque ahí estás! ―Mamá me agarró del brazo y me arrastró por el comedor. Me tropecé varias veces con mis propios pies.
―¡Auch!¡Soltáme! Me duele ―las lágrimas empezaron a brotar de mis ojos. Porque las uñas de mamá se clavaban en mi carne.
―¿Dónde estabas, nena? Me comí un sermón horrible por tu culpa ―Genial, a la agresión de mamá se sumaba la protesta de mi hermana.
―Estaba enfrente, en la casa de mi nuevo amigo.
―¿Otro amigo?
―Sí, Juani. Es amigo de Ezequiel, el chico que vino ayer.
Me froté el brazo, con las marcas rojas de los dedos de mamá.
―¿Y no se te ocurrió avisarme? ―me pregunta, furiosa.
―Les dije, pero ninguna me escuchó.
―¿No se te ocurrió decírmelo en la cara si viste que no respondimos? ―Mamá estaba desbordada. Nunca se caracterizó por tener mucha paciencia, pero supongo que haber sido engañada por papá no resulta fácil. Criar dos chicas por su cuenta, tampoco.
―No ―siento que las mejillas se me ponen rojas.
―Estás castigada.
―¿Qué?¡No! ―mi quejido casi rompe las ventanas.
―Lo que escuchaste. ¡Te vas ya mismo a la habitación! ―la severidad en la voz de mamá me asustó. Bajé la cabeza, limpié mis lágrimas y me fui a la cama. Me hundí en la almohada, preguntándome cómo era posible que un día tan bueno se convirtiera en uno de los peores.
***
Los días pasaron y los chicos me invitaron cada tarde en que jugaban juntos. A nuestra pandilla, como me gustaba llamarnos, se le sumaban los nietos de una de nuestras vecinas, completando el grupo.
Durante estas vacaciones descubrí que Juan Cruz juega muy bien al fútbol y que quedó en un club que está cerca de la cancha de River. Bueno, no tan cerca, pero de a poco me voy ubicando en el mapa de Buenos Aires.
Por suerte encontré mi malla y me sumé a Juani y Zeke en la pileta.
También conocí al papá de ambos; mientras que Bernardo Veraglia es un tipo alto, serio y muy pintón, siempre de traje y bien arreglado, el padre de Zeke no se le parece en nada. Es alto, grandote, con una barba de papá Noel que me asusta un poco y que viste pantalones caqui con bolsillos a los costados y remeras descoloridas.
Cuando pregunté a Ezequiel por su mamá no me quiso hablar mucho, solo que se había ido hace casi un año y no la volvió a ver.
Ese día lo abracé fuerte. Muy fuerte.
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"Algo más" -Completa-
RomansaJuan Cruz y Ezequiel son amigos desde pequeños. Su amistad es inquebrantable y se complementan a la perfección. Sin embargo, cuando una tarde de verano un camión de mudanza se detiene en su barrio, las cosas toman un drástico giro: Coni será la nuev...