Capítulo 27.

23 1 0
                                    

El profesor Alfred se levantó de su asiento y se dirigió hacía la ventana del salón, que, por cierto quedaba a un lado izquierdo de la pequeña habitación.

Desde su posición, el profesor le hizo seña a Diego para que tomara asiento al frente de Danaé.

Éste dudó un breve momento para tomar asiento, pero al final tomó.

Narra Danaé:

Recuerdo perfectamente ese día.

Sí. Ese... Fatídico día.

El día donde me dí cuenta, de que... Lo que yo había creído ser verdadero en un principio, había sido absolutamente una mentira.

Y realmente no me lo podía creer.

Fuimos muy ilusas.

En realidad sí. Había sido una completa ilusa en creer que alguien podía quererme, preocuparse o darme la atención que yo, podía llegar a dar.

Estaba molesta, decepcionada, triste.

No quería levantar la mirada y encontrarme con la de Diego. De hecho, estaba sentada allí, en ese pupitre, en contra de mi voluntad. Porque una parte de mí, no quería verlo. No quería hablar con él, no quería nada que tener que ver con él; y también estaba la otra parte de mí, que le quería decir absolutamente todo lo que había venido arrastrando desde hace muchos años atrás. Echarle las cosas en cara y afrontarlo por absolutamente todo.

Y sí, allí estaba yo. Debatiendo conmigo misma.

Al final, le hice caso a la segunda voz de mi mente, que me decía qué era mejor dejar salir todo (pero no todo) lo que tenía por decirle.

—Danaé. Puedes hablar. Diego te escuchará atentamente— habló el profesor. Sacándome de mi propio razonamiento.

Aún molesta, levanté la mirada y se la dirigí al profesor, que inmediatamente en cuanto me vió, hizo un gesto con su cabeza para asentir.

Respiré profundamente— Bien.

Me giré hacia Diego. No sabía por dónde empezar, verlo allí, sentado frente a mí, forzado a mirarme.

Porque estaba forzado. Era evidente. De no haber Sido por el profesor Alfred, él, nisiquiera se hubiera molestado en saber de mí; y era lo que más me indignaba.

Los latidos en mi corazón, luego de haberse calmado un momento, empezó a latir con fuerza rápidamente. Empecé a sentir una opresión horrible en el pecho, abrí la boca para decir algo pero, las palabras no salieron. Tenía un nudo en la garganta.

Impotencia, estrés, enojo, rabia, indignación, tristeza.
Todas esas emociones las estaba teniendo en ese preciso momento. Verlo tan tranquilo, tan... Neutral. Mientras que yo estaba rota por dentro.

No pude contenerme, lágrimas de enojo y rabia empezaron a salir y a deslizarse por mis mejillas.

Vuelvo a respirar para tranquilizarme pero está vez, sorbiendo por la nariz.—Durante años te consideré mi mejor amigo, Diego. Mi mejor amigo—  verbalicé lo último dicho—. Nunca tuvimos la mejor amistad, pero sabes que estaba allí para tí.— dije mientras soltaba una sonrisa y mis lágrimas aún recorrían mis mejillas—. Siempre lo estuve.

»Tú nisiquiera estuviste presente cuando YO estaba mal. Cuando más te necesitaba nisiquiera te dabas cuenta. Mientras yo tenía mis problemas y tú llegabas a comentarme los tuyos, yo dejaba de lado los míos para ayudarte con los tuyos; ¡Y nisiquiera llegabas a preguntar por los míos! Sí, estuviste presente en dos o tres oportunidades, pero nunca estuviste presente en mis días fatales. Dejé de priorizarme por estar siempre pendiente de tí. Pero a pesar de todo eso, me decía a mí misma: "Ok, está bien. Él no sabe cómo lidiar con algo así, nunca ha tenido una mejor amiga. Con el tiempo sabrá." Pero no. Nunca llegó ese momento. Nisiquiera me tomabas tanta importancia como se la das a los demás... Jamás me diste ese lugar de mejor amiga, y yo siempre te lo daba.

»Pasamos por muchísimas cosas, siempre he sido yo, la que te buscaba para arreglar nuestros problemas, aún cuando nisiquiera yo; era la del bendito problema... Si te contaba mis cosas, era porque te tenía la confianza absoluta para eso.— hice una pausa nuevamente para tomar aire—. Es verdad que me gustaste, y tú, mejor que nadie sabe eso; ¡Pero hey! Nunca se dió, y allí estábamos, siendo amigos. Y aunque te molestaba en que te insistiera con mis sentimientos, yo de alguna u otra manera lo entendí y callé. Porque eso tenía que pasar. Me obligué a que pasara ese sentimiento.

»Pero... Ningún ser humano es tan fuerte para olvidar a alguien y más si es con el tema de los sentimientos. Nadie se puede obligar a nada; si no, a darse su tiempo para olvidarlo. Y así lo hice yo.

Levanté la mirada para ver a Diego, que estaba mirando un punto fijo del suelo, sin inmutarse ante mis palabras.

—Hace mucho que dejaste de gustarme— aseguré—. Y Dios... Cómo me arrepiento de haber gustado de alguien como tú.— expresé molesta, casi agradeciendo y en efecto, lo hice,— Y doy gracias de haber dejado de gustar de tí; porque no lo vales. Realmente no.

Diego se tensó y finalmente reaccionó ante el impacto. Se giró en seco para encontrarse con mi mirada, lágrimas de ira salían y no me molesté en secarlas. Pero sin embargo mantuve la mirada clavada en sus ojos.

—Dejé de ponerme en primer lugar por colocarte a tí, hice demasiadas cosas buenas por tí. Y sin embargo, tú, siquiera fuiste capaz de hacer algo bueno por mí. No me arrepentiré de haber hecho cosas buenas, porque uno dá lo que es. Y estoy conciente de que no soy una mala persona. Estoy conciente de que he cometido errores en nuestra amistad, más sin embargo, me he tomado el tiempo para reflexionar y mejorar esas fallas.

Me detengo un momento para tomar aire, y... Por un momento casi me llego arrepentir de cada palabra dicha.

Cuando Diego levantó la mirada para encontrarse con la mía, me ví reflejada en sus ojos. Y en cuanto seguí hablando le mantuve la mirada. En ningún momento la aparté. Realmente lo estaba confrontando.

¿Y él? Él solo me miraba. ¿sorprendido? ¿Triste? ¿Enojado? No lo sé. Su mirada... Parecía triste con lo que le estaba diciendo. De hecho, creo que me excedí al decirle la verdad crudita. Pero era necesaria. Casi, por un pequeño momento llegué a pensar que iba a llorar. Pero no lo hizo. Solo me mantuvo la mirada fija.

Un Mundo Distinto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora