La mirada gélida de Mei aún se sentía latente en su corazón cuando llegó a la mesa de postres y se llevó la mano al vientre como para sentir a su bebé dentro de ella.
—¿Te duele el estómago? —le preguntó entonces la voz de Nico, quien sé había acercado a probar los panecillos —es porque solo comes postres—le dijo a modo de broma.
—Sí, debe ser —contestó Eli siguiendo el juego mientras devoraba los postres.
—¿Estás bien?
—Sí. ¿Por qué preguntas?
—Te ves muy apagada.
—¿Qué esperabas? Estoy trabajando.
—Tus compañeros parecen divertirse más que tú.
—Están en su ambiente. Son de esas personas, a las que les apasiona el tema del dinero y como se hace más dinero.
—Tú antes te veías así—comentó con la mirada al viento, como si pudiese ver sus recuerdos—. Cuando pintabas, ponías una cara tan seria—dijo entre risas—, te frustrabas tanto cuando no salía como querías, al final hasta llorabas.
—Tú sabes por qué lo dejé—respondió con melancolía—, no era buena.
—¿No crees que, si no lo hubieras dejado, pudiste volverte buena con el tiempo?
Aunque aún pintaba, hacía un tiempo que ya no quería enseñarle las pinturas a nadie. Es decir, solo al inútil de Kiroshi que, haciendo memoria, nunca se las devolvió.
De todas formas, ella no consideraba que se hubiera vuelto buena. Pintaba más que nada como una necesidad, como si tuviese una especie de hambre que solo sacando de su mente las imágenes a través de un pincel era capaz de saciar.
Esa necesidad la tenía desde que era una niña.
De hecho, cuando tenía 14 años, su amiga Victoria la convenció de entrar a un concurso de arte.
Eli en un principio no quería hacerlo, no porque le asustara perder, sino porque sabía que a sus padres no les gustaba que le dedicase tanto tiempo a lo que ellos pensaban que era solo un pasatiempo.
Pero, Victoria le había dicho:
—Mis padres decían eso de la repostería también, pero, gane un montón de dinero el verano pasado vendiendo mis pasteles y ahora me apoyan totalmente.
—¿En serio? —le preguntó una puberta Eli intentando disimular lo mucho que esa idea llamo su curiosidad.
—Ellos dicen que, puedo estudiar algo relacionado con la repostería cuando sea mayor, y entonces, me ayudarán a poner una tienda.
—¿No sería eso, como un sueño?
—Es un sueño, ¿verdad? Pero, podría ser mi sueño. ¿Tu sueño es ser artista?
—No sé si sea mi sueño, pero es algo que de verdad me gusta hacer.
—Pues ya está, el premio por el concurso son 15 000 dólares.
—¿Tanto por un concurso de secundaria?
—Pues claro, todas las secundarias de Brooklyn van a participar. Imagínate, ¿no te gustaría ganar eso?, apuesto que tu mamá se lo presumiría a todos.
—¿Mi mamá? Ella no suele presumir las cosas que yo hago.
—Pero, si ganas el concurso, no hay manera de que no lo presuma, ¿verdad?
La sonrisa que puso en ese momento, casi dejaba escapar la ilusión entre los dientes.
Su madre era... extraña. Diferente a otras madres.
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Costo y Beneficio
Romance"¿Por qué he de conformarme con su dinero, cuando podría tenerlo todo? " Abandona, quebrada y embarazada, una joven se ve gradualmente empujada hacia una relación carnal con su jefe a cambio de apoyo financiero, mismo que a su vez, rechaza la idea d...