Capítulo ocho.

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— ¿Qué diablos te pasó en la cara? —pregunté a Aiden cuando llegué a "El cuartel"; un enorme almacén abandonado que se encuentra en los barrios bajos de Detroit.

—Es una larga historia —pude percibir el enojo en su voz. —Deuce... hay un problema —observé como tragaba saliva repetidas veces.

—Ese me lo dijiste por teléfono, Aiden. ¿Qué mierdas ocurrió?

—Y-yo, yo perdí la USB donde estaba la información que... —no lo deje terminar.

Di un paso hacia él, sentí como los demás que se encontraban en el almacén daban pasos hacia tras. Me detuve a centímetros de su rostro, Aiden es más bajo que yo así que tuvo que levantar el rostro para mirarme, sus hombros se encuentran alzados, haciendo que parezca seguro y cero intimidado. Pero yo sé que muy en el fondo él, y toda esta multitud de bastardos hijos de puta, me tienen miedo. Y eso se siente genial. Sonrió a medias, Aiden relaja las facciones al ver mi gesto y está a punto de devolver la sonrisa, pero yo se la borro de un fuerte puñetazo en la mandíbula.

Agarro el cuello de su camisa con mi puño y lo acerco a mí y le doy otro puñetazo, esta vez atinándole en la mejilla, luego lo suelto y lo dejo caer al suelo. Nadie dice nada, el único sonido que se escucha son los suaves gemidos adoloridos por parte de Aiden y mi agitada respiración.

— ¡¿Eres tan estúpido que no puedes cumplir bien una simple tarea que te ordené?! —silencio total. — ¡¿Sabes a cuantos informantes perdí para poder conseguir esa información?! —pateó con fuerza su abdomen y Aiden gime. —Y tú imbécil de mierda, no puedes cuidar de algo tan pequeño. ¿Cómo carajos la perdiste? ¡Habla!

Aiden se para con dificultad, un hematoma purpurino empieza a salir en su pómulo derecho y de su labio sale un pequeño chorrito de sangre; pero no me podría importar menos.

—Yo no lo sé. Solo me acuerdo que cuando fuimos a buscar a Kian todavía la andaba conmigo, después subidos a esa chica de la que te hablamos a la camioneta y... Joder, la chica. Creo que la USB se cayó en la parte de atrás de la camioneta cuando intentaba subirla y la chica la recogió. Maldita hija de perra, cuando la encuentre le pegare un tiro en la cabeza. —susurró lo último por lo bajo y con tono de voz enojado.

Apreté con fuerza la mandíbula y me contuve para no golpearlo otra vez.

—Encuentra a la chica y la USB, porque si no —me acerque a Aiden. —Quién recibirá un tiro en la cabeza serás tú. ¿Entendiste? —Aiden asintió y respondió con un tembloroso "Sí señor". —Afuera todos —hablé hacia los demás chicos que se encontraban en el almacén, los cuales habían permanecido en silencio todo este tiempo. — ¡LARGO! —grité al ver que no se movían. Los chicos se apresuraron a salir y cuando escuche la puerta cerrarse le pegué un puñetazo a la pared, abriendo las viejas heridas en mis nudillos.

Jalé mi cabello con frustración y furia, mientras mentalmente me reprimía por no haber al menos tenido una copia de la información de la USB.

—Estúpido, estúpido —susurré por lo bajo, me hinque en el suelo mientras seguía jalando de las lacias hebras de mi cabello.

—Ey, amigo, tranquilízate —una mano se posó en mi hombro. No era necesario voltearme para saber quién era, Ambrose Martin es el único que se atreve a llamarme amigo y es por una simple y sencilla razón: él realmente es mi amigo.

—No, Ambrose, no puedo estar tranquilo. Tú más que nadie sabe cuán valiosa es esa información y a cuantas personas perdí para conseguirla; y viene el idiota de Aiden y la pierde. ¡Joder!

—No pierdas la cabeza, Deuce, Aiden encontrará a la chica y la USB

Me levanté del suelo, erguí mis hombros —haciéndome lucir más grande e imponente— y con voz dura y mirada inescrutable dije:

DeuceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora