Capítulo cuatro.

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— ¡Mis cervezas! —gritó Kian

Caminó a grandes zancadas hasta donde nos encontrábamos, se arrodilló enfrente de la pequeña mesa de centro y abrazó las latas vacías de cerveza que se encontraban allí.

— ¡Ustedes, monstruos, se han acabado mi último Six pack de cerveza! —gritó ''dolido''

Rodee los ojos, me saque uno de los zapatos y se lo tire en la cabeza a Kian

— ¡Auch! —se quejó de dolor mientras se sobaba la cabeza

—Deja de ser tan dramático, hermano —dije mientras alcanzaba el zapato que le había lanzado y me lo ponía.

Kian se sentó en el sofá individual y se cruzo de brazos mientras refunfuñaba por lo bajo.

—Te comprare dos Six pack cuando volvamos al supermercado —le dije

Kian sonrió alegre y se sentó en el suelo alfombrado, frente a E. y a mí.

— ¿Qué tal la pasaron? —preguntó

Me sonroje ante el recuerdo del rostro de E. cerca del mío; listos para besarnos, hasta que apareció Kian.

—Mmm, ya sabes —dije nerviosa. —Vimos una película en Netflix y comimos palomitas...

—...Y se tragaron toda mi cerveza —me interrumpió Kian

— ¡Ya deja eso, joder! —exclame exasperada

—Okey, okey —murmuro Kian levantando los brazos en señal de rendición. —Rabiosa

— ¿Quieren ir a alguna parte? —pregunto E.

—Claro, pero primero iré al baño—dije mientras me levantaba del sillón y subía las escaleras.

Lavé mis dientes y cepille con pasadas rápidas mi cabello, retoque mi maquillaje y rocíe un poco más de perfume en mi cuello. Tomé un pequeño bolso cruzado, mi teléfono, las llaves y un poco de dinero y salí de la habitación.

—Ya estoy lista —exclamé al estar cerca de los chicos

—De acuerdo, andando —dijo Kian con entusiasmo

[...]

— ¡Tengo una idea! —vociferé, el sonido estrepitoso del vaso de plástico chocando contra la superficie de madera maciza de la mesa hace que Kian y E. paren de hablar entre ellos y me presten atención.

—Ajá, dinos tu genial idea, brillante hermana —dijo Kian dándole tragos paulatinos a su café latte

—Para eso tenemos que ir a una ferretería —me levente del asiento y deje un billete de 5 dólares como propina.

E. y Kian también se levantaron y caminaron atrás de mí, haciendo bromas y platicando entre ellos. Paré en seco al percatarme de algo:

— ¿Dónde hay alguna ferretería? —mi desconcierto y mi falta de orientación en la nueva cuidad, hizo que Kian y E. rieran divertidos.

Los dos tortolos me agarraron cada uno de mis brazos y me jalaron a lo que supuse era a una ferretería.

—Y ¿qué hacemos aquí? —preguntó Kian al estar dentro de la ferretería. Un enorme almacén con hileras de estanterías y pasillos.

—Vamos a comprar pintura —hice un extraño movimiento de manos y empecé a caminar en busca de la pintura.

— ¿Para qué necesitamos pintura exactamente? —preguntó Kian

—Decorare mi habitación; ya no quiero seguir durmiendo contigo, mucho roncas —declaré

E. rió por lo bajo.

DeuceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora