Capítulo 55: Todo por amor

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—Mitzuru—regañó Mei a su hijo como si se tratase de un adolescente, porque al igual que uno, no soltaba el maldito celular—, ¿piensas desayunar algo además del estrés?

—No—contestó tajante. Físicamente estaba sentado frente a ella, más no tenía intención alguna de verla—. El estrés es mi motor. Además —hizo una mueca confusa— ¿hiciste desayuno?

—¿No tenías mucama?

—Viene dos veces por semana y solo hace el aseo.

—¿Y la otra?

Mitzuru detuvo su tecleo, puso el celular en la mesa y la vio fijamente.

—¿Puedes parar con eso?

Hay un límite para las cosas que a las madres se les permite decir y Mei lo sabía, el tono tosco de su hijo no hizo más que confirmarle todo lo que ya sabía.

—No era importante, ¿verdad? —arrugó la nariz, pero no estaba bromeando en lo absoluto.

—Madre...

—Dijiste que no era importante en la fiesta de lanzamiento y luego vine y la encontré durmiendo en tu cama, viviendo en tu casa y alimentando a tus perros.

—Te lo dije, solo se estaba quedando unos días.

—Dijiste que no podías vivir con nadie—la fachada de su calma era tan falsa como la de Mitzuru—, pero la trajiste aquí. Tan cómoda estaba que solo apretó un botón para reproducir la música de Tylor Swift y los perros le coqueteaban en lugar de ladrarle. Además, ¿tú compraste cojines morados?

—Bueno, debería darte gusto, ¿no? —sonrió de manera condescendiente—Resulta que tenías razón.

—Excelente—replicó el gesto—. Ahora escoge a alguien aceptable.

—Sí. Puedo vivir con alguien —tomó la mano de Mei entre las suyas—, pero no quiero.

La soltó ante su tono estático y volvió a tomar el celular.

—¿Y dónde está viviendo ahora?, ¿la regresaste al sótano de sus padres o a la cloaca?

—Listo—se levantó de un solo movimiento—, me voy al trabajo.

Comenzó a andar hacia la puerta.

—¿Es el trabajo la razón por la que ves tanto ese teléfono? —lo detuvo en la entrada—. Que vergüenza, un hombre en sus treinta actuando como un adolescente enamorado.

Mitzuru ahogó una risa.

—¿Fui un adolescente? —se giró a ella sin ocultar su resentimiento—, no lo recuerdo, creo que estaba demasiado ocupado tratando de no estorbarte—. Mei abrió la boca, pero de ella no salió nada—. Recuerdo que fui un niño un rato, eso murió cuando te casaste y cuando iba a formar mi familia propia, tú te entrometiste. Y sí, sé que fue y no que fue tu culpa, pero también sé que al final, mi novia se mató.

"Así que, y lo estoy preguntando sinceramente, ¿qué te hace pensar que, en este punto, eres tú la persona indicada para decirme como vivir mi vida?

—Me suena a que eliges mujeres locas—levantó sus hombros sin culpa alguna.

—Aléjate de Elizabeth—sentenció con voz firme—. Es todo lo que diré sobre eso.

Mei no respondió, recogió el libro que tenía en la silla y procedió a leerlo. Mitzuru continuó su camino.

La realidad era que ella tenía razón, no revisaba el teléfono por asuntos del trabajo.

La noche anterior, Koyuki había ido a firmar el contrato, pero Elizabeth nunca subió. Mitzuru le preguntó si podían verse después del trabajo, ella dijo que se dormiría temprano pues estaba cansada. Le volvió a preguntar para verla en la mañana, no le daba ninguna respuesta. Él no podía entender la razón por la que estaría molesta, pero sin duda, lo estaba, el comportamiento distante no era habitual en ella.

Costo y BeneficioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora