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Coni me estaba evitando y no existía modo de disfrazar la historia

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Coni me estaba evitando y no existía modo de disfrazar la historia.

Ya no había mudanza que sirviera como justificativo, ni los mocos de Enzo eran suficiente excusa porque yo sabía que lo estaba llevando al jardín.

En estas semanas, habíamos resuelto que pasara de dos a tres veces por semana por el taller para ordenar mis papeles, realizar los trámites bancarios como correspondía a cualquier negocio en actividad e hiciera las liquidaciones y depósitos de sueldo de los chicos. No había querido aceptar el humilde salario que podía ofrecerle, pero me puse firme y llegamos a una tregua digna.

Era buena negociando y me salvaba el culo que se ocupara de este mundo de números para el que yo era un desastre.

Como si fuera poca ayuda, estaba ocupándose de terminar mi sitio web y ambos estábamos muy entusiasmados con la idea de expandir el negocio.

Ya había tenido un par de encargos de muebles infantiles y el "de boca en boca" estaba funcionando más que bien; ultimar los detalles para crear una plataforma de venta, significaría un boom para el que debía estar mentalizado.

Sin embargo, habían pasado más de diez días de la última vez que vino a la carpintería. Las facturas se estaban acumulando y la gestión bancaria no era lo mío; lo había tenido que hacer antes, incluso reemplacé a una de las pasantes de contabilidad que había contratado a tiempo parcial hace unos meses, pero odiaba el mundo de las finanzas.

Mis dedos picaban por escribirle otro mensaje, por preguntarle nuevamente por qué me esquivaba. Sabía cómo era ella: le gustaba tener su espacio para pensar, que nadie la presionara ya que terminaba explotando como una olla a presión.

Y no era mi objetivo.

Que hubiera regresado a Buenos Aires, más precisamente a mi vida, puso mi mundo de cabeza. Otra vez. Me odiaba por ser tan vulnerable a ella. Era mi kriptonita, mi talón de Aquiles, mi punto débil y cualquier otra analogía que representara a un debilucho como yo.

Este tiempo fuera la había cambiado o, mejor dicho, la había golpeado. Aun así, cada veta de ella me impactaba más. Verla en el rol de madre, abnegada, cariñosa, siendo una "mamá osa" con todas las letras, me llenó el pecho de orgullo, de un amor inmenso que nada se parecía al que había sentido antes.

Coni era la mujer a la que siempre amaría, pese a que no estuviéramos juntos como pareja amorosa. Sería terrible no tener una oportunidad con ella, seguir congelado en el casillero de amigo eterno, pero ahora que estaba aquí, no podía no mantenerla a mi lado.

Patético o no, yo no concebía un mundo sin ella como compañera, sino como amiga.

Hasta el momento, no había intentado acercarme de modo romántico. Los invitaba a ella y a Enzo a comer a casa, como una dupla inquebrantable; todavía existían ocasiones en las que sollozaba por Juani. Una mezcla de reclamos, de añoranza, de dolor por haber dejado a su hijo sin padre.

"Algo más" -Completa-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora