LIBRO 1: ¿ES ESTO LA VIDA? CAPITULO 1: PARAJE DESOLADO

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Del cielo grandes cantidades de nubes se reunían por toda la ciudad, mientras de ellas, una gran cantidad de gotas de agua caían al suelo, un suelo manchado con el espesor de la sangre de cientos de miles de cuerpos.

Los altos muros que custodiaban toda la ciudad, ahora se encontraban destruidos, como si un gigante los hubiera atravesado, los edificios y las pequeñas casas, formaban un mar de concreto en el cual se podía innumerables cuerpos caídos.

Toda la zona parecía desolada, mientras la lluvia seguía cayendo, aunque, algunos cuervos aparecían por el lugar, comiendo y tratando de raspar la ropa de los cadáveres.

Mientras un cuervo comía las tripas de un cadáver en putrefacción, de pronto el sonido de una flecha se escuchó zumbado en el aire, esta flecha se escucho solo un segundo ante de que el cuervo lo pudiera oír, sintió una gran cantidad de peligro, pero su visión y su percepción eran rápidas. Por lo cual con un grito la esquivo, luego empezó a mirar hacia el lugar de donde vino la flecha.

Pero, al siguiente momento, otra flecha se escucho inmediatamente, esto hizo que el cuervo saliera volando, sintiendo el peligro de su alrededor.

Después de la segunda flecha, una tercera apareció, y una cuarta, el cuervo tenia instintos de animal, por lo cual huyo mientras esquivaba, las flechas seguían cayendo, pero el cuervo las esquivaba con facilidad, no parecía un cuervo normal, su velocidad superaba con crece la de las otras aves, pero al siguiente momento, mientras se preocupaba por las flechas que aparecían.

No pudo ver que una pequeña daga, llego hacia su cuello esta daga fue rápida y precisa, como si ya lo hubiera hecho muchas veces antes, el cuervo no podía notarlo, toda su atención había estado en las flechas y el zumbido que producían.

La daga le atravesó el cuello, mientras el cuervo soltaba un pequeño chirrido antes de morir.

Las flechas también se detuvieron. Y un pequeño niño se presentó, mientras agarraba el cuerpo sin cabeza del cuervo.

Miro todas las flechas, recogiéndolas lentamente, los demás cuervos no se interesaron por el cuervo que acababa de matar, solo gritaban chirridos para que se alejara de su comida.

Este pequeño niño, con ropa desaliñada y rota, con suciedad en su cara, y un cabello descuidado no era nadie menos que Adrián.

Aunque era un pequeño niño en la superficie su mirada y rostro permanecían fríos, mientras se llevaba el cuervo crudo hacia su boca. Había tenido mucha hambre, por lo cual no le importo el sabor ni las plumas, solo se los trago rápidamente.

Luego de comer, paso rápidamente por donde las flechas habían sido arrojadas.

Había creado un pequeño sistema con cuerdas para que se dispararan en un punto especifico, esto era algo que su padre le había enseñado.

Como no tenia un arco era lo mejor que podía usar.

La lluvia parecía que no iba a detenerse por mucho tiempo, el niño miro hacia el cielo.

Cuando lo miro. Apretó los dientes, y sus puños, realmente odiaba lo que miraba en el cielo, lo odiaba con todo su ser.

No había mas que odio cuando miraba hacia el cielo.

En el alto cielo donde innumerables personas miraban o veneraban.

En ese cielo, se encontraba una mano dorada sosteniendo una espada. Una mano la cual atravesaba todo el espacio y una espada que parecía señalar al mundo entero. Esta mano y esta espada, eran de un tamaño descomunal, tanto que cualquiera que lo mirara, sentiría miedo.

Pero no había solo eso, si se podía ver un poco mas de cerca, se podía notar que, en la punta de la espada, se encontraba una un rostro. Un rostro de un demonio rojo y sangriento. El cual exudaba una intensa sensación de muerte.

Sin embargo, mientras Adrián miraba al cielo, a la mano y espada descomunal.

De pronto, los cuervos a su alrededor, empezaron a chirriar como si sintieran un profundo miedo.

Cuando Adrián los escucho, empezó a escapar, en ese preciso momento, solo corrió lo más rápido que pudo. Paso por varias tiendas destruidas, así como cadáveres en el suelo.

Pero no le importo, esto era un momento crítico.

De pronto desde el cielo, una niebla muy espesa empezó a caer, esta niebla era purpura, pero a la vez que caía, también se podía escuchar intensos sonidos de masticación, como si algo estuviera comiendo. El sonido era tan horroroso, que se podían escuchar crujir los huesos, cualquier cosa que estaba comiendo, se acercaba muy rápido hacia el suelo.

Adrián sospecho que esto pasaría hoy día, por lo cual, entro rápido en un carruaje tirado en medio de la carretera, entro y saco su daga mientras entraba rápidamente por el asiento acolchado, hacia una zona oscura que el mismo había cavado en este lugar.

Rápidamente, también coloco varias rocas pequeñas en el suelo tapando toda la entrada.

Los sonidos de masticación se hacían mas graves, mientras Adrián esperaba sujetando su daga hacia la puerta de entrada de su cueva, al mismo tiempo que trataba de respirar lo mas lento posible. Como si quisiera desaparecer toda su existencia para no ser notado.

Pero el sonido se empezó a escuchar más cerca, la masticación de huesos, empezó a sonar por todo el lugar donde se encontraba Adrián. Fue un sonido el cual haría temblar los huesos a cualquiera que lo oyera, e pronto de la entrada de la cueva una niebla espesa empezó poco a poco entrar.

Adrián asustado se acerco para tratar de que la niebla no pasara, poniendo todo su peso, y apretando con todas sus fuerzas la entrada, al mismo tiempo que trataba de no provocar ningún sonido.

La daga aun lo tenia cerca, pero no era para atacar a la niebla, era solo para matarse el mismo, en caso de ser atrapado, había visto como la niebla se comía y despedazaba salvajemente a los pobladores de la ciudad, no quería que esto le pasara a él.

Así el sonido de masticación entro con fuerza por toda la cueva, mientras Adrián jadeaba desesperadamente para que no entrara.

Las horas pasaron enseguida, antes de que la niebla empezara poco a poco a desaparecer del lugar.

Adrián sabia que el día había llegado, aún tenía varias lágrimas en sus ojos rojos, además de que sus manos y pies temblaban, cayo al piso tembloroso y a la vez cansado, su pecho no dejaba de palpitar, mientras recuperaba la compostura.

Al final, solo podía volver a suspirar, mientras habría la entrada y salía al exterior, antes había muchos esqueletos en este lugar, ahora la mayoría habían desaparecido.

Adrián siguió con una expresión fría, mientras miraba hacia un pabellón gigantesco destruido hacia la distancia, este pabellón tenia mas de diez plantas además de varias columnas de hierro a su alrededor, debía ser algo impresionante en el pasado, pero ahora solo eran trozos de basura en esta devastada ciudad.

Adrián había tratado de acercarse a ese pabellón desde que la ciudad había sido destruida, por lo cual había avanzado lentamente, por el camino se había encontrado con algunas bestias salvajes como lobos, los cuales le causaron varias heridas, pero había logrado escapar por poco.

Adrián no sabía porque tenía tanto interés en su vida, toda su familia había muerto, pero cada vez que veía el cielo, siempre lo recordaba.

"¡Te hare pedazos algún día!" – Esa fue su resolución, su modo de vida, algo que no lo dejaba morir.

UN ETERNO FINALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora