— ¡La bicicleta! —mis parpados se abren bruscamente, y parpadeo repetidas veces para adaptarme a la luz. Me levanto y mis músculos se quejan, dormir en el suelo definitivamente no es cómodo. Estiro mi cuerpo, escucho el crujir de los huesos y suspiro con satisfacción.
—Kian... —murmuro mientras pateo con suavidad el lánguido cuerpo de mi hermano. —Kian, despierta.
Kian balbucea algo por lo bajo y luego abre lentamente sus ojos. Cuando me ve de pie junto a él me sonreí perezosamente.
—Buenos días, fea —su voz mañanera es gruesa y ronca.
—Necesita tu auto —le digo precipitadamente
— ¿Para qué? —pregunta mientras se levanta del suelo. Kian hace una mueca de dolor cuando se encuentra de pie.
—Necesito recuperar una bicicleta —respondo con una pizca de indiferencia.
—Tú no tienes bicicleta —una de sus tupidas cejas se alza hacia arriba.
—Lo sé, no es mía. Es de James.
— ¿James, nuestro vecino de ocho años? ¡Erin!, ¿le robaste la bicicleta a un niño?
—No se la robe, la tome prestada; sin su permiso —murmuro por lo bajo, avergonzada.
— ¿Por qué la tomaste? —preguntó mientras tomaba asiento en el sofá; yo me quedé de pie.
—Para seguirte, quería ver para donde ibas y la bicicleta me pareció la mejor opción.
— ¿Me seguiste en bicicleta a media noche? ¡Erin, sabes lo peligroso que fue eso! Y estúpido. Pudo haberte pasado algo en el camino.
Me volví hacia él, furiosa.
— ¡No intentes hacerme quedar mal a mí! ¡Te seguí, sí, pero fue porque me preocupo por ti! No es mi maldita culpa que mi hermano se haya estado comportando como un total imbécil las últimas semanas y me haya estado ignorando y evitando. Cúlpame por preocuparme por ti, idiota.
La expresión dolida de Kian me estrujo el corazón, pero aun así me mantuve impasible. Me di media vuelta y empecé a subir las escaleras.
—Erin, espera —el agarre de Kian en mi brazo me detuvo
—Kian, suéltame. Estoy enojada contigo, idiota
—Lo siento, lo siento, lo siento. Por favor no te enojes conmigo. No quiero ser de ese tipo de hermanos que pasa peleando a cada rato. Me arrodillo si quieres, pero por favor perdóname, Cloud.
Sin poder evitarlo una risita infantil salió de mis labios, haciendo que una pequeña sonrisa apareciese en el rostro de mi hermano.
— ¿Cloud? No me dices así desde que tenía ocho años —sonreí con nostalgia al recordar.
Cuando yo tenía siete años descubrí un helado llamado helado de nubes. Me gustaba tanto que le rogaba a mamá que me comprara y lo comía todos los días. Lo comía tanto que empecé a defecar de un color azul pálido fluorescente. Kian me llamó Cloud durante un tiempo, como burla por lo que me había pasado; pero yo deje de comer ese helado y él dejo de decirme así. Hasta ahora.
—Pensé que lo habías olvidado —murmuro sin soltar la pequeña sonrisa que baila en la comisura de mi boca.
—No, no lo hice —contestó mientras el agarre en mi brazo iba disminuyendo hasta que Kian me soltó por completo.
Me senté en uno de los escalones de madera y palmee el lugar a mi lado, instando a Kian a sentarse junto a mí.
—Eres un idiota, pero eres mi hermano y no puedo estar enojada contigo por mucho tiempo. Ahora abrásame, imbécil —abrí mis brazos y Kian se coloco entre ellos, envolví mis brazos alrededor de su cuerpo y lo apretuje contra mí. —Prométeme que no volverás a ir a ese lugar. Prométemelo, Kian.
ESTÁS LEYENDO
Deuce
حركة (أكشن)Él no es como los típicos «chicos malos» que la mayoría de las historias describen. Él no tiene una motocicleta Harley Davidson, no, el tiene un Audi r8 color gris con las ventanas polarizadas y blindadas. Él no guarda cajetillas de cigarros Marlbor...