Capítulo 35: Ni vuelvas porque te voy a matar

204 27 18
                                    

—Eli, estoy muy decepcionado—le notificó su padre, sentado en su escritorio mientras ella estaba frente a él—, pensé que traer a tu madre a la fiesta les brindaría la oportunidad de por fin arreglarse pero, solo acabaron peleando otra vez.

—Mamá no quería arreglar nada—se justificó ella —, solo quería insistir con esa idea de matar a mi bebé.

—Tu madre dice que la insultaste.

—Papá, por favor —arrojó su cabeza pesadamente hacia él —¿te imaginas una situación en la que yo podría insultarla?

—Dice que, le dijiste que tenía la vida arruinada por darte a luz —ella desvió la vista —¿es verdad eso?

—Si.

—¿Por qué piensas algo como eso?

—Porque ella siempre actúa de esa forma.

—¿De qué forma?

—Enojada conmigo, llegué a la conclusión de que, simplemente está enojada porque nací.

—No. Tu mamá está enojada porque hizo todo lo que se suponía tenía que hacer para darte la oportunidad de tener una vida tranquila y tú la decepcionaste con tus decisiones—Eli hizo un puchero a lo que él suspiro.

En esencia, la hija y la madre tenían eso en común, ambas eran demasiado tercas para admitir que quizás la otra podría tener algo de razón

—Mira—continuó Edvin—, nosotros nos amamos y te amamos a ti, pero, sabes que hemos tenido muchos problemas económicos...

—¿Cómo olvidarlo? —reprochó—Menciona su "sacrificio" cada vez que puede. ¿Y qué? ¿No se supone que eso es lo que tienen que hacer los padres?

—No seas malagradecida—replicó.

—¿Has pensado que tal vez eso no fue culpa mía? Tal vez solo, ella no hubiese tenido que sacrificar tanto si hubieras tomado un empleo de verdad desde que te casaste en lugar de intentar salvar al mundo.

—Si—mantuvo su serenidad, pero su enfado era evidente en el tono de su voz—. Lo he pensado mucho y llegue a la conclusión de que me equivoque. Preocuparme más por ayudar a extraños que por mejorar la vida de mi familia fue un error. Lo siento.

La impotencia que Elizabeth sintió en ese momento se manifestó en sus ojos llorosos. De todas formas, no tenía caso reclamar nada de eso en ese punto.

—Sé que estas estresada—retomó Edvin su tono calmado—, ella también lo esta por tu situación y sé que ambas creen tener la opinión correcta respecto a ella, pero, ambas necesitan recordar que son familia y la familia debería estar unida en momentos como este.

—Yo no lo he olvidado, papá—aseveró—. De verdad, crees que fui grosera por decirle eso, pero no tienes ni idea de lo mucho que me contengo al hablarle precisamente porque no olvido que es mi madre. En cambio, a ella, ser mi madre no la detiene.

—Tal vez la entiendas mejor—levantó los hombros—, cuando tú seas madre.

—Pues, por ahora la entiendo menos.

—Elizabeth...—la llamó en tono acusatorio.

—Cuando amas a alguien, tu impulso al verlo llorar no suele ser la violencia.

—El amor de los padres suele ser diferente a cualquier otro. Amas a alguien, pero, siempre te enfrentas a una encrucijada. ¿Es más importante corregirlo o protegerlo?

—¿Qué va a corregir si ya estoy embarazada? Nunca fue algo que podría haberse arreglado con sacar el niño y ya. Incluso si lo abortara, mi vida nunca hubiera vuelto a ser la misma.

—No—agacho la cabeza—, pero si lo abortaras sería más fácil que si no. Tal vez en el momento no, pero lo sería a largo plazo.

Eli hecho su cabeza a un lado.

—No me digas que volvió a convencerte de eso.

—No comparto su opinión, solo la entiendo. Me gustaría que trataras de hacer eso.

Eli torció los labios.

—Esta bien—aceptó como si hubiera sido regañada.

—Y yo tratare de hacer que comprenda el tuyo—propuso complacido.

—Admiro tu optimismo.

—De hecho, creo que está encaminada a ello.

—¿Por qué piensas eso? —pregunto extrañada. Edvin guardo silencio un rato considerando sus palabras.

—¿No has hablado con Nico?

—Si—rodó los ojos—, ayer fuimos a la feria.

—¿Sigues molesta con él porque se fue sin decirte?

—Pensé que lo estaría—reflexiono sobre ello—. Luego lo vi y me olvidé de todo.

—Entiendo. Bueno, no puedo decírtelo si él no lo hace, pero, hace poco me contacto con alguien que necesitaba asesoría legal y recibí un bono ya que el abogado gano. Tu madre dijo que debíamos guardarlo en caso de que necesitemos construir una habitación para tu bebé.

Poco a poco, una sonrisa guasona adorno la mitad del rostro de Elizabeth.

—¿De verdad?

—Si. Claramente, empezó a verlo como una posibilidad. Hay que darle un par de semanas más y cederá.

—De acuerdo—asintió con fuerza.

—Iba a decírtelo ayer, pero cuando fui a buscarte, dijeron que saliste sin decirle a nadie.

—Ah, eso —respondió pensativa—, tuve que ir a recoger algunos documentos para mi jefe y después enviarlos por correo. Me tomó todo el día.

—Ya veo. Es bueno que te estrés esforzando en el trabajo.

Elizabeth terminó la conversación con una sonrisa incomoda. Luego se dirigió al piso cincuenta pensando lo inconsciente que era su padre del cómo le había arruinado el momento al recordarle que si estaba molesta con Mitzuru.

Llevaba en Suiza dos días y ni una puta llamada se le ocurrió hacerle. A pesar de que Eli había roto sus propias reglas al llamarlo primero.

"Ni vuelvas porque te voy a matar" dijo para sí cruzándose de brazos.

Sin embargo, sabía que tenía que ser más pragmática. Vivir con sus padres el resto de su vida era mejor que la ratonera donde estaba, más no su mejor posibilidad.

O eso pensaba hasta que salió del ascensor para encontrarse con una Roberta Gutierrez que temblaba solitaria en el pasillo como si le estuvieran moviendo el piso. Sostenía en su mano un folder manila, la expresión de su rostro al ver a Elizabeth no pudo ser más fatalista, como si le fuese a notificar la muerte de alguien.

—Hola—la saludo Elizabeth incomoda, previniendo que alguna noticia seguro que tendría y seguro que era para ella—¿Qué pasa?

Roberta apretó los labios y desvió la vista, sin decir una palabra estiro a Eli los documentos.

—¿Qué es esto? —preguntó Eli leyendo con dificultad el título.

—Lo siento mucho—le dijo Roberta con la voz entrecortada—, el señor Tashibana me dijo que la escribiera.

—Esto es...—declaro mientras le temblaba la voz.

—Tu carta de renuncia—aclaro Roberta—, dice que la firmes o será peor.

Roberta la observo mientras ella recorría una y otra vez los ojos sobre el papel, para estarlo leyendo, se estaba tardando demasiado.

—Elizabeth—la llamó temerosa de hacerlo, en un susurro que casi se llevó el viento.

—No—respondió tajante. Sin levantar la vista del papel.

—Eli...

—No—arrojó el papel al suelo ante la incierta mirada de Roberta—, este cabron no va hacerme esto. Encima te envia a ti a dar la cara mientras él se refugia en Suiza como un cobarde.

—Bueno, ya no esta en Suiza.

—¿Qué dijiste? —Cuando los fieros ojos de Elizabeth se posaron sobre ella, Roberta se arrepintió del comentario.

Costo y BeneficioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora