Roberta Gutiérrez estaba harta.
No es que le importara, pero le habían asignado una responsabilidad y a ella si se preocupaba por cumplir con sus responsabilidades en el trabajo.
No todas podemos ser futuras esposas trofeo ¿cierto?
A decir verdad, esa mañana estaba incluso emocionada, solo sería una semana, pero, sería la primera vez que tendría la oportunidad de mostrar sus habilidades de liderazgo en el trabajo, aunque solo fuera de un grupo de becarios.
Sin embargo, Elizabeth, esa mujer era un problema andante. ¿Era correcto llamarla mujer? Más bien actuaba como una niña.
Cualquiera con dos dedos de frente se hubiese dado cuenta de que no podía, simplemente, desaparecer de su lugar de trabajo antes de que le asignaran sus tareas.
Claro, seguro que sus actos no tendrían ninguna consecuencia para si misma ya que, como todos se habían dado cuenta, siempre salía impune de ellos.
Solo tenia que encerrarse media hora en la oficina con el C.E.O y se volvía intocable. Pero Roberta no empleaba esos métodos, por lo que, no obtenía ese tipo de privilegios.
Por el contrario, mujeres como Elizabeth exasperaban a Roberta. Su predisposición para venderse al mejor postor como si fuera un objeto en exhibición le parecía un retroceso en los derechos de las mujeres.
Estaba segura de que, de haber tenido la oportunidad, Alika hubiera elegido ser una mujer profesional e independiente como en la pretendía convertirse ella. En cambio, esa rubia, teniendo la oportunidad, elegía ser el accesorio de turno de uno de esos hombres ricos que cambian de mujeres más rápido que de reloj.
Mientras la buscaba puerta tras puerta, llamándola sin éxito como a un perro, Roberta recordó la visita previa que le había hecho a su hermana y como hablaron sobre Elizabeth.
—¿Limpiaste por aquí? —le preguntó tras observar que las bolsas de fritura que vio bajo el sofá la semana anterior, al fin habían desaparecido.
—Blondie lo hizo—le explicó Alika sin distraerse de dolblar la ropa.
—¿Blondie?
—Elizabeth.
—¿Elizabeth? —se sorprendió Roberta.
—Sí. Te dije que estuve enferma ¿no?
Una mentira blanca que Alika había usado para que su hermana no la fuese a ver en el estado en que se encontraba.
—Aja.
—Pues, ella vino y me ayudo a limpiar un poco. También estuvo trayendo algo de comida casera, incluso me hizo sopa de pollo —rio un poco al final.
—¿Por qué?
—Pues... —la confusión de Roberta se le contagió a Alika —, supongo que, eso hacen los blancos con sus amigos.
Roberta no lo entendía, Elizabeth no movía un dedo de más en el trabajo, pero, voluntariamente y a riesgo de contagiarse, había estado cuidando de Alika solo porque estaba enferma.
Por un breve instante, sintió algo de culpa respecto al hecho de que, Elizabeth parecía cuidar mejor de ella de lo que lo hacía Roberta.
No obstante, esa relación le seguía pareciendo de lo más extraña, siendo tan diferentes entre sí, no podía formular en su cabeza una situación en la que ambas hubieran decidido ser amigas.
Ignoraba en aquel entonces lo rápido que se establecen lazos en la tragedia compartida.
—¿En serio eres su amiga?
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Costo y Beneficio
RomanceCon el corazón roto y los bolsillos vacíos, Elizabeth lo ha perdido todo. Ahora, tiene solo 9 meses para cambiar su vida. Mitzuru es un hombre distante y frío que vive volcado por completo a su trabajo. Cautivado por la belleza de su nueva empleada...