43. El drenaje

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Ambos volvieron a ver.  Miranda no pudo evitar posar su vista en el abultado vientre de ella.

- Felicitaciones – dijo Miranda con fingido entusiasmo señalando el vientre – Sebastian y yo – hizo una pausa – fuimos compañeros de la universidad.

- Te conseguí lo que me pediste mi amor – entró Luis Felipe a la escena y le entregó un vaso a Miranda – Me da mucha pena que no puedan seguir platicando, pero ya tenemos que irnos a otro evento. Miranda es demasiado cotizada.
Los que la conocen no la dejan ir – remató Luis Felipe viendo con furia en los ojos al tipo.

- Adiós Sebastian – dijo Miranda con un tono muy serio – Muchas felicidades – dijo a la mujer.

Luis Felipe tomó la helada mano de Miranda y la llevó a su carro, abrió la puerta del pasajero para que ella entrara y sin decir palabra llegaron al edificio. Entrando al elevador ella marcó el piso 20.

Llegando al apartamento de Luis Felipe ella subió a la terraza y se sentó en uno de los sillones.

Veía al horizonte con la mirada perdida rozando su dedo índice por debajo de su nariz, Luis Felipe la veía por el rabillo del ojo, respetando su silencio y acompañándola.

Ella pensaba en cómo Sebastian había seguido su vida. Cuanto había querido ser ella la que estuviera en lugar de esta mujer hace ocho años.

- Ocho años – susurró Miranda sin cambiar de posición, con la vista perdida, rozando el dedo bajo su nariz.

- El siguió su vida, ¿por qué detengo la mía? – pensaba para si – porque sos una mujer inservible – le respondía una voz interna.

- Es cierto, es por eso – susurró de nuevo.

Luis Felipe entendía que estaba teniendo una conversación con ella misma.
Era algo muy privado y no quería interrumpir.

Seguía en su conversación mental - este cobarde, inútil no tiene la culpa de lo que pasó. Simplemente es un cobarde y yo... yo no soy inservible, soy una mujer capaz de muchas cosas.

No tenés la culpa Sebastian, la tengo yo por inmadura, soñadora, por poner mi felicidad en manos de otra persona -

- ¿Te puedo invitar a un trago? Lo compré para ti – dijo mostrando una botella de cinzano y unas latas de aceitunas.

- Por favor – susurró ella

Entregándole la copa le dijo – Sos una mujer excepcional. Vales mucho. Nunca dudes eso –

Chocaron sus respectivos cristales y bebieron el contenido en silencio. Miranda sentía que algo se desarmaba dentro de ella.

Estaba perdiendo las fuerzas, no lo podía sostener más.

- A mi mamá no le gustaba cuando lloraba ¿sabes? Juan Fra me decía que odiaba cuando yo lloraba. Yo sentía que si lloraba no me iban a querer –

- Estoy seguro que eso jamás pasaría -

Se observaron un momento.

Miranda sentía como algo se rompía dentro de ella, pero no podía llorar delante de él.

Si lloraba, él ya no la apreciaría y no estaba lista para perderlo.

Acariciando su mejilla Luis Felipe siguió
- tampoco hará ninguna diferencia en lo que siento por ti -

- Ya me tengo que ir – alcanzó a decir antes que se le cerrara la garganta, tratando de huir para que no la viera llorar.

- Por favor no te vayas así – le suplicó

Remiéndame el almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora