1. Los planes de Dios no son los de uno

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Hola! Gracias por haberte intersado en esta historia. 

Espero que disfrutes leer tanto como yo.

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- ¡Dios! tengo que terminar de acomodarme -

Pensaba Miranda al abrir la puerta de su nuevo apartamento y encontrarse el desorden monumental frente a ella.

Hasta hacia tres días, estaba viviendo con sus padres en Antigua Guatemala, una ciudad colonial, fuerte atractivo turístico de Guatemala por su historia, sus ruinas y sus paisajes rodeados de volcanes.

Antigua Guatemala está a unos 40 minutos de la capital, sin tráfico, pero podía tomar hasta dos horas en días de tráfico intenso. Y este tráfico intenso ya se estaba volviendo rutina, apareciendo al menos una vez a la semana.

Hasta hacía tres días, las horas en el tráfico eran compensadas por su deliciosa y calientita cena.
Su mamá tiene una sazón única, y eso sí que lo estaba extrañando.
No se puede tener todo en la vida y a veces hay que renunciar a algunas cosas para lograr otras.

Esas ¨otras¨ es el proyecto que tenía delante de ella.

Miranda Rincón, una joven de 27 años, graduada de la universidad de Princenton, New Jersey Estados Unidos; muy reconocida por sus programas en sicología, se había especializado en niños; psicología infantil para ponerlo más glamoroso.

Ese día, había firmado el contrato de alquiler de una casa enorme, a pocas cuadras de su apartamento.

Era el primer paso para iniciar el sueño de poner un preescolar.
La inversión es fuerte, pero tenía ya varios meses planificando.
Antes de alquilar la casa se hizo de todos los proveedores y cotizaciones que necesitaba para hacer un análisis detallado del mercado, la inversión, las entradas que necesitaba, las salidas que tendría, etc.

Estaba muy aliviada por haber dejado de sufrir por el tráfico, más ahora, enfrentaba otras situaciones como: la refrigeradora y la panza vacías.

Cerrando la puerta se encaminó al café de la esquina, que se llamaba muy acertadamente ¨La Esquina¨.

Si daban tarjeta de cliente frecuente, estaba a dos visitas de conseguirla, pues ya llevaba tres días en este predicamento de no ir a hacer una compra decente al super.

Luego de un sandwich de pavo y un relampago de manjar, de regreso en el edificio, se detuvo a segundos de presionar el botón del ascensor cuando escuchó que había música en el salón social.

Le llamó mucho la atención que parecía un ensayo, porque la música se detenía y volvía a iniciar. La voz que cantaba lo hacía muy bien, marcaba el tono a los instrumentos y cantaba a capela.

Se acercó al salón como atraída por imanes, la musica era una de sus debilidades.

Se asomó a la puerta y pudo ver que eran tres muchachos y dos chicas. 

Cada muchacho estaba tocando un instrumento; habia un bajo, una guitarra electrica y la bateria.  El chico que tocaba la batería, se le hacía muy conocido.

- ¡Claro! Julio Bracamontes - recordó en voz alta

Al escuchar su nombre, el muchacho volvió a ver

- ¿Miranda?, puchis ¿qué estás haciendo aquí? -

Levantándose y caminando hacia ella continuó - que gusto de verte - dijo con sincero entusiasmo, y llegando hasta ella la abrazó. 

Remiéndame el almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora