Capítulo seis.

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Parte 2/3

— ¡KIAN! —mi garganta se desgarró ante mi impotente grito.

Mi corazón late con fuerza, las lágrimas caen como una furiosa corriente desde mis ojos, mi garganta duele y oprime con fuerza mis amígdalas, algo se estruja en mi pecho y duele.

— ¡Kian! —sollozo

—Muévete, puta, no tengo todo el tiempo —él tipo me da la vuelta y me obliga a caminar, cuando miro una oportunidad, retrocedo mi pierna hacia atrás y la regreso con fuerza hacia la entrepierna del sujeto; Aiden. Este me suelta y cae al suelo mientras aúlla del dolor. No doy ni tres pasos cuando unas manos se envuelven en mis tobillos y eso hace que me caiga. Mi cuerpo, en especial mi cabeza, impacta con fuerza contra el asfalto. Suelto un grito adolorido, abro con lentitud mis ojos, pero una capa de oscuridad envolvió mi campo visual, cerré los ojos con fuerza y luego los abrí; pequeños puntitos negros fue lo único que pude captar. Aun en el suelo, levante un poco mi cabeza, mis ojos se cristalizan y sollozo con fuerza y dolor ante la imagen: Kian, inmóvil, con una enorme mancha de sangre en el abdomen.

—Kian... —gimoteo.

—Maldita perra, te follaré tan duro que olvidarás su nombre y el único que gemirás y recordaras será el mío. Ahora muévete, porque estoy perdiendo la puta paciencia contigo —el tipo me levanta con brusquedad, me maree unos instantes pero aun así me mantengo en pie. Me tomó del brazo y me obligó a caminar, esta vez no me opuse, mis fuerzas se habían agotado, estoy tan cansada, tan confundida y lo único que quiero en fundirme en la cama y dormir abrazada a Kian.

La puerta de atrás de la camioneta se abrió y el tipo me empujo dentro, de repente la ira y el dolor invadió todo mi cuerpo.

— ¡Hijo de puta! ¡No te atrevas a tocarme de nuevo, idiota de mierda! —mis pequeños puños golpean con toda la fuerza que tengo a Aiden, el bastardo que me agarró.

Un brazo es alzado hacia mí y el impacto del golpe contra mi mejilla retumba con fuerza contra mis oídos, el fuerte golpe hace que caiga al suelo. Me hago un ovillo, envolviendo mis piernas con mis brazos y colocándome en posición fetal mientras lloro.

—Guarda tus gritos para cuando te folle... Zorra. —escucho decir al tipo mientras sale de la camioneta y cierra la puerta con seguro.

La camioneta se pone en marcha y es ese momento en que entro en pánico. Como puedo, me pongo de pie, al hacerlo algo cruje con suavidad bajo mi peso, doy un paso hacia atrás y descubro que lo que pisé fue una memoria USB color roja. Me inclino y la recojo con rapidez, ha de habérsele caído al tipo ese, guardo el pequeño dispositivo en la bolsa de mi pantalón. Escucho las voces de los tres tipos en la parte delantera de la camioneta, pero no son más que murmullos inteligibles para mis oídos. Necesito pensar en un plan para salir de esta, y necesito pensar rápido.

— ¡SÁQUENME DE AQUÍ! ¡AYUDA! ¡ME TIENEN SECUESTRADA! —señores y señoras ese es mi grandioso plan: gritar y patalear hasta que uno de los tres hijos de puta de la cabina del frente se molesten y estacionen la camioneta y cuando abran la puerta para ver qué chingaderas me pasa, salir corriendo como si mi vida dependiese de ello; y en realidad así es.

Por esa razón me encuentro gritando como alma que lleva el diablo y golpeando con fuerza las paredes del vehículo con mis pies.

— ¡Ayuda! —grito una última vez. El auto frena con fuerza y el impacto de la puerta siendo azotada me da la señal que necesito. Me acuesto en el suelo con mis piernas alzadas hacia el aire y apoyadas contra la puerta. El cerrojo de la puerta se mueve, reúno toda la fuerza que poseo y espero el momento indicado.

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