Juan Cruz y Ezequiel son amigos desde pequeños. Su amistad es inquebrantable y se complementan a la perfección. Sin embargo, cuando una tarde de verano un camión de mudanza se detiene en su barrio, las cosas toman un drástico giro: Coni será la nuev...
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Zeke se queda inmóvil, con la boca entreabierta y rostro de sorpresa.
―Estoy embarazada y obviamente, no fue buscado. Fue un accidente.
―¡Mierda! ―expresa después de un rato de mantenerse en la luna de Valencia.
―Lo mismo dije cuando vi las rayitas del Evatest.
―No puedo creerlo.
―Yo tampoco. Hubo lágrimas, pataleo, millones de regaños de parte de mi madre...
―Waw...felicitaciones...es que...¡Waw! No puedo creerlo ―su sonrisa no sale completa. Está claramente conmocionado y no es para menos.
―Gracias, yo tampoco. ―Me acomodo un mechón de cabello detrás de la oreja para cuando se pone de pie y viene hacia mí dispuesto a abrazarme.
Inspiro profundo, concentrándome en el aroma a chocolate de su remera descuidada, en la cálida sensación de no sentirme juzgada. Extrañaba esto.
―No sé por qué intuyo que Juani no se lo habrá tomado muy bien.
―Nadie con diecisiete años podría, Zeke. Somos dos pendejos inmaduros a los que se les rompió el forro. ―Él traga, probablemente incómodo con el detalle íntimo ―. Perdón por mi crudeza.
―No te hagas problema, pasa.
―¿Te pasó? ―la pregunta sale como un misil antes de que mi cabeza sea capaz de frenarla ―. No respondas, no es necesario. Disculpáme ―mis palabras tropiezan y él se ríe. Bueno, no la cagué del todo.
―No, no me pasó. Pero sé que puede pasar ―Asume.
―La cuestión es que Juani no quiso...no quería...ya sabés...
―¿No quería que lo tuvieras? ―ruge, desorientándome.
―En realidad, no lo dijo explícitamente, pero empezó a enumerar todo lo que aún nos queda por delante y cuánto arruinaría nuestros planes de elegir tenerlo.
―Qué pelotudo ―Arrastra su cabello largo hacia atrás, molesto.
―Zeke, tener un bebé no nos presenta un panorama alentador; estamos terminando la secundaria, yo me quiero anotar en la facultad y él tiene una carrera prometedora como jugador de fútbol. Un hijo no encaja muy bien en esta situación.
―Coni, es un bebé. Es parte de los dos. Aunque haya sido concebido por error, o sin haberlo buscado, pero es tu hijo. Los actos tienen consecuencias y hay que hacerse cargo de eso.
Su discurso carece de bordes suaves. Es real, directo al hueso.
―No todos reaccionan de la misma manera, Zeke. Además, tampoco es que dijera algo descabellado.
Él menea su cabeza, negando, mirando hacia abajo.
―Es tu novio, tu puto novio...―masculla más para sí que para mí. Ignoro qué quiere decir y lo dejo pasar.