Un Mundo Distinto.

Capítulo 30.

Al finalizar la hora de clases, Danaé se encontraba en la puerta del colegio esperando a Regina y a Lucía que habían ido hablar con una profesora sobre un proyecto que tenían que hacer.

Y mientras nuestra querida Dan esperaba de pie; a lo lejos vió a un chico que se le hizo conocido.

Y cierto jóven se acercaba cada vez más.

Danaé se quedó pasmada de solo verlo cruzar la calle en la dirección hacía donde se encontraba ella.

Era Anthony.

No podía ser... No en ese momento.

Pero Anthony no iba solo, venía con Victoria. Una de las amigas de Sofía.

—¡Hey! Hola Danaé— saludó Victoria, acercándose, dándole un abrazo y un beso.

—Hola Vic.—respondió correspondiendo a su abrazo. Levantó la vista y atrás de victoria, estaba Anthony.

Anthony parecía haberla estado observando desde que llegó, porque en cuando Danaé levantó la mirada, éste la evitó rápidamente.

—Hola a tí también, Anthony— saludó mientras se alejaba de Victoria.

—Hola Dan.— respondió con la mirada clavada en su celular. Que por cierto, lo llevaba en la mano.

Danaé no dijo nada, pero, no pudo evitar mirar a Anthony con dolor.

No era posible... Eran amigos, sí. Pero habían dejado de hablarse seguidamente. Y el motivo de haberlo mirado con dolor... No era porque le doliera verlo, no.
Era porque en cuanto lo vió, sintió la necesidad de abrazarlo. Pero no, ya no tenía esa facilidad de hacerlo. Ya no podía.

—Yyy ¿Cómo estás?— preguntó Victoria rompiendo el silencio que por un momento se hizo incómodo.

Danaé suspiró ante esta pregunta. -Ay Vic... Qué te puedo decir..— respondió tratando de ser fuerte para que la voz no se le quebrara. Pero fué inútil.

—Sabes que puedes contar conmigo, ¿verdad?— comentó Victoria.

—Lo sé, y lo agradezco victoria.— afirmó mientras veía a Anthony jugar con su celular.

Volvió a dirigir su mirada a victoria y rompió el pequeño silencio momentáneo. —Es que... Aveces es duro seguir luchando cuando sientes que ya no tienes fuerzas para nada más ¿sabes?— comentó con voz temblorosa y una mirada triste.

Anthony, al oír esto; levantó inmediatamente la mirada y la clavó de inmediato en Danaé, que también se le quedó viendo durante unos segundos.

—Te entiendo Dan.— respondió Vic.— Pero siempre debes tener presente que nunca estás sola y cuentas con alguien para que te ayude en lo que sea que estés afrontando.— afirmó mientras le daba un abrazo.

—Gracias..— expresó mientras aceptaba el abrazo dado.

—Danaé, no aceptes en tu vida personas que te hagan daño, no lo valen.— habló Anthony, finalmente.

Victoria y Dan se separaron y se quedaron perplejas ante tal comentario, pero solo asintieron con la cabeza y rieron.

—¿Ya nos podemos ir?— preguntó Anthony.

—Bueno Dana, ¿No tienes problema si te dejamos, no?

—No, está bien. Tranquila. Yo estoy esperando a una amiga para irme. Ustedes vayan tranquilos.

—Bueno, está bien. Adiós.— se despidió victoria dándole un beso en la mejilla.

Anthony no se despidió e iba caminando con Victoria hasta que...

—¡Ve si aprendes a despedirte de mí, Anthony!— exclamó Danaé corriendo a darle un abrazo por la espalda.

—¡Hey! ¡Quítate Minion!— respondió Anthony forcejeando para soltarse del abrazo.

—Hasta que no te despidas bien, no creo que te suelte.— comentó Victoria con una sonrisa en los labios.

—Exacto.— finalizó Danaé.

—Uhg. Bien.— colocó sus ojos en blanco, abrazó a Danaé y de inmediato la soltó—. ¿Felíz?

—Mucho. Sí.— respondió sonriendo.— Ya se pueden ir, bai.— se alejó y los despidió con la mano.

[...]

—¡Llegué mamá!— anunció Danaé mientras cerraba la puerta.

—Hola hija, Dios te bendiga.— la recibió el señor Evans mientras le daba un beso—. Tu madre está en su cuarto durmiendo.

—Oh. Ya veo.

—¿Y bien? ¿Cómo te fué?— preguntó mientras tomaba asiento en uno de los sofás.

—Me fué muy bien papá, gracias; me vine acompañada de Regina y Lucía.

—Qué bueno princesa, me alegro.— diciendo la última palabra, bostezó.

—Creo que alguien tiene hambre.— bromeó Danaé—.¿Ya comiste, papá?

—No es hambre, ya comí. Tu madre hizo una comida exquisita.— comentó.—Pero tú.— señaló—. Usted jovencita, debe comer, eh. Yo me voy a dormir con tu madre; buen provecho.

Y dicho esto, el señor Evans se levantó del sofá y se fué a dormir.

Danaé subió a su habitación, se dió un baño y luego bajó para comer; los señores Evans se habían quedado dormidos, y la única persona que quedaba despierta era Alonso, su hermano.

Pero no hacía la gran cosa, estaba viendo una película de dinosaurios.

Físicamente adulto, mentalmente sigue siendo un niño, mi niño. Mi hermanito.

Cabe a destacar que Danaé nunca tuvo una infancia fácil, no todo fué color de rosa en la vida de esta chica como muchos solían decirle.

Creían que por el simple hecho de ser creyente, su vida era perfecta sin problemas o discusiones con sus padres.

Pero no.

La verdad era que no. Nunca pudo pasar su infancia como alguien normal, como solían decir las personas.

Danaé siendo menor que su hermano, Alonso; tuvo que madurar a una edad muy temprana. Y no porque ella así lo quisiera, no. Tuvo que madurar porque había sido la normal de los dos.

Físicamente, Alonso era el mayor de los dos. Pero Danaé era la mayor mentalmente; ella debía comportarse como la hermana mayor, aún, siendo la menor.

Y eso... Eso fué duro.

Ningún niño, está preparado para afrontar la madurez de algo tan... Pesado, a tan temprana edad.

Para nadie fué fácil lidiar con una situación así. Y no era culpa de Alonso haber nacido así, el menos culpable era él.

Pero Dios, por algún motivo lo había hecho venir así, al mundo.

Aunque Alonso y Danaé, a pesar de vivir bajo el mismo techo y tener los mismos padres, no convivían mucho.
Y era por lo mismo, la condición de Alonso.

Peero. Esto no querría decir que no se quisieran o se protegieran mutuamente.

Ambos hermanos se querían y se preocupaban por el otro. A su manera, pero lo hacían.

En la sala...

Danaé se encontraba comiendo en uno de los sofás viendo el mismo programa que Alonso había dejado desde hace una hora.

Jamás nos aburriremos de ver Mickey, princesita Sofia o Paw Patrol.

Alonso se giró para ver a Danaé, y Danaé le devolvió la mirada.

Ambos hermanos mantuvieron la mirada, asintieron con la cabeza y luego se rieron. Volviendo en sí, a ver el programa del televisor.