Capítulo dieciocho.

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DEUCE:

Una cerveza estaba en mi mano izquierda, mientras que en la derecha se encontraba un porro a medio fumar.

— ¿Qué pasa? —le pregunte a una de mis chicos a ver el revoltijo que se tenía todo el lugar. Me encontraba en la parte más alejada del ring y el tumulto de gente me impedía ver.

—Una chica subió al ring, se interpuso entre Ethan y Kian, la chica no se aparto y Ethan le di un puñetazo en la cara. La dejo noqueada. Es una chica realmente valiente —dijo Elliot, uno de mis chicos.

—O realmente estúpida —respondí con indiferencia. Pero un extraño sentimiento se colaba en mis venas, poniéndome nervioso. O estaba borracho o realmente me estaba preocupando por la chica.

—A la mierda... —murmure por lo bajo. Le di una calada al porro y luego lo tire al suelo y lo aplaste con la suela de mis zapatos, le di un último trago a mi cerveza y me abrí paso entre la gente hacia el ring.

Empujaba a la gente a codazos, pero estos al ver quien era solo se callaban y apartaban de mi camino en silencio, eso hizo que una pequeña sonrisa de suficiencia y superioridad se dibujara en mi rostro. Pero esta desapareció por completo al ver el ring. Mariposa estaba en el suelo del ring, y sus ojos del color de las olas del mar estaban cerrados. En su mejilla izquierda empezaba a formarse un purpurino hematoma. La rabia me cejo, mi mandíbula se apretó con fuerza y los músculos de mis brazos se tensaron. Di grandes zancadas hacia el ring y de un salto me subí en el.

El imbécil de Ethan se regodeaba con la multitud, subido en las cuerdas del ring. Me acerque hasta él, la ira hierve en todo mi organismo y la imagen de Mariposa en el suelo solo incrementa mi ira. Mis manos están cerradas en puños, y mis nudillos se vuelven de un color blancuzco por la fuerza que ejerzo en estos. Toco el hombro de Ethan y en el momento en que puedo divisar su rostro atesto un fuerte puñetazo en su cara, escucho el crujir de los huesos bajo mi puño y estoy seguro que le he roto la nariz. Ethan se tambalea hacia atrás, desconcertado y aturdido por el golpe y cae de bruces al suelo. Me agacho hacia él y le susurro con el tono de voz más amenazante que pude emplear:

—Vuelves a tocarla y te mato. Juro que lo haré.

Sin esperar su respuesta, me gire y me agache junto a Mariposa. Pase uno de mis brazos por abajo su cuello y el otro en su cintura, me impulse hacia arriba y nos saque a los dos del ring.

— ¡¿Qué miran?! —brame hacia los que se me habían quedado viendo, estos apartaron con rapidez su mirada hacia otro lado.

Camine a pasos ligeros hacia los cuartos de atrás con Mariposa entre mis brazos. Patee una de las puertas y me adentre en el pequeño cuarto. Acosté a Mariposa en un desgastado y mullido sofá de cuero azul. Me quede parado a su lado, observándola. Su fino rostro se encuentra sereno y el único imperfecto en el es ese hematoma en su mejilla. Sus grandes y esponjados labios color rosa están entreabiertos y sus largas pestañas descansan sobre la cúspide de sus pómulos.

— ¡Ey, Deuce! Ganamos mucho dinero en las apuestas, viejo. —La alegre voz de Ambrose inunda el pequeño cuarto, y la pequeña Mariposa se revuelve un poco en el sofá.

—Silencio —murmuro señalando con la cabeza a la chica.

Ambrose levanta una de sus cejas hacia mí y una sonrisa divertida empieza a extenderse en su rostro.

— ¿Quién es ella? —pregunta.

—No te importa —le contesto bruscamente

—Okey, tranquilo viejo —dice levantando las manos, pero su estúpida sonrisa sigue pegada a su rostro.

DeuceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora