Capítulo 65: Inconcedible

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—¿Te dijo eso? —preguntó Alika a Elizabeth mientras cenaban tras el trabajo en la terraza de la plaza para tener algo de privacidad.

Además de las llaves, Alika consiguió una alfombra para sentarse y Elizabeth llevo refrigerios para las dos.

—Así es—respondió tras morder su baguette—. Lo trataron tan mal durante toda su infancia y ahora cree que eso es lo normal—escupió con desdén.

—Es como cuando los negros se vuelven racistas.

—Encima él ni siquiera está molesto por eso, solo dice que así son las cosas y ya.

—Parece que tú estás suficientemente molesta por los dos.

—Pues sí, porque lo que le hicieron fue un robo. De haber sabido que todo el crédito sería para Hiashi, te aseguro que él ni siquiera hubiera implementado la aplicación. Seguro que, si no fuera un éxito, le echarían la culpa por todo a Mitzuru.

—¿Y su madre no dijo nada?

—Me da la sensación de que cuando Reiji dice algo, nadie se atreve a refutarlo.

—Por otro lado, viendo su departamento, me parece que gana demasiado bien como para arriesgarse a perder su puesto.

—Sí —admitió con una mueca torcida—. Él debe pensar lo mismo, por eso evita peleas que considera innecesarias—relajó el tono de su voz—. Pero, viendo como son los Tashibana, me preocupa un poco que mi hijo crezca en ese ambiente.

—¿Te preocupa el ambiente—cuestionó acusante—, o que el hombre que quieres como padre tenga ideas de ese ambiente?

—Nada se te escapa—afirmó con una sutil sonrisa—, ¿verdad, Alika?

—Pues... no te ofendas, pero creo que si estas en una posición en la que tienes que elegir entre lo que es mejor para tu hijo o para tu relación...

—Lo sé—se llevó las manos al vientre—. Este niño es lo más importante. No tengo dudas sobre eso.

—Primero asegura su futuro y después preocúpate por tu vida amorosa.

—Creo que ya lo aseguré—le mostró una foto en su celular.

—¿Qué es?

—Son las escrituras del departamento, están a mi nombre —sonrió Elizabeth.

Alika casi se atragantó con la sorpresa.

—¿Qué?, ¿enserio? —Eli asintió y Alika dejó escapar una carcajada —seis millones trescientos mil dólares.

—Así es.

—Lo conseguiste, Blondie —celebró más que la propia Elizabeth.

—Nunca te había visto tan feliz.

—Es que ya no uso coca —bromeó. Después se tranquilizó —Te felicito. De verdad pensé que no lo lograrías.

—Gracias —respondió dudosa.

—Todavía no entiendo como lo hiciste.

—Supongo que—obvió—, después de rechazar los dos millones de dólares que me ofrecía su madre por dejarlo, se dio cuenta de que no tiene por qué desconfiar de mí. Eso y cuando le mentí a la policía.

—¿Qué? —preguntó confundida.

—Sí. Vinieron a hacer preguntas sobre el día que estuvimos en casa de Mitzuru.

—¿Cuándo fue eso?

—Hace un par de días. Por cierto, dijimos que solo se fue un par de horas así que, si te preguntan a ti...

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