54

148 36 50
                                        

Seis meses después

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Seis meses después.

Le cubro la boca a Coni, haciendo que su fuerte gemido se atasque en mis dedos. A pesar de que le dije que no debíamos hacer ruido, ella se rebela; Enzo sigue pasándose a nuestra cama en mitad de la madrugada.

Hacer el amor con ella es mejor de lo que alguna vez pensé.

Haber formado una familia con ella, es aún más espectacular.

Después de delinear algunos límites en torno a lo que diríamos o no a Enzo, comenzamos a "salir" oficialmente. A veces, nos escabullíamos del taller para hacer "la chanchada" (como decía mi padre), en mi casa.

Eran rapiditos, pero no por eso menos eróticos.

Las cenas en su casa fueron una de las nuevas conductas que adoptamos para que Enzo se acostumbrara a mi presencia. Jugábamos en el patio de su casa los fines de semana y no faltó oportunidad de ir a buscarlo al jardín junto a su mamá.

Moría por decirle que era su papá de sangre, pero al mismo tiempo tenía que aceptar que al único que había conocido como tal, era a Juani. No quería echar mierda al hombre que lo crio, con sus defectos y virtudes, como propio. Puede que no le haya dado amor incondicional, pero lo había cuidado, lo había visto moverse dentro del vientre materno y había cortado su cordón. Le había cambiado los pañales y dado miles de mamaderas.

Yo no me sentía con derecho a mancillar esa imagen.

Cuando hace tres meses me pidió que le contara cuentos antes de acostarse, sentí que estábamos muy cerca de la meta. Era un trabajo diario, de paciencia y amor. Verlo me recordaba a su madre y no sé si era porque yo sabía que era su padre, que comencé a ver ciertos gestos parecidos a los míos.

Su rostro fue abandonando la redondez. El pequeño hoyuelo sobre su mejilla izquierda dijo presente. La forma en que fruncía el ceño y la boca cuando agarraba sus crayones, su terquedad eran tan similares a las mías...

Sí, es mi hijo.

―¿Zeke? ―Ya acostado en su camita con forma de cohete, una creación personal que me enorgullecí de llevar a cabo, me preguntó. Estaba acurrucado sobre mi pecho mientras le leía "Moby Dick".

―¿Sí? ―Ambos teníamos la voz somnolienta y aunque lo ideal era que no condujera hasta mi taller y me quedara a dormir aquí, Coni y yo evitábamos que me viera quedarme en su casa, por lo menos hasta que no tuviera cien por ciento claro el alcance de nuestro vínculo.

Si bien él había preguntado si éramos novios y le dijimos que sí, el riesgo porque nos sorprendiera infraganti no era negociable.

―¿Cómo era tu papá? ―Esa pregunta me despertó de golpe.

―Oh, bueno, mi papá era un hombre muy bueno. Valiente. Le gustaba ir a pescar. Era carpintero. Como yo. ―dije, sospechando el rumbo de la conversación.

"Algo más" -Completa-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora