Juan Cruz y Ezequiel son amigos desde pequeños. Su amistad es inquebrantable y se complementan a la perfección. Sin embargo, cuando una tarde de verano un camión de mudanza se detiene en su barrio, las cosas toman un drástico giro: Coni será la nuev...
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Patricio Martínez se ha quebrado la cadera.
Hace varios días que lleva en el hospital, ya que fue operado; sin embargo, eso no fue lo peor. Lo dramático fue la confirmación del diagnóstico que acompañó a esa lesión: estaba transitando la primera fase de un cáncer que estaba ramificándose.
Cuando Ezequiel me lo dijo, me quedé muda.
Él lo sospechaba, claro, porque lo que comenzó con una aparente artrosis se convirtió en algo más en poco tiempo. Los dolores intensos en el cuerpo, su extremo cansancio, poco apetito con el consiguiente descenso de peso, debilidad ósea...
Obviamente, ante este panorama, ni Zeke ni yo pudimos hablar con respecto al encuentro sexual que tuvimos. No era lógico mencionarlo en este contexto de tristeza y preocupación.
El lunes, al regresar a mi casa en cuanto él bajó a socorrer a su padre, fui directo a mi habitación. No fui capaz de hacer algo productivo en todo el día, ni siquiera la lista del supermercado.
Mis manos viajaron reiteradas veces a mis labios, rememorando sus besos y mordiscos. Con mis ojos cerrados, trasladé a mi mente las sensaciones surgidas con cada penetración.
El sexo con Ezequiel había sido estupendo; suave, salvaje, amoroso. Todo junto y todo separado.
Me encontré mojada y excitada al pensar en él, en sus tatuajes, en su pelo largo y húmedo pegado a la nuca a causa del sudor del sexo. Su miembro era grande, más ancho que largo y lo suficientemente hábil para hacerme llegar a lo más alto de mi placer personal.
¿Cómo haríamos de aquí en más?¿Cómo mirarnos sin tocarnos?¿O haríamos de cuenta que nada sucedió?¿Cómo encaja Juan Cruz en este asunto?
Estaba distanciada de él y a pesar de algunos mensajes perdidos, no había nada en concreto.
Varias veces lo vi conectado en el MSN y mis dedos picaron por un "¿cómo estás?" sin compromiso.
¿Habría estado saliendo con alguien?¿Sería española o extranjera?
Odiaba encontrarme en este dilema. Amaba a Juan Cruz. Él era el sinónimo de un amor adolescente, pueril, que se gestó a partir del más inocente de los amores: desde la amistad. Éramos una pareja que había sorteado su buena cuota de obstáculos, habíamos crecido juntos y estábamos separados por no poder compatibilizar nuestras vidas.
¿Tendría que haber intentado con mayor ahínco regresar con él?¿Tendría que haberle sido incondicional sin importar las consecuencias? ¿Debería haberlo acompañado a Zaragoza?
En las revistas y programas de chimentos, las historias de modelos y actrices en ascenso que dejaban sus vidas en suspenso y sus carrereas meteóricas de lado por seguir a sus esposos era moneda corriente. Fueron designadas "botineras" y la cuenta iba en alza día tras días.
¿Podría ser yo una de esas mujeres?¿Cuántas lo hacían por sentimiento y cuántas por dinero?