"Vulgar" fue el primer pensamiento que atravesó la mente de Mei al encontrarse con la chica desnuda bajo el brazo de su hijo.
Una dama más refinada agacharía la cabeza avergonzada, ocultaría su identidad al ser consciente de su falta, huiría rápido al verse diminuta frente aquellos ojos que eran tan letales como serpientes, pero no Elizabeth Marcovich.
Ella le sostenía la mirada pretendiendo retarla, apenas y tenía el pudor de cubrirse los senos y todavía la miraba directamente a los ojos, como si estuviera incluso orgullosa de sus actos.
—¿Me dejas asolas con mi hijo? —preguntó Mei en un deje de fastidio, prestaba toda la amabilidad que podía dadas las circunstancias de su encuentro.
Sin embargo, esa amabilidad no fue suficiente para Elizabeth, pues ella sacudió la cabeza y mostró una sonrisa torcida.
—Creo que debería salir usted—replicó en ese tono que a Mei le pareció tan altanero—. Comprenderá que, para irme yo, necesitaría mis bragas.
"Que vulgar" repitió Mei para sí.
—Oka-san—exclamó Mitzuru en una queja—, por favor—y le indicó la salida.
Mei no podía asimilar que su hijo estuviese tan siego para no ver la ofensa en el gesto de su compañía, más aún para ponerse de su lado y no notar su expresión satisfecha. No obstante, ella no tuvo más remedio que acordar que lo esperaría abajo y salió sin cerrar la puerta por completo.
—¿Qué le pasa? —escuchó chistar a Elizabeth—, ¿siempre entra a tu cuarto sin tocar?
—Por lo general, sí—suspiró Mitzuru.
—Me vio los senos—mencionó en voz apagada.
—Bueno, son bonitos.
—¿Solo bonitos? —preguntó decepcionada.
—¡Son perfectos! —exclamó sin pena y le dio un sonoro beso— Todo en ti es perfecto.
A Mei le dio tanta nausea que se apresuró a bajar las escaleras, "demasiado vulgar", fue lo que pensó. Creía haber criado a un hombre estoico y orgulloso, no a uno que dijera esas idioteces.
Elizabeth llegó a sentirse agradecida, pues, debido a la intromisión de Mei y que Mitzuru tuvo que bajar, ella pudo ir a vomitar al baño sin que él se diera cuenta.
La rubia puso su mejor cara al bajar las escaleras, encontró a Mitzuru y a Mei charlando en la mesa, a pesar de que, lo hacían en Japones, bastaba con el tono recriminatorio de Mei para darse cuenta de que, estaba molesta.
Al sentir la presencia de Elizabeth, Mitzuru se giró a ella.
—Saldremos a desayunar—anunció.
—Ya que cocina tan bien, ¿por qué no le dices que cocine algo? —propuso Mei en tono sarcástico.
—Estoy aquí—respondió Elizabeth con una sonrisa plástica—, puede pedírmelo usted.
—Son las seis—se quejó—, si estas a cargo del desayuno, ya debería estar hecho. Y ya que estas en ello, hazme un jugo de naranja también.
—Oka-san—replicó Mitzuru—, Elizabeth es mi invitada, no mi sirvienta.
—¿Enserio? Ya que es tu empleada, es fácil confundirse.
—A mí me pagan por otras cosas. —Tras decirlo, Elizabeth guiñó un ojo divertida.
—Basta—la regañó Mitzuru con fastidio, luego se dirigió a su madre, quería explicarle que lo peor que podía hacer era seguir mostrándole ese rostro de indignación a Elizabeth, pues ella ya había encontrado un placer morboso en escandalizarla—. Iremos a un restaurante. — Vio a una y a la otra—. No se maten mientras me ducho.
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Costo y Beneficio
Romance"¿Por qué he de conformarme con su dinero, cuando podría tenerlo todo? " Abandona, quebrada y embarazada, una joven se ve gradualmente empujada hacia una relación carnal con su jefe a cambio de apoyo financiero, mismo que a su vez, rechaza la idea d...