Capítulo nueve.

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— ¿Kian? ¡Kian! —corrí hasta mi hermano, el cual se encontraba sentado en el filo de la escalera; recostado contra la pared y presionando su abdomen. —Oh, Dios mío, ¿qué sucedió? —pregunte horrorizada al tomar con suavidad sus manos y darme cuenta que las tenía manchadas de sangre; su sangre.

—No me respondías—empezó a balbucear. —Te estaba llamando para pedirte perdón por haberte tratado así, pero tú no me respondías. Empecé a preocuparme así que baje, pero tropecé en las escaleras y caí. Y te gritaba para que me ayudaras pero tú no estabas y... Erin, me preocupe tanto.

—Lo siento, lo siento. Solo fui al supermercado. Lo siento —la culpa invade mi torrente sanguíneo como un ácido corrosivo, una de mis manos presiona el abdomen de Kian y la otra se mueve con rapidez dentro del bolsillo del overol hasta encontrar mi teléfono móvil.

— ¿Qué haces? —pregunta Kian cuando tecleo en mi teléfono el numero de emergencias

—Necesitas ir al hospital

Kian me arrebató de un manotazo el teléfono al momento de mencionar la palabra "hospital".

—Nada de hospital, ya llamé a E. —habló con un poco de rudeza en su voz, y fue en ese momento que me percate del teléfono que reposaba al lado de Kian.

Iba a replicarle que E. no es médico, cuando el sonido del motor de un auto y rápidas pisadas interrumpieron mi objeción.

E. y otro hombre —él cual yo desconozco— entraron con rapidez a la casa, no había cerrado la puerta por lo cual tuvieron el paso libre, E. no dijo nada, solo agarro a Kian entre sus brazos y camino a grandes pasos hacia la parte superior de la edificación; el hombre desconocido lo siguió detrás.

Recogí las cosas que había tirado al suelo y cerré la puerta con seguro, para luego correr escalaras arriba para ver que estaba sucediendo con Kian. Abrí la puerta con lentitud, no queriendo perturbar a nadie, Kian se encuentra recostado en su cama, con los ojos cerrados y la respiración tranquila. El hombre desconocido está sentado a la par de Kian mientras pasa un algodón una y otra vez sobre el abdomen de mi hermano. Me acerco hasta E. y le susurro por lo bajo:

— ¿Qué está haciendo?

—Esta anestesiando la zona para poder cerrar la herida del abdomen

Abro mis ojos sorprendida y me detengo a observar a E. unos segundos.

— ¿No deberíamos mejor ir a un hospital?

—No —respondió al instante y con una rudeza en su voz que no había escuchado antes en E.

— ¿Por qué no? —pregunte a la defensiva, odio que me oculten cosas y claramente Kian y E. esconden algo.

E. solo me dedico una mirada cargada de enojo y frustración. Eso fue una clara señal para no seguir insistiendo en el tema.

—Sera mejor que salgan —hablo el hombre sin voltear a mirarnos, su voz es profunda y grave; autoritaria.

Mire a E., como si buscara la aprobación en su mirada, E. asintió y camino con paso lento hacia la puerta y yo le seguí detrás. Volteo la mirada por sobre mi hombro y observo con detenimiento a Kian y luego al hombre, E. lo conoce así que puedo tener la seguridad que está en buenas manos.

Cuando bajamos hacia la sala, E. se deja caer el sillón y se acomoda en el, yo tomo asiento a su lado.

— ¿Quieres algo de tomar? —pregunto solo para romper el silencio

—No gracias —no voltea a verme cuando lo dice. —Me prometiste que cuidarías de él —esta vez sí voltea a verme y la mirada de reproche que me brinda hace que sea yo quien baje la mirada.

DeuceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora