Capítulo veintisiete.

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—Deuce, detente —gemí cuando Deuce posó sus labios sobre mi cuello y dejó pequeños besos en el. Muevo mi cabeza y me alejo unos centímetros del cálido toque de Deuce, mi respiración es agitada y mi corazón late con fuerza contra mi pecho.

—Quiero seguir besándote —murmura y hace un leve y tierno mohín, corta los pocos centímetros que nos separaban, utilizando de todo mi autocontrol, puse mis manos en su pecho y lo empujé un poco, alejándolo levemente de mí.

—Sigo muy enojada contigo, ¿sabes?

—Lo siento mucho, Mariposa —dijo y sonó tan sincero que mi débil y compasiva alma no dudó en creerle.

—Eres un idiota —refunfuño entre dientes.

—Lo sé —sonrió y mi corazón casi se detiene al presenciar su hermosa sonrisa. — ¿Quieres ir a dar un paseo? —preguntó mientras pasaba su brazo por mi cintura, sujetándome contra él.

Sin poder evitarlo, la duda se esparció por mi mente. Todavía sigo sin confiar totalmente en él, y no me culpen, todavía me sigue doliendo lo que me hizo. Deuce ha de notar mi nerviosismo y mi desconfianza hacia él, porque me da una sonrisa triste y dice:

— ¿Tanto daño te hice? —pregunta en un hilo de voz mientras pasa sus pulgares por mis mejillas; sus dedos son rasposos pero su toque es cálido y me hace sentir... ¿segura? Ni siquiera yo sé con exactitud qué es lo que me hace sentir Deuce, solo sé que me gusta, sea lo que sea, me gusta.

— ¿A dónde me llevarás? —pregunto cambiando de tema, sin querer responder a su pregunta, por que la respuesta le dolerá tanto a él (eso creo) y a mí.

—Es una sorpresa —responde con una pequeña sonrisa bailando en las comisuras de sus gruesos y rosados labios.

—No me gustan las sorpresas —digo con una pequeña sonrisa burlona.

—Pero esta si te gustará, o eso espero. —Dice y frunce levemente el ceño.

—De acuerdo, vamos. —Sujeto su brazo derecho con mi mano y lo empujo un poco para que camine fuera de mi habitación. —Por cierto, ¿cómo lograste entrar a la casa? —pregunto mientras bajamos las escaleras.

—Por la puerta trasera; estaba abierta —murmura.

Maldigo por lo bajo y me doy una bofetada mentalmente por ser tan descuidada.

—Nunca vuelvas a hacer eso, ¿de acuerdo? Realmente me asustaste.

—De acuerdo, Mariposa. —Afirma y con las yemas de sus dedos acaricia mi antebrazo, enviando pequeñas descargas por todo mi cuerpo y haciendo erizar el vello de mis brazos.

Salimos de la casa y me aseguro de cerrar bien la puerta. El aire helado nos azota y el silencio es ensordecedor. Suspiro audiblemente y mi aliento se vuelve un vahó blanquecino arremolinado en mi rostro, casi por inercia me apego más a Deuce buscando algo de calor corporal. Nos encaminamos hacia su formidable Audi r8 color gris, Deuce deshace el agarre en mi cintura y trota unos cuantos pasos, adelantándose para abrirme la puerta del auto como todo un caballero. Agradezco su acción brindándole una pequeña sonrisa tímida. Deuce rodea rápidamente el auto y se acomoda en el asiento del conductor. Encaja la llave de encendido en la pequeña cerradura y de un momento a otro el motor despierta con un potente y ronroneante rugido. El auto toma la autopista principal y se dirige al suroeste de Novi.

— ¿Me sacarás de la ciudad? —Le pregunto a Deuce mientras alzo con lentitud una de mis cejas.

Deuce aparta sus ojos del camino y voltea hacia mí y me sonríe mostrando sus blancos y perfectos dientes. Durante ese instante, mi corazón da un furioso vuelco contra mi pecho y siento como si mis pupilas se dilatarán cada vez que miro a Deuce sonreír. Mi corazón late con fuerza y mis pulmones parecen haberse quedado sin aire en el momento en que Deuce me sonrió. Tengo que inspirar profundamente para recobrar la compostura.

DeuceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora