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1° de Enero

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1° de Enero

A eso de la una de la mañana suena el teléfono del taller.

¿Quién mierda llama a esta hora?

Apenas terminé de brindar con mi viejo, mi tía Roxana y mis primos, subí a mi departamento. No estaba de ánimos para festejar nada: esta semana fue de terror. Aunque si soy preciso, desde mi cumpleaños que el fastidio me persigue.

En primer lugar, me estaba cansando de las provocaciones de Coni. Era injusto pensar que yo alguna vez podría aspirar a ser algo más que su amigo. El amor entre ella y Juani es estable, sólido. Envidiable. Se conocen a la perfección y eso explica la química brutal que se huele a su alrededor.

Se notaba a la legua que ambos se sentían muy a gusto con el otro y que en la cama no les iría mal.

Que bebiera del pico de mi botella no tenía sentido. ¿Para qué lo hizo? Lo único que consiguió es que tuviera que meterme en uno de los cubículos del baño masculino para masturbarme y aliviar la tensión sexual reprimida en mis bolas.

¡Carajo! Rememorar esa pollera blanca de jean con esa blusa verde estilo paisana que dejaba sus hombros al descubierto me había tenido babeando durante toda la noche; cuando terminé con mis asuntos y volví a la pista, mi sesión de besos con Tati ni siquiera me subió la temperatura.

Llegué a casa solo y con la necesidad de una segunda vuelta de autosatisfacción.

Mi vida se estaba deslizando por un peligroso precipicio. Por supuesto que apenas tengo veinte años; en mi interior, siento que tengo mil.

Hacerme cargo del negocio familiar con todo lo que eso significa y respaldar a mi padre, con su salud deteriorada, es mucho peso para la espalda de un joven de mi edad.

Bajo las escaleras en bóxer lo más rápido que me dan las piernas. Aunque el ventilador en mi departamento está puesto a toda velocidad, los veranos argentinos son húmedos y pegajosos.

―Hable ―Prácticamente gruño al teléfono. Detestaría que sea una broma pesada.

―¿Zeke? P-perdón por la hora ―me cuesta un segundo acomodar mi cerebro y caer en la cuenta de quién se trata.

―¿Coni?¿Pasó algo? ―No ignoro su titubeo ni su lamento tiñendo su voz.

―¿Estás solo? ―Parpadeo y miro el tubo del teléfono. Lo regreso a mi oreja a continuar con la conversación.

―Sí, estoy solo en mi departamento. No me asustes, ¿qué pasa?

―Necesito que nos veamos ―su falta de respuesta concreta me perturba. Aquieto mi ansiedad y propongo ir a buscarla a su casa ―. No, acá en casa están mi vieja, Fidel y Jose con su nuevo novio.

―¿Josefina está de novia? ¿En serio?

―Sí, sé que suena como un milagro navideño, pero no es de ella de quien te quiero hablar ―Respiro profundo y exhalo. Creo conocer al culpable de su creciente angustia y me quiero dar un puñetazo en la cara por ser tan idiota de imaginar que me necesitaba a mí, y no que me llama porque soy el candidato perfecto a unir sus pedazos rotos ―. ¿Puedo ir?

"Algo más" -Completa-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora