Ya era de noche cuando finalmente llegó a su casa, arrojó las llaves a la mesa de recepción y dio un salto que casi la hizo perder el equilibrio, al encender la luz, encontró a Mitzuru sentado en el sofá mientras bebía una copa de wiski.
—Hola, bonita—saludó con una sonrisa forzada.
—Mitzuru—lo llamó recuperando el aire—, me asustaste.
—Te llamé para avisarte que vendría, no me respondiste.
—No escuché el teléfono.
—¿A dónde fuiste en la mañana?
—Me reuní con una conocida.
—¿Y anoche?
—Te lo dije, fui a cenar con mis compañeros.
—Quería ver si lo recordabas.
—¿Cómo podría olvidarlo?
—Porque, cuando buscas tantas excusas, con frecuencia, es difícil recordarlas todas.
—No estoy poniendo excusas—se defendió.
—¡Y yo no soy idiota! —repuso al ponerse de pie.
—Un intruso es lo que eres—replicó—, ¿cómo entraste?, ¿tienes llaves de este lugar?
—¿Hay un problema con que las tenga?
—Hay un problema con que las tengas y yo no lo sepa.
—Tú tienes las mías.
—Tú me las diste, es diferente.
—También te di el departamento.
—No me lo diste y ya no voy a hablar sobre eso.
—¿Sabes que no te di tampoco? La tarjeta de crédito.
—¿La quieres de vuelta? —comenzó a inspeccionar su bolso—, aquí la tengo.
No se dio cuenta de que Mitzuru caminó hasta ella hasta que él la tomó de los brazos.
—No, lo que quiero de vuelta es a ti.
Se inclinó lentamente a besarla.
—¡Suéltame! —exigió al tiempo que comenzaba a empujarlo—, ¡estás borracho!
—No lo estoy.
—Entonces, solo estás loco—se retorcía como una salamandra, pero no lograba soltarse de su agarre.
—Tu actitud volvería loco a cualquiera.
—No sé de qué estás hablando.
—¿Por qué me estas evitando? —ella esquivó su mirada.
—No lo hago.
—Claro que lo haces. Nunca tienes tiempo para vernos, ni siquiera para responder el teléfono.
—Ya te dije que no lo escuché.
—Vi cómo me colgaste en el ascensor.
—¿Estabas espiándome? —reclamó indignada.
—Ese no es el tema.
—Bueno—harta, le dio un empujón y se echó hacia atrás logrando liberarse—, querías que te diera espacio para el trabajo, ¿no?
—Quería espacio, no que me excluyeras de tu vida.
—De modo que, quieres que siempre esté disponible para ti, para cuando tú tengas tiempo y ganas de vernos.
—No te estoy pidiendo que renuncies a tus proyectos o a tus amigos, solo me parece raro que de pronto tengas siempre algo que hacer.
—Siempre he tenido cosas que hacer, si te hice mi prioridad fue porque, en algún momento, pensé que yo podría ser la tuya.
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Costo y Beneficio
RomanceCon el corazón roto y los bolsillos vacíos, Elizabeth lo ha perdido todo. Ahora, tiene solo 9 meses para cambiar su vida. Mitzuru es un hombre distante y frío que vive volcado por completo a su trabajo. Cautivado por la belleza de su nueva empleada...