Juan Cruz y Ezequiel son amigos desde pequeños. Su amistad es inquebrantable y se complementan a la perfección. Sin embargo, cuando una tarde de verano un camión de mudanza se detiene en su barrio, las cosas toman un drástico giro: Coni será la nuev...
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―¿Y?¿Qué pensás? ―Evidentemente, lo mío no es el arte adivinatorio. Por un lado, agradezco que lo que me acaba de contar nada tiene que ver con el hecho de encontrarse con otro chico. Confirmando que con quien hablaba era el primo homosexual de Facundo, me tranquiliza, aunque lo que me arrancó una tos de sorpresa que casi me mata fue que él le estaba preguntando por mi estado civil.
Y de ahí las risas que vi en su carita hermosa.
Después de una simpática descripción de los hechos y de decirle que yo no era homosexual sino su amigo de toda la vida – escucharlo de su boca era algo que me molestaba cada vez más conforme pasaban los meses -, pasó al tema que la tenía ansiosa y hablando a velocidad supersónica: estaba analizando la posibilidad de mudarse con Julieta, su compañera de facultad.
Lo que suponía un plan beneficioso para ella – estar más cerca de la universidad y de su trabajo – significaba que una tragedia para mí.
Ya no me acompañaría los sábados a hacer la compra en el supermercado chino de la vuelta de mi casa antes de que se fuera a trabajar al bar, ni podría venir corriendo cuando estuviera mal y necesitara una oreja en la cual confesarse.
Por mi parte, puse en consideración -una vez más – el hecho de confesarle mi amor, lo que ella significaba para mí. Cuánto la había esperado.
Sin embargo, aunque quisiera, eso podría conllevar una mala reacción de su parte ya que seguía siendo (al menos en los "papeles") amigo de Juani y estaba lejos de las expectativas de novio ideal que albergaba en su mente.
A menudo entraba en el espiral de añoranza que implicaba ir al cine con Juani, los regalitos que él le hacía y las salidas en el auto que Bernardo le prestaba a su hijo. Yo no podía más que ofrecerle estadía en un departamentito minúsculo sobre un taller de carpintería, paseos baratos en una moto vieja y alguna que otra cena en McDonald's.
―Es una buena idea ―respondí respecto a su mudanza.
―¿Solo eso vas a decir? ―protesta mientras levanta los platos y los lleva a la pileta.
―Florida es una linda zona. Hay muchos colectivos y estaría cerca de la estación de tren. No me parece muy caro y si tiene dos habitaciones, es un ganar-ganar. Ninguna molestaría a la otra si quieren llevar a un chongo ―lo dije. Esa idea que rondaba en mi cabeza como un buitre buscando carroña, sale.
Coni gira su cuerpo, se cruza de brazos y me mira desde la cocina.
Bueno, no es que sea una cocina separada del comedor precisamente, pero dado que ella está parada frente a la mesada de granito donde está la pileta y el horno, se podría decir que clasifica como tal.
―¡Yo no llevaría a nadie!
―Eso lo decís ahora.
―No creo que esté con la cabeza o con el corazón dispuesto para el caso. No creo que esté lista para conocer a alguien nuevo―Confiesa, pensante.