Capítulo 52: Un mal hombre

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Elizabeth no sabía los detalles, pero, en resumidas cuentas, el gobierno se enteró de los malos manejos de Marshall en la administración del edificio, así que le retiraron el subsidio. La mayoría de las chicas fueron reubicadas. Alika no fue admitida por los dueños del nuevo departamento.

Había estado viviendo con Roberta quien tenía dos reglas; nada de drogas y tenía que buscar otro trabajo. Esa era la razón por la que había ingresado al centro comercial como "vendedora", después de una larga lista de mentiras en su curriculum, sin embargo, ya que hacía un trabajo horrible tratando con los clientes, pasaba la mayor parte del día doblando ropa, acomodando el almacén y haciendo inventarios.

—En cierto modo, soy igual que tú—decía mientras anotaba las cantidades de tela restante en la hoja que apoyaba en su tablilla—. Mis compañeros me envían a hacer el trabajo que ellos no quieren.

—Y también eres la chica más linda aquí —agregó Elizabeth con aire presuntuoso. Estaba sentada entre los montones de cajas, su mirada divagaba mientras comía de un baso su helado de yogurth.

—Lástima que yo tengo una jefa y tiene como noventa años.

—Si se muriera y estuviera casada contigo—propuso—, te dejaría su fortuna.

—¿Escuchaste la parte de "jefa"?

—Tiene noventa, apenas se mueve.

—Las mujeres nunca pierden el libido, Blondie.

—Qué pena—negó con la cabeza—, tendrás que pedirle unos trucos a Roberta.

—Le va a encantar—respondió en tono irónico—, le diré "oye, hermana, ¿recuerdas que acordamos que dejaría de prostituirme?, ¿qué piensas de un matrimonio lésbico por conveniencia?".

—Sexy. — Compartieron una risa cómplice. Elizabeth vio el polvo a su alrededor—. Podría decirle a Mitzuru que te consiga un empleo más glamoroso que este.

—Este me gusta. Prefiero estar aquí encerrada que escuchar a los idiotas de afuera.

—¿Te refieres a tus compañeros o a los clientes?

—Manhattan.

—¿No es algo solitario?

—No, me entretengo mucho haciendo las cuentas y en el almuerzo doy una vuelta por allí. Además, pagan bien. Es decir, no gano tanto como en las calles, pero paga las facturas y siento menos estrés.

—Me alegra que te esté yendo bien—sonrió.

—En cambio, presiento que, si a ti te estuviera yendo tan bien, no estarías aquí. —Elizabeth tragó saliva—. ¿Cómo te va con tu suegra?

—Siempre en el blanco, Alika.

—Así de bien, ¿he?

—Me echó del departamento—comenzó la lluvia de quejas.

—Pero, eso es bueno ¿no? Así te será más fácil ocultarle a tu príncipe tus nauseas matutinas.

—Se que lo hizo para separarme de él. Cree que, si crea distancia entre nosotros, va a hacer que me olvide.

—¿Y tú crees que le funcione?

—Claro, el imbécil ni siquiera fue a verme ayer.

—¿Lo invitaste?

—Le envié veinte mil mensajes para que cenara conmigo, dijo que ya había hecho planes con su madre y que nos veríamos muy poco esta semana porque tiene que preparar todo para la junta de los socios.

—Tal vez es verdad, dijiste que trabajaba mucho.

—Se necesitan solo quince minutos para ser infiel.

Costo y BeneficioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora