Aquella mañana Elizabeth se la había pasada metida en la cama como recuperándose de alguna enfermedad. La charla con Alika le había dado cierto alivio ante sus preocupaciones sin lograr ahuyentarlas del todo.
Le hubiese gustado el quedarse dormida un muy buen rato, al menos lo suficiente para olvidarse de todo solo por un momento, pero Morfeo no fue piadoso y dejó que sus miedos la atormentaran la noche entera.
Mientras los escasos rayos de sol que lograban colarse por su ventana le avisaban que ya se acercaba la media tarde, se resignó a que la paz era meta aun lejana para ella.
Se sostuvo el vientre y lo apretó ligeramente, sentía en el mismo una flacidez que antes no estaba ahí.
Se levantó con prisas y fue hasta el espejo roto de la pared, se recorrió la blusa y apretujo esa flacidez frente a su reflejo. No tenía en donde pesarse, no obstante, estaba segura de que había subido de peso.
Aunque, era pronto para culpar al embarazo, sin embargo, la verdadera razón radicaba en el hecho de que había dejado de seguir dietas, precisamente porque estaba embarazada.
Había visto tantos videos informativos y escuchado tantos testimonios al respecto que la atormentaba otra latente realidad. Nunca volvería a ser tan bonita como lo era en ese momento.
Mientras más avanzara su estado, más defectos le aparecían en el cuerpo. Al pensar en como el paño se había acumulado en el rostro de su padre a lo largo de los años y como todos le decían que era cosa de genética, se imaginó su propia cara cubierta de lo mismo y al recordar el como se ponía su madre medias para ocultar la celulitis, se la imagino en sus propias piernas.
No importaba que tanto se esforzara después de dar a luz, la mayoría de mujeres siempre decían que una no se recupera del todo. Además, se contorneó el abdomen con los dedos pensando en lo horribles que le parecían las cicatrices de cesárea.
Debía ir a ver al médico lo más pronto posible para preguntarle, ¿Qué tanto podía hacer para evitar tener una? Pero el medico también cuesta dinero. Volteó la cara solo para encontrarse con la nota roja que yacía sobre la mesa como un constante recordatorio de que el tiempo era su principal enemigo.
De la avalancha de emociones negativas que se acumulaban en su garganta le sobresalió la ira. No era justo. En el complicado proceso de la concepción y el sacrificio que exige el milagro de la vida, ¿Por qué tenían que ser las mujeres, como en todo lo demás, quienes siempre se llevaban la peor parte?
Estaba enfada. Con ella misma, con dios, pero, sobre todo, estaba furiosa con Kiroshi y esa rabia le dio la suficiente seguridad para reafirmar su decisión de encontrarse con él.
Más que nada por una cuestión de orgullo, decidió que se adornaría de tal forma que él no pudiese ver en ella ni una grieta de debilidad. Así que se maquilló la cara, uno a uno se hizo los rulos del pelo para dejarlos caer en hondas suaves y se metió en un vestido entallado color negro como en ese ritual silencioso que comparten las chicas al encontrarse con sus exnovios y se calzó los Jimmy Cho que consideraba tener el derecho de portar.
No los había conseguido jugando sucio o a través de una reprochable manipulación, fueron un regalo que se tenía muy bien merecido.
Finalmente, se puso el único sombrero que tenía. Un golpe suerte encontrado en una venta de patio donde los precios no pasaban de un dólar que, si bien era demasiado grande y la forzaba a tomar el bolso perla para combinarlo con su atuendo, lo considero un gasto necesario para protegerse del sol.
Cuando terminó, aunque no estaba conforme con lo básico del conjunto, consideraba que, había logrado una imagen seria y moderna.
—Las chicas bonitas lucimos bien hasta con wallmart —se dijo en lo que sabía que era una auto palmada en la espalda.
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Costo y Beneficio
Romance"¿Por qué he de conformarme con su dinero, cuando podría tenerlo todo? " Abandona, quebrada y embarazada, una joven se ve gradualmente empujada hacia una relación carnal con su jefe a cambio de apoyo financiero, mismo que a su vez, rechaza la idea d...