4. El Finiquito

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- ¿Qué voy a hacer Miranda, DECIME QUE VOY A HACER? – se lamentaba al teléfono su prima - a estas alturas ¡¿dónde voy a conseguir violinista para la Misa?! – sollozos – ¡ya es el otro sábado!! – el llanto total.

- Nena, calmáte. Calmáte, mira: voy a ver en qué te puedo ayudar, no te preocupes -

Colgando la llamada, sonó el intercomunicador de su apartamento

- ¿Si, buenos días? -

- Señoooo, buenos días. La busca el licenciado Bautista - canturreó el recepcionista del edificio.

- ¿Quién? -

- El licenciado Bautista -

- No estoy esperando a nadie -

Se escuchó un murmullo - dice que viene de parte de don Luis Felipe Martínez para la firma de un finiquito -

- Luis Felipe .... ¡Así se llama! ....Que tal el dessssscarado.... Parece que no le quedó claro que yo no soy una muerta de hambre que le quiere sacar el dinero - pensaba Miranda

- Qué pase por favor -

A los pocos minutos tocaron a la puerta

- Buenos días doña Miranda, mucho gusto. Soy Hugo Bautista el abogado del señor Martinez, estoy aquí para-

- Ya se para que esta aquí – lo interrumpió - Permítame el documento -

Miranda estaba tan enfurecida que pensó romper el papel y tirárselo por la cara, pero de nuevo, que culpa tenían estas personas que trabajaban para gente tan desagradable.

Leyendo el documento, vio que no era nada del otro mundo, solo describía como había sido el accidente y que se estaban cubriendo todos los gastos derivados y que no podría reclamar nada sin la previa evaluación médica, que solamente el doctor Hurtarte podría dar la evaluación final para que se pagaran o reembolsaran los gastos y...

- ¿Quince mil quetzales? – dijo Miranda exaltada

-Eso es solo en caso de chantaje de su parte – aclaró el licenciado.

- ¿Con qué clase de gente trata esta familia? – murmuro ella sin dar crédito a lo que leía.

El abogado la observaba con cara de póker.

- Déjeme aquí el documento, lo voy a consultar con mi abogada y le informo si todo está bien o hay que cambiar algo -

-Doña Miranda, ¿será que se lo puedo enviar a su abogada por correo y podríamos tener una respuesta un poco más ágil? - preguntó el abogado.

Miranda lo fulminó con la Miranda – No tengo tiempo ahora de atenderlo, yo le informo -

- Pero doña Miranda, don Luis va a molestarse mucho, creo que es mejor...-

- Lamento que usted tenga temor de don Luis, pero yo no. Y si él quiere que firme el papel tendrá que esperar- dijo Miranda muy tajante mostrándole la puerta.

El licenciado viendo la determinación de Miranda, se despidió muy cortésmente y salió.

Miranda no tenía intención de consultar nada con su abogada, pero no quería darle gusto al hombre tan fácilmente. Al menos una disculpa se merecía.

Volviendo a pensar en la situación de su prima, vino a su mente Julio Bracamontes. ¿Cómo podría comunicarse con él?, seguramente el conocía a alguien que pudiera tocar el violín en la Misa de la boda de su prima, o mejor: él podría tocar.

Alrededor del mediodía, tocaron a su puerta más fuerte de lo necesario, su sospecha se confirmó al ver la misma silueta de espaldas que vio el día del accidente.

Abrió la puerta con el documento en la mano.

Luis Felipe la observó un poco más tiempo del necesario. Ella usaba shorts cortos. Del tipo muy corto para salir a la calle, pero la pierna que se dejaba ver completamente era digna de esos shorts, la otra estaba parcialmente tapada por la bota inmovilizadora que llegaba justo bajo la rodilla.

A Miranda le costaba cambiarse de ropa por lo que los shorts que se había puesto en la mañana no habían sido pensando en que tendría visitas.

- ¿Qué es lo que necesita cambiar? - dijo Luis Felipe en un tono muy seco, tratando de mantener la vista en sus ojos.

- Aquí esta su documento ya firmado, nada más quiero que me dé el número de teléfono de Julio –

- ¿Bracamontes? -

- No. Iglesias – dijo muy seria.

Luis Felipe trató de ocultar su sonrisa mientras buscaba en su teléfono el número de Julio.

Anotando el número, le agradeció y le cerró la puerta casi en la cara.

De inmediato llamó a Julio quien respondió muy contento luego que Miranda se presentó - ¡Que sorpresa! ¿Cómo conseguiste mi número? -

- Ya ves, una que usa sus recursos –

- En eso no cambias Millie-

Riendo Miranda siguió la conversación - Julito, necesito tu ayuda. Mi prima se casa el próximo sábado y el chavo que toca el violín aceptó una beca y se va. La dejó vendida. ¿Como están tus habilidades con el violín?-

- Millie, mi fuerte es la batería. Tú sabes que las cuerdas no se me dan. Pero si tengo un amigo que es buenísimo con el violín y la guitarra, pero que yo sepa nunca ha tocado en la Iglesia. Quizá arda solo con poner un pie dentro – rio Julio – pero, no te preocupes, a este mi amigo le caería bien un poco de agua bendita. Además, me debe un favor. ¿Cuándo podés ensayar? -

- ¡Cuanto antes! Dejáme hablar con el del órgano y la flauta y te confirmo -

- ¡Va! ¡Me contás! -

- No sabes cuánto te lo agradezco - dijo Miranda despidiéndose.

Remiéndame el almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora