Pasado el efecto de los analgésicos, el viernes en la tarde a Miranda le dolía muchísimo la mano donde la habían canalizado en el hospital. Preocupada pidió una cita para el sábado en la mañana y por suerte había espacio. Le conto a Lexi, quien se ofreció a llevarla.
- Pero nena, eso te lo tiene que pagar este tipo, le tenés que pasar las facturas – Insistía Lexi.
Miranda le contó que había firmado el documento, y que entonces no podía hacer mucho.
- Estoy segura de que lo metes al bote al muy desgraciado por hacerte firmar eso. Ay Millie, como firmaste. Había que esperar un poquito más, al rato se te complica también lo del pie -
- No. Primero Dios no. Además Lex: no quiero estar mendigando nada a gente como ese tipo –
- Nena, no es mendigar. Tiene que responder por TODO –
- Bueno ahora ya estuvo. Y te digo que prefiero pagar que volverle a ver la cara a ese hombre -
Luego de la consulta, le diagnosticaron una tromboflebitis.
- ¿UNA QUÉ? - Chilló Lexi cuando recibió la noticia.
- Es un coágulo e inflamación de la vena por los medicamentos que me pusieron cuando me canalizaron. Ahora que recuerdo si me dolió mucho cuando me lo pasaron, pero como estaba tan adolorida del pie... - Se encogió de hombros
- ¿Y entonces? - Pregunto Lexi
- Inmovilizador, compresas calientes y medicamentos-
- Ay no Millie, ¡no más! Me preocupa mucho como le vas a hacer -
- Pues no hago nada y me tomo los medicamentos, ¿qué voy a hacer? -
- Veníte conmigo a pasar el fin de semana –
- No amiga linda, de veras voy a estar bien. Te prometo que voy a descansar y me voy a recuperar rápido, ya vas a ver. Voy a pedir comida y le dejo los platos a la señora que venga el lunes a hacer todo lo de la casa. -
- ¿Segura? – insistía Lexi
-Absolutamente -
Suspirando Lexi se resignó a la decisión de su amiga. Compraron la medicina y la llevó a su apartamento, se aseguró que estuviera cómoda y que tuviera todo lo que necesitaba antes de irse.
Más tarde, una vez que Miranda había recogido un paquete en el lobby del edificio, se dirigió al ascensor. Cuando la puerta se abrió, no podía creer su mala suerte.
Aclaró su garganta - Buenos días – dijo entrando. No recibió respuesta - Muchas gracias por enviar a doña Gris a ayudarme y por enviarme el super – la educación ante todo pensaba Miranda.
Luis Felipe asintió apenas levantando la mirada de su teléfono.
¿Le dio mi mensaje doña Gris? - silencio absoluto- ¿de la factura del super? Para pagarle. -
No es necesario- dijo muy secamente.
Gracias- respondió Miranda ya un poco fastidiada.
- No tengo porque aguantar a este señor yo ya fui educada y agradecida- pensó. Afortunadamente se abrió la puerta del ascensor y Luis Felipe levantó la vista para ver en que piso estaban. Ahí notó el inmovilizador en la mano de Miranda.
- ¿Qué le pasó en la mano? - preguntó
– Nada que le interese – respondió sin volverse escuchando como se cerraban las puertas del ascensor.
Pasada una semana del accidente, Miranda fue a la consulta para revisión del esguince. Para su mala suerte necesitaba usar la bota una semana más. Tenía un fin de semana muy ocupado así que estaba bastante molesta.
Cuando salió para hacer los pagos, le explicaron que estaba todo pagado y que le habían hecho la devolución del dinero de la consulta y gastos por la tromboflebitis.
Miranda no entendía por qué – vino su esposo a solicitarnos esos cambios- respondió la cajera.
¿Mi esposo? – casi se atraganta al repetir estas palabras
Si, don... - hizo una pausa la cajera buscando el nombre - Luis Felipe Ma-
¡Ah si! ¡Ya! Bueno muchas gracias- interrumpió
Revisando su cuenta, efectivamente, no había deuda en la tarjeta de crédito.
Esssssse engreído, primero me hace firmar un documento en donde tengo que pagar quince mil quetzales si le vuelvo a pedir algo en relación con el accidente y luego me paga las consultas... lo que quiere de plano es hacer efectiva la multa. ¡CLAAAAARO! Que dessssgraciado, por eso me pago esto para que entonces parezca como que yo le estoy pidiendo dinero y estoy incumpliendo el acuerdo – pensaba Miranda.
A punto de combustión, Miranda llegó al pent-house y tocó llevando todo el dinero en efectivo metido en un sobre y un recibo para que firmara Luis Felipe. De esa forma no podría decir que le pagó las cosas pues ella le estaba dando el dinero.
- Buenas tardes – La saludó una mujer elegante en lo que calculó serian sus 40 años.
- Busco a Luis Felipe – dijo sin responder el saludo.
- ¿Luis? – dijo la mujer llamándolo. Cuando se asomó a la puerta ella atacó.
- No voy a caer en su juego – dijo extendiéndole la mano con el sobre – aquí está el dinero que pagó en el hospital. Firme este recibo –
-No me lo tiene que pagar. Esto es totalmente derivado del accidente, ya hablé-
-Usted me hizo firmar un documento. ¿O su intención es hacerme incumplirlo para luego cobrar la multa de quince mil quetzales? No soy tan tonta –
-Lamento discrepar – murmuró Luis Felipe
- ¿Perdón? -
-Digo, que no hay necesidad. Por favor. Esa no es mi intención. Honestamente yo puedo hacer los trámites para que lo pague el seguro de mi papá, es simplemente que no veo la necesidad que usted haga ese gasto -
La sinceridad en el tono de Luis Felipe casi la hizo sentir culpable
- ¿Para qué firmamos ese documento entonces? Todo esto no tiene buena pinta así que tome su dinero, firme aquí y estamos en paz-
-Miranda..-
-POR FAVOR FIRME - dijo ella muy firme.
Luis Felipe firmó el recibo y ella giró sobre sus talones alejándose hacia los ascensores.
- ¿Qué fue eso? – Preguntó la mujer en su apartamento con los ojos abiertos como platos.
-La mujer más loca que jamás vas a conocer – respondió Luis Felipe viendo el sobre y la cuenta que ella había hecho. Había dinero de más.
*****
El ensayo para la boda se arregló para esa semana. Había sido idea de Julio que fuera en el salón social del edificio, ante todo para facilidad de Miranda, con lo que ella quedó muy agradecida. Además, al violinista también le quedaba bien el lugar.
Se estaban acomodando los chicos de la flauta y el órgano, cuando se escuchó en tono muy animado – Buenaassss –
Miranda reconoció la voz. Suspirando profundamente se preparó para informarle que tenían el salón reservado por las siguientes horas, pero al volverse se borró la sonrisa fingida que había preparado.
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Remiéndame el alma
RomanceLas cicatrices que dejan las heridas de la vida son caminos que nos van guiando; de una u otra forma predisponen nuestro destino. Al darnos cuenta a donde llegamos cuando logramos sanarlas; recordar el momento que iniciaron ya no duele. Se agrade...