Capítulo 7: Osadía

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Aquella Mañana en Tashibana Tech, los tres becarios permanecían en silencio en la sala de juntas y se limitaban a tomar notas mientras Maia exponía un conjunto de diapositivas en la pantalla.

—Hace algunos años—explicaba Maia—, los dispositivos eran ensamblados en Japón y aquí solo los recibíamos para su distribución, sin embargo, la programación cambio tanto para adaptarse al mercado norteamericano que ahora es prácticamente otro aparato, por lo que ahora los fabricamos aquí y por eso es que, si compran un teléfono de Tashibana Tech en Japón, incluso podrían no reconocerlo.

—Además de que—la interrumpió la voz de Mitzuru—, estaría en Japones.

Los tres chicos lo veían como si fuera un tigre, con una incomoda mezcla de admiración y miedo.

—Señor Tashibana—lo llamó Ian con cierto bochorno—, ¿qué hace aquí?

—Aquí trabajo—aclaró levantando los hombros. Como ninguno dijo nada, él retomó la palabra—. Deberían comenzar a reírse de los chistes de sus superiores.

—¿he? —preguntó Roberta confundida.

Mitzuru suspiro hastiado.

—¿Ustedes no eran cuatro?

—Elizabeth ya no trabajará más con nosotros—anunció Maia con cierto deje de orgullo.

—¿Y por qué será eso? —le preguntó con una sonrisa forzada.

—Le cuesta seguir los lineamientos de la empresa.

Aunque se mantuvo en silencio, por la presión que de pronto ejerció el aire sobre sus cuerpos, los becarios notaron que a Mitzuru no le gustó escuchar eso.

—Acompáñame a mi oficina, Maia—ordenó y se despidió de los chicos.

Maia respiro fuerte, les ordenó que la esperasen y siguió a Mitzuru.

—Sí, dígame—dijo Maia tras cerrar la puerta. Su porte se mantenía rígido, sin embargo, su voz remarcada evidenciaba su fastidio.

—¿Se puede saber con que derecho despediste a la chica que contraté? —reclamó.

—Con el derecho que me disté al ponerla a mi cargo.

—Tu cargo no te da el poder para hacer lo que quieras, mucho menos ignorar mi autoridad.

—¿Entonces yo no tengo autoridad?

—La tienes. Pero a ella la contraté yo. ¿No crees que al menos debiste consultarme antes de tomar una decisión absoluta?

—No estabas y su comportamiento no dictaba otra sanción.

—Espero que estes hablando de una falta laboral, Maia, porque si es algo personal...

—Ella me agredió—se defendió.

Mitzuru escupió una risa.

—Por dios, te llega al ombligo.

—Me arrojó contra la fuente ayer.

—¿Qué? —preguntó como si realmente no la hubiese escuchado.

—¿Qué se supone que debí hacer?, ¿permitir que me agrediese?, ¿a una superior? —Mitzuru volteó la cara —dime, ¿si hubiese despedido a Ian o a Roberta, también estarías refunfuñando por eso?, ¿no será que tú estás molesto por un asunto personal?

—Cuidado—devolvió la vista hacia ella y le habló con voz firme—, te estas pasando.

—¿Qué pasa? —rio con ironía—, ¿tenías planes para ella?, ¿te los eche a perder?

Costo y BeneficioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora