Juan Cruz y Ezequiel son amigos desde pequeños. Su amistad es inquebrantable y se complementan a la perfección. Sin embargo, cuando una tarde de verano un camión de mudanza se detiene en su barrio, las cosas toman un drástico giro: Coni será la nuev...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Coni – 17 años
―¿Así? ―pregunta Juani, siempre pendiente de mí. Me gusta y me exaspera que no se libere.
Este último tiempo hemos aprovechado cada oportunidad para tener sexo. Es como si la fiesta donde debutamos hubiera levantado una barrera imaginaria de contención hormonal.
Sus caricias siempre terminaban en mis tetas o entre mis piernas. Sin embargo, no llegué a un orgasmo sino hasta hace una semana, cuando su pulgar descubrió dónde presionar y cómo.
Y eso se sintió tan pero tan bien.
Desde entonces, la búsqueda del placer, de correr el límite, poco a poco se transformó en un desafío. Tal como lo fue chupársela.
Al principio, ver su miembro en todo su esplendor me daba cierta aprehensión. Seamos honestos: un pene no es algo lindo de ver, por más maravillas que haga en el cuerpo de una chica. Siendo cuidadosa, seguí cada consejo que me impartió Juani acerca de lo que le gustaba.
"Más fricción acá, más fricción allá; no, ahí no. Sí, así está bien. Despacio. Más rápido. Un toquecito de dientes...", fueron pequeñas frases orientativas.
Con la práctica fui perfeccionado mi succión y los atragantamientos no son tan malos. Hasta ahora, él nunca quiso terminar en mi boca. Ver porno a escondidas fue...cómo decirlo...aleccionador.
―Sí, sí, así...―Jadeo subiendo y bajando de su regazo. Estamos en mi casa; mamá se fue a lo de su novio Fidel y Josefina estudia con unas amigas. O al menos eso dijo.
Espero que ningún vecino se esté quejando por mis gritos desenfadados ni por el tacatacataca que hace el respaldo de mi cama en la pared.
Cuando Juani explota, gruñe y sus molares crujen. Y es caliente ver el modo en que sus músculos faciales se desarman; me junta los pechos, los mordisquea sabiendo que se alejará de ellos, al menos por un rato, y me da un beso en la boca.
―La próxima quiero probarte ―Hace un par de días que venimos hablando sobre la posibilidad de hacerme un cunnilingus. Vimos que puede ser más que interesante y caliente, aunque me parece un poco vergonzoso.
No es que me la dé de inocente, pero hay cosas que no hemos podido probar y tengo cierta aprehensión al respecto.
Salgo de su montura y reboto contra el colchón. Me limpio con la toalla húmeda que dejé en una de las sillas cercanas viendo que hay más fluidos de los habituales y me visto, para cuando él se saca el preservativo, lo anuda como siempre y frunce el ceño.
―¿Qué pasa?
Empalidece casi de inmediato.
―Está...roto ―me muestra sus manos mojadas y el forro sin inflar.
―¿No estaba vencido?
―No, lo compré hace una semana ―responde en tono enojado.
Trago con un poco de desesperación, hasta que recuerdo que tomo píldoras anticonceptivas y respiro.