Capítulo treinta y nueve.

19.8K 1.6K 246
                                    

— ¿Acaso eras tú el que me estaba siguiendo? —Le pregunto algo exaltada, elevando un poco la voz pero no tanto como para convertirse en un grito; para evitar llamar mucho la atención.

—Claro que no, Princesita. Ni que fueras tan importante.

Su estúpida sonrisa cínica me invita casi con desesperación para que vuelva a impactar mi puño contra su rostro.

—Entonces, ¿qué haces aquí?

Da un paso hacia atrás, como si lo hubieran empujado, y me da una mirada burlona. Voltea su cabeza hacia un lado y da una risotada sarcástica. Siento mis mejillas arrebolarse lentamente, tanto de la vergüenza por atraer la atención de la gente como por la furia que empieza a arder en mi pecho.

Cuando termina de reír, Ambrose me queda viendo fijamente y alza una de sus oscuras y pobladas cejas hacia arriba; en un movimiento casi artístico de pura arrogancia.

—No sabía que este lugar era tuyo. —Una pequeña sonrisa ladeada sigue pintada en sus delgados labios, pero su rostro se torna en una expresión seria a medida que se acerca unos pasos a mí. —Puedo ir donde yo quiera, no trates de hacerte la ruda conmigo.

—Vete a la mierda, entonces.

Lo miro con ojos furiosos y con los brazos cruzados sobre mi pecho, esperando otra respuesta mordaz de su parte. Sólo un ceño profundamente fruncido y unos labios apretados hasta formar una delgada línea es la única respuesta que obtengo.

Resoplo casi con burla por su comentario inexistente y paso por su lado chocando con fuerza contra su hombro. No me he alejado demasiado cuando siento un agarre en mi hombro, me volteo con fuerza y estoy a punto de confrontar al dueño de ese toque.

— ¿Qué carajos quieres? —Le pregunto entre dientes.

Ambrose me suelta y parece ignorar mi agresiva reacción y casi me habla con suavidad cuando me dice:

—Dijiste que alguien te estaba siguiendo. —No es una pregunta pero aún así le contesto:

—Sí.

— ¿Alcanzaste a ver quién te seguía? —Me pregunta en voz baja.

—No, iba en un auto. Pero estoy segura que me seguía.

— ¿Cómo era el auto? Descríbelo.

— ¿Para qué quieres...?

—Hazlo. —Me interrumpe con fuerza.

—Era un todo terreno color negro, tenía las ventanas ahumadas. Por eso no pude ver quién iba conduciendo. —Fruncí un poco el entrecejo al intentar recordar todos los detalles importante.

— ¿Algo más? —Me pregunta con algo de insistencia.

—No, creo que... —me quedo unos segundos pensando y mi ceño se relaja al recordar algo más:— Ah, sí; recuerdo que tenía unos neumáticos color rojo brillante. Era como si quisiera llamar la atención. Algo un poco irónico tomando en cuenta sus ventanas ahumadas.

Ambrose asiente con la cabeza lentamente y su entrecejo se frunce un poco en concentración. Sus facciones se relajan en un instante y vuelve ese toque característico que poseen sus rasgos. Me queda viendo directamente a los ojos un segundo y luego me sonríe.

—Bien. Vamos, te acompañaré. —Entrelaza su brazo con el mío y yo con algo de confusión me dejo ser.

— ¿A dónde? —Pregunto e intento soltarme de su toque.

—A donde sea que te dirigías —me aprisiona con más fuerza el brazo y, lanzando un bufido de fastidio, dejo que vayamos con los brazos entrelazados.

DeuceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora