Capítulo 18: Crónica sobre un hombre cruel

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Cuando vio la marca en su brazo, Maia Carpintier tuvo tantos pensamientos que se contradecían y se enfrentaban entre sí.

El más fuerte de todos ellos era el que le decía que debería rendirse. Debería tomar sus cosas e irse a cualquier otra compañía. Debería mandarlo al diablo, debería buscarse un esposo millonario y mandarlo todo al diablo.

O solo un esposo. Total, ella ya tenía su propio dinero, así que no necesitaba el de ninguna otra persona. Bien podía iniciar su propia empresa y estar a la cabeza de la misma.

Tenía la capacidad, los contactos y suficiente para la inversión inicial.

Debería buscar un buen hombre, o al menos uno que sí la amara. Uno de esos del tipo hogareños que accediera a tener hijos, quedarse en casa y hacerse cargo él de ellos.

O incluso si no estaba dispuesto a hacer eso, solo que la amara.

Con que la amara estaría bien.

Pero ahí estaba, otra vez, siendo humillada en pro de una hueca sonrisa y unas piernas anchas. Todo porque seguía amando a ese imbécil.

Hacía mucho tiempo que no se lo preguntaba.

¿Por qué seguía amando a ese hombre?, pero cuando la duda volvía a golpear la falsa estabilidad de su vida, siempre venía él recuerdo a su memoria de lo que pasó ese día.

En aquel tiempo, sabía que él sentía cierta atracción por ella, lo sabía
por la forma en la que lo sorprendía, mirándola fijamente, sin embargo, nunca decía nada ni hacía nada al respecto, quizás porque él sabía que ella tenía un esposo.

Tenía pocos meses de entrar a Tashibana Tec, no sabía mucho y solo era la segunda asistente, siendo la primera, su tía Sofía, quien la había comprometido con ese hombre casi sin su presencia y con el que solo se vio dos veces antes de firmar los documentos.

La primera vez fue para conocerlo y la segunda para sacarse fotos juntos, todo con el fin de tener "pruebas" de que su relación era genuina, cosa que le permitiría vivir en Norte América.

Su objetivo era, claro, heredar el trabajo de su tía, puesto que esta estaba por retirarse, el de él lo era más, cobrar una comisión por darle la nacionalidad.

Sin embargo, cuando Reegan la vio, con su cabello rubio, sus ojos grises y su figura de modelo, quedó prendado de ella, y ella entonces, joven e ingenua, criada en el campo y con conocimiento casi nulo de los hombres, pensó que estaba viviendo una historia de amor como en los cuentos de hadas, de manera que, convirtieron la mentira en algo real.

Nadie le había dicho que los hombres, en realidad, no eran como en las películas románticas.

Que se necesitan más de dos encuentros para conocer a alguien y que a veces, los mismos hombres que te reciben en su casa con 144 rosas, 12 ramos exactamente, llamándolo así un ramo de ramos, también pueden ser los mismos que te meten un codazo en el estómago, porque el largo de tu falda no es suficiente para su gusto.

No tenía idea, de que quien te llama "princesa" también puede llamarte "puta" y quien te escribe una carta cada día desde la primera vez que te ve, donde te cuenta su vida de tragedias en hogares de acogida, diciéndote que el recuerdo de tus ojos es lo que lo ayuda a dormir, también puede decirte que verte le produce náuseas y que te largues de su casa.

Así quien movió cielo, mar y tierra para traerte consigo, acabaría sacando un arma un día de quién sabe dónde, para ponértela en la cabeza y decirte que la usará, si un día te atreves a irte.

Ella vivió esa vida de infierno sin encontrar una salida a él durante un año completo, hasta aquella noche que asistió a la fiesta anual de la compañía, obviamente acompañada por Reegan.

Costo y BeneficioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora