Capítulo dieciséis.

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Todo ha sido difícil últimamente, sobre todo para Kian. La perdida de E. nos devasto a todos, pero Kian se llevo una de las peores partes. Cayó en una severa depresión; apenas comía y se saltaba las clases de la universidad. Desaparecía por días enteros, para luego regresar a mitad de la noche con un fuerte olor a whisky. Obviamente yo me preocupo por él, le he suplicado varias veces que ya no beba, que puede tener algún accidente; pero no me escucha. Yo solo quiero volver a ver esa juguetona sonrisa en su rostro y poder escuchar su estruendosa risa, quiero que ese velo de tristeza desaparezca de su rostro, solo quiero verlo feliz.

Regrese al trabajo luego de una semana de inasistencia, le había explicado anteriormente a la gerente la situación por la que estaba pasando y ella lo comprendió todo e inclusive me dio el sueldo de los días que falte. No se gana mucho trabajando en Domino's Pizza, pero el sueldo que gano es mejor que nada y el trabajo en sí no es difícil; especialmente en el turno de la noche.

Cuando el reloj marca las 11 de la noche, me despido de Hank, mi compañero de turno y salgo hacia el frío exterior. Exhalo con fuerza y un vaho blanco se arremolina en mi rostro, apresuro el paso y quito la alarma del auto de Kian; el cual le pedí prestado. Me acomodo en el asiento del conductor y enciendo el motor. Las calles están solitarias y el ruido del motor es lo único que puedo escuchar. Durante un instante una idea atraviesa mi mente. Giro el volante y me adentro hacia Elmwood Avenue. Aparco el auto en la entrada principal y apago el motor. El helado viento escuece la piel descubierta de mi rostro, aprieto con fuerza el abrigo de lana y me adentro a paso firme hacia el interior. El cementerio es solitario a estas horas, y las sombras de las estatuas crean un ambiente siniestro y misterioso. Un leve temblor recorre mi cuerpo, pero me obligo a ignorarlo y camino un poco más deprisa.

Me detengo y observo durante unos instante la lápida que tengo frente a mí, un nudo se forma en mi garganta y siento las lágrimas picar detrás de mis párpados. Cierro los ojos e inspiro con fuerza. Me agacho junto a la lápida y me recuesto levemente en ella, limpio con la manga de mi abrigo la leve y fina capa de nieve que se acumulo en la lápida. Recorro con mis dedos desnudos las letras grabadas en el cemento, una dolorosa punzada me atraviesa el pecho, el nudo se aprieta más en mi garganta y me cuesta respirar.

—Sé que esto se mirara tonto —empecé a decir con voz baja y temblorosa—, pero realmente quiero creer que me escuchas, que estas en un lugar mejor y como si un truco de magia se tratase, tú puedes escucharme y estas a mi lado justo en este momento y... —mi voz se quebró dolorosamente, apoye mi cabeza en el frío cemente y deje que unas cuantas lágrimas salieran libres de mis ojos. — ¿A quién engaño? Te extraño mucho, E. Joder, te extraño muchísimo.

Algunas cosas han empeorado desde que te... fuiste. Kian está muy triste, yo también lo estoy pero él... —niego con la cabeza y continúo con mi conversación con el universo, con E. —Él está muy mal, y solamente quiero que vuelva a estar feliz. Solo quiero volver a ver esa estúpida sonrisa en su rostro. Yo solo quiero que este bien y no tengo ni la menor idea de cómo lograrlo.

El silencio y la oscuridad me rodean, y contemplo con tristeza el repleto cementerio. Cuántos muertos, cuántas vidas y corazones destruidos. Limpio mi rostro con la manga del suéter, miro al cielo y me pregunto hacia donde habrán de parar todas esas almas. El silencio es rasgado por unas suaves pisadas, que no ser por estar todo tan callado no las habría escuchado. Volteo mi cabeza hacia los lados, intentando descubrir de donde viene el sonido. Las pisadas empiezan a escucharse más fuerte y más cerca, la negrura se extiende por todo mi campo de visión, haciéndome imposible ver siquiera a medio metro de distancia. Me levanto de un salto del suelo, y rebusco en mi bolso el Spray de gas pimienta. Lo sostengo con fuerza en mi mano mientras intento enfocar mi vista hacia adelante.

DeuceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora