Juan Cruz y Ezequiel son amigos desde pequeños. Su amistad es inquebrantable y se complementan a la perfección. Sin embargo, cuando una tarde de verano un camión de mudanza se detiene en su barrio, las cosas toman un drástico giro: Coni será la nuev...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Me cruzo la corbata frente al espejo y me frustro al ver que fallo miserablemente una y otra vez cuando trato de que me queden los lazos parejos y el nudo bien hecho.
Tironeo hacia abajo y vuelvo a empezar en un bufido constante.
―Nadie sospecharía que no tenés ganas de ir ―La voz de papá y su reflejo en el espejo del placard me arrancan una sonrisa forzada.
―¿Viniste a leerme la mente o qué? ―Bromeo con él. Papá ha mejorado bastante durante estos últimos meses, sobre todo, después de una droga experimental que su doctor de cabecera le aconsejó.
Perdido por perdido...
Obligándose a caminar con el bastón y mi ayuda, toma asiento en el extremo de la cama. Se limpia el sudor de su frente y tose en su pañuelo de tela.
―Vengo a ver si vas a ponerte los pantalones de hombre o vas a seguir jugando a ser un boludo. ―Acusa, sin medias tintas.
―Gracias por tu inyección de buena onda, es justo lo que necesito en este momento ―le palmeo el muslo y continúo luchando con el lazo negro que pretendo que se transforme en una corbata por arte de magia.
―¿Por qué no te dejás de joder y le decís que la amás? ―Larga, como si fuera fácil.
Mis hombros bajan y mi intento número mil de anudar el lazo vuelve a quedar trunco. Mi papá no está ayudando a calmar mis nervios.
Muerdo mi labio en actitud derrotada. Honestamente, es justo como me siento. Derrotado, sin alma, perdido.
El jueves no fui al casamiento por civil; me escudé en que tenía mucho trabajo y presión para entregarlo. Si bien no era mentira, tampoco una verdad exclusiva; podría haber ajustado mis horarios para estar presente – al menos – para arrojarles arroz por la cabeza y posar para alguna que otra foto.
No lo hice, por supuesto.
¿Hoy? Hoy no puedo zafar de asistir a la fiesta, mucho menos cuando ya evité ir a la iglesia, anteponiendo mi poca adhesión a las cuestiones religiosas.
―Voy a decirle a Julia que deje de ponerte las novelas de la tarde. No se usa eso de abrir las puertas de la iglesia e interrumpir en las bodas. Además, ya se casaron por civil y por iglesia. Yo solo estoy yendo a chupar y a comer gratis. ―Julia es la enfermera que está cuidándolo a medio tiempo, una mujer parlanchina y eficiente al 100%.
―Vas a verla bailar el vals, sonreír a su esposo, cortar la torta juntos, arrojar el ramo y el tonto ritual de la liga.
―De eso se trata una fiesta de casamiento ,¿no?
―¿Por qué nunca fuiste claro con respecto a lo que sentías?
Esa pregunta no me es esquiva; se ha instalado en mi cerebro durante años y siempre caí en la misma respuesta, la que no le oculto.