Juan Cruz y Ezequiel son amigos desde pequeños. Su amistad es inquebrantable y se complementan a la perfección. Sin embargo, cuando una tarde de verano un camión de mudanza se detiene en su barrio, las cosas toman un drástico giro: Coni será la nuev...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Aflojo mi contacto con disimulo y giro a 45°, quedando de frente al mostrador.
―¿Elegiste alguno? En 5 minutos Cristian ya está disponible.
―Genial. Y sí, elegí este. ―Clava su dedo en el cristal, dejando la marca.
Karina abre la puerta de vidrio y saca la bandeja afelpada con cada modelo de perforadores; yo veo con precisión qué eligió: un bonito y delicado piercing de acero largo, con un colgante en forma de flor de un lado y una mariposa del otro, decorado con diminutos cristales incrustados.
―Es todavía más hermoso de lo que se lo veía detrás del vidrio ―lo toma en la mano como si se tratase de una gran joya.
―Es uno de los más caros que tenemos, cabe aclarar ―apunta Karina.
―No me importa, quedé enamorada de este.
―Entonces, no hay que dejarlo escapar ―Karina replica divertida, sin conocer la implicancia y profundidad de esas palabras tanto para Coni como para mí.
Si afectó a mi amiga, no lo puedo distinguir. Evidentemente, su estadía en Europa ha moldeado su capacidad de enmascarar sus sentimientos.
Puntual, Cristian sale de su box y me saluda con un gran apretón de manos. Cuando gira para ver a su próxima clienta, o sea Coni, sus cejas se elevan.
―Cris, ella es mi amiga Coni.
Se saludan con un beso en la mejilla y él le indica que pase al cubículo dos.
Antes de marcharse, Cristian intenta analizarme con sus agudos ojos.
―Dale, andá a hacer tu laburo, vos. ―le respondo sin responder.
Karina regresa después de unos segundos de estar acondicionando el lugar de trabajo de Cristian; yo me quedo en el salón a pesar de que mis pies pican por correr junto a Coni.
―Ella está casada, ¿no? ―La pregunta me sorprende viniendo de Karina. No somos amigos y más que una relación cordial cuando vengo acá o de alguna charla liviana en el bar de Jonás, no tenemos.
―Sí. Nos conocemos desde la primaria. Su marido es mi mejor amigo también ―intento poner mi cara de póker, la que me ha llevado a ganar unos buenos mangos algún que otro viernes en la casa de Quiquito.
―Oh, peor entonces. ―Teclea en su computadora, sin dirigirme la mirada.
―¿Disculpáme?
―Digo, ver a tu mejor amiga, a quien adorás en secreto, casarse con tu mejor amigo. Típico de novela de la tarde ―No sé si disfruta de ver mi desdicha o es una pequeña venganza por no darle bola. Inspiro profundo y tuerzo la boca, conteniendo cualquier respuesta que no merece ni tengo por qué dar.
Mis dedos están aferrados a su mostrador, tensos. Ella gira sus ojos y al verme tan serio, afloja su conducta.
―Uy, Zeke, perdón...en serio...lo tiré tipo en broma...no pensé que te afectaría. Siempre estás tan recto, tan imperturbable que...