Capítulo diecisiete.

54.8K 3.3K 401
                                    

Como todos los días de semana, me levante a las 5 AM y me duche para ir a la universidad. Me cambie con un atuendo sencillo: una chaqueta de cachemira negra, unos pantalones entubados color azul oscuro y botas militares cortas. Aplique maquillaje simple en mi rostro. Tome mi bolso y salí de mi habitación.

Contemple el silencio que reinaba en toda la casa, los primeros rayos de sol empezaban a entrar por las ventanas, dándole una tenue luz al interior de la casa. Suspire con fuerza y di media vuelta, quedando frente a la puerta de la habitación de Kian. Abrí la puerta despacio y con suavidad, metí primero mi cabeza y deje que mis ojos inspeccionaran el interior del cuarto. El bulto que Kian creaba en torno a las sabanas me dio la confianza de pasar. Me acerque hasta él, me senté en el borde de la cama y peine con mis dedos su lacio cabello hacia atrás.

—Kian... Kian, despierta —dije mientras lo sacudía ligeramente de los hombros

Mi hermano emitió un gruñido y se revolvió entre las sabanas.

—Vamos, Kian, tienes que levantarte —persistí, sacudiéndolo un poco más fuerte hasta que sus parpados revolotearon y se abrieron por completo.

— ¿Qué quieres, Erin? —pregunto con su típica voz ronca mañanera, mientras se incorporaba y restregaba su rostro.

— ¿Cómo qué que quiero? Tienes que levantarte e ir a la universidad, estas faltando mucho últimamente —dije a la defensiva

—Sí, sí. Como sea. Vete, yo iré de otro rato —dijo en tono desdeñoso y fastidioso, luego subió su colcha hasta su barbilla y se volvió a acostar.

Lo observe con mucha tristeza y dolor.

—Bien —susurré por lo bajo. —Nos vemos de otro rato, Kian —me levante de la cama y me agache un poco para dejar un beso en su mejilla.

—Te quiero —le susurre.

Kian me ignoro y se dio la vuelta, dándome la espalda. Una punzada de dolor me atravesó el pecho, la quemazón en mis párpados me alerto que no faltaba mucho para que me echara a llorar. Entendió por que Kian se encuentra así, pero eso no quita el hecho que duela como un demonio que me trate de esa manera.

Aclare un poco mi garganta y respire profundamente, intentando ahuyentar las lágrimas; luego me di media vuelta y salí de la habitación.

[...]

—Erin... Erin... ¡Erin!... ¡ERIN! —un grito ensordecedor me saco de mi ensimismamiento. Me quede mirando fijamente a Sam.

— ¿Qué? —le pregunte al ella quedarse callada.

— ¿Estás bien? —pregunto luego de un rato.

—Sí, completamente —mentí. No estaba ni cerca de estar bien. La muerte de E., la tristeza de Kian, y mi propia tristeza me estaban hundiendo poco a poco.

— ¿Segura? —insistió.

—Sí —volví a mentir.

Sam asintió no muy convencida y clavo sus hermosos y calculadores ojos grises en mí.

—Es solo que te la pasas metida en otro mundo, tú mundo y te quedas con la vista fija en un punto de la pared y realmente no creo que estés bien.

—Estoy bien —mentí, de nuevo. —Es solo que... me gusta pensar.

— ¿En qué piensas? —pregunto curiosa.

—No es la gran cosa —susurré. Estaba mintiendo, mis pensamientos no se alegaban de Kian y principalmente, no podía sacarme de la cabeza al chico el cual tenía el cielo en sus ojos. No me dijo su nombre, pero no dejaba de pensar en él. Y en su extraño mote hacia mí: Mariposa.

DeuceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora