Capítulo 24: Me gusta verte

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Adsorta en sí misma se encontraba Elizabeth detallando cada hebra del pelo del animal en su mural, para el cual había conseguido un tablón que pintó de blanco con el fin de evitar las quejas del casero, cuando el constante golpeteo en su puerta arruinó su concentración.

Realmente trató ignorarlo forzando su mente a concentrarse en la canción de Taylor Swift que reproducía la radio que le regalo Alika, pero el golpeteo volvió a importunarla.

Finalmente, debido a ese molesto ruido, terminó haciendo una línea diagonal con el gris, en lugar de la horizontal que planeó, por lo que dejo su pincel dentro del recipiente con agua.

Se drirdió a la puerta pensando que, si era Alika, ahora sí que la mataba. Hacía semanas que su musa no la visitaba y cuando por fin volvía ella, se la habían espantado.

—¿Quién es? —preguntó Elizabeth a regañadientes, la respuesta fue el silencio —¿Eres tú, Alika? —al no obtener otra respuesta que el hecho de que volviesen a golpear la puerta, el cuerpo de Elizabeth se tensó. La presión de la insistencia y la sensación de peligro que le produjó la orilló a tomar un cuchillo de la mesa a modo de defensa y a ubicarse más cerca de la ventana en el caso de que tuviese que salir corriendo, recordando entonces que no traía bajo la camisa nada más que sus calzoncillos de algodón—¡Vallase o llamo a la policía!

—¿La policía? —Respondió al fin la voz masculina—¿A este barrio viene la policía?

—¿Mitzuru? — se extrañó al reconocerlo.

Dejó el cuchillo en la mesa, maldijó el hecho de tener el cabello andrajoso, no estar usando maquillaje y tener manchas de pintura en la cara. Trató de acomodarse el cabello, pero ante la insistencia de los golpes abrió la puerta para encontrarse con una visión nunca antes vista.

Tashibana Mitzuru, despeinado, sin saco ni corbata y con la camisa arrugada, recargándose en el marco de su puerta como si le costara mantenerse de pie mientras sostenía una botella de wiski.

—Mi Eli—la saludó con un suspiro y una sonrisa ante la atónita expresión de Elizabeth, después se reincorporó para meterse al departamento sin invitación.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Eli cerrando la puerta detrás del paso de Mitzuru—. ¿Cómo entraste? No se permiten hombres en el edificio.

—Entre a la base de datos de la empresa y extraje tu dirección de tu expediente.

—Eso no responde ninguna de mis preguntas —mencionó percibiendo el tufo alcoholizado en el aliento de Mitzuru.

—Estaba en ese bar de ricos hablando con esa chica alta—Explicaba mientras trataba con torpeza de destapar la botella de sus manos.

—¿Hablando o coqueteando? —le interrumpió ella con los brazos cruzados.

—Fueron solo dos frases—se justificó.

—Siento que no era lo que buscabas.

—¿Crees que vendría a contarte si hubiera estado coqueteando? Estoy borracho, no soy imbécil—la lógica le desapareció el reproche a Eli—Me preguntó de dónde vengo.

—¿Y qué respondiste? —preguntó relajando el gesto mientras procedía a guardar sus pinceles.

—Le dije: Pearl Harbor— Elizabeth soltó entonces una carcajada. Mitzuru sonrió complacido y la señaló con el dedo—. ¿Ves? Esa es la reacción correcta. Eso u ofenderse.

—¿Estás buscando que te deporten?

—Aquí no deportan a los ricos.

—Claro—dijo tras torcer los labios—, nos preocupa el dinero que sale, no el que entra.

Costo y BeneficioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora