45

113 36 32
                                    

 Estoy hecha un ovillo en la cama y en el puño derecho, sobre el que descansa mi mejilla, guardo un pañuelo descartable hecho un bollito húmedo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 Estoy hecha un ovillo en la cama y en el puño derecho, sobre el que descansa mi mejilla, guardo un pañuelo descartable hecho un bollito húmedo.

Hace más de seis horas que Juani me dejó sola, con mi cabeza hecha un revuelo y con dolor de barriga. No comí, apenas bebí un té antes de irme a acostar.

Chau pollo con crostita dorada y papas crujientes.

Automáticamente llevo la mano que no presiona mi cuerpo hacia mi vientre plano; saber que allí crece el bebé que tanto anhelé me consuela. Un bebé planeado, aunque ahora su padre esté dando vueltas quién sabe adónde.

No ha respondido ninguno de los cinco mensajes que le dejé. Mucho menos las dos llamadas que le hice, confinadas al buzón de voz.

Me muerdo el labio reprochándomelo todo.

El "yo sabía que no cambiaría" es un arma demasiada tentadora por dispararme en la cabeza. Está ahí, perfecta para accionarse. Es un pensamiento recurrente que intoxicó mi cabeza apenas lo vi salir corriendo del departamento en busca de una claridad mental que todavía no comprendo.

Sorbo mi nariz, ardida por la cantidad de veces que me la refregué para sonarla y limpiarla.

En algún tramo de la madrugada me despierto al sentir que el colchón se hunde a mi lado. Abro los ojos sin darme la vuelta, observando el reflejo que el espejo del placard me devuelve.

No giro. Casi que ni respiro.

Las sábanas crujen a mi alrededor y el cuerpo caliente de Juani adopta la curva que forma mi columna doblada, forzando una posición de cuchara. No me muevo.

Dejo que él sea quien domine la situación.

No tengo fuerzas para preguntarle por qué me dejó, qué es lo que le pasa por la cabeza, mucho menos discutir por los absurdos pretextos que pondrá. Porque eso es lo que creo que son a estas alturas, pretextos.

No se fue por cinco minutos. ¡Pasaron más de seis putas horas!

Su aliento cerca de mi oreja se desplaza por mi nariz cuando me pide perdón. Supongo que apeló al exagerado olor mentolado de la pasta dental para tapar lo que habrán sido unas cuantas cervezas.

Su mano se cuela bajo las mantas y se estabiliza sobre la mía, la cual no ha abandonado la zona de mi útero.

―Soy un imbécil, un inmaduro. Un idiota con mayúscula. Lo sé ―murmura acongojado. Trago y respiro profundo, indicándole sin palabras que estoy escuchando sus disculpas ―. Me asusté. No...no pensé que todo se daría así de rápido. Pensé que tendríamos más tiempo a solas antes de que venga el bebé ―muevo mi cabeza, luego mi cuerpo, hasta voltearme por completo.

Juani enfoca sus ojos en los míos, hinchados y adormecidos. Mis manos acunan su perfecto y angustiado rostro.

―Yo también estaba asustada. ¡Sigo estándolo! ―Me quejo, sin fuerzas pero con énfasis.

"Algo más" -Completa-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora