Capítulo veintiuno.

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Entreabrí los labios ligeramente, sorprendida por su presencia. Entorne mis ojos hacia la oscuridad y fije mi vista hacia la sombra del gran cuerpo de Deuce.

—Hola, Mariposa. —Podía sentir su sonrisa en sus palabras; mi corazón dio un vuelco al escuchar ese mote que tenía hacia mí, por alguna razón cada vez que lo decía mi respiración parecía atascarse en mi garganta.

— ¿Qué haces aquí? —vociferé hacia él.

—Tengo algo que te pertenece —respondió en tono de voz levemente alto.

Fruncí el ceño en confusión.

— ¿El qué? —pregunté con curiosidad.

—Baja y lo sabrás

Aprisioné mi labio inferior entre los dientes, pensando en sí debería bajar o no.

—Bajo en un momento —le informé, dejándome vencer por la curiosidad.

Me coloque rápidamente mis Crocs y abrí con lentitud la puerta de mi habitación. Voltee mi cabeza hacia los lados, cuando vi que no hubiera moros en la costa salí a paso apresurado hacia las escaleras. Acallé mis pasos lo más que pude. Le quite el seguro a la puerta de entrada y la abrí con suavidad. La fría brisa chocó contra mi piel descubierta, los vellos de mis brazos se erizaron y cuando exhalé un vaho blanquecino se arremolino en mi rostro.

Trote a paso ligero hacía el patio trasero; donde había divisado a Deuce. Me detuve cuando lo vi. Las sombras hacían contraste con su aceitunada piel y las manchas se oscuridad que quedaban atrapadas en su rostro lo hacían lucir más rudo, peligroso e intimidante.

Deuce... —susurré como si el aire se me hubiera escapado de los pulmones.

—Siento haberte despertado, Mariposa, pero tenía que entregarte algo. —Estira su brazo hacia mí, agarra mi mano y deposita en mi palma mi Samsung Galaxy A5 en ella.

Observo el teléfono con algo de confusión, luego elevo mi rostro hacia Deuce y fijo mi mirada en sus ojos.

— ¿Cómo...? —pregunto con un notable hilo de confusión y extrañeza en mi voz.

—Lo dejaste olvidado en mi auto —responde. Aprieto el teléfono contra mí mano y lo guardo en el bolsillo de mi pantalón chándal.

—Gracias —le agradecí. El silencio nos envolvió, estruje mis dedos nerviosamente. —Creo que ya tengo que volver —susurre e hice un leve gesto con la cabeza señalando hacia el interior de la casa.

Antes de siquiera poder avanzar un paso, Deuce se interpuso en mi camino y me agarro por la cintura.

—No, no te vayas —murmuró tan bajo que casi no logre escucharlo. Mi corazón dio un vuelco al escuchar su petición, mi estomago se comprimió deliciosamente y una pequeña sonrisa empezaba a rasgar la comisura de mis labios. —Ven conmigo, vamos a dar un paseo.

Sopeso la idea en mi mente y me tengo que controlar para no gritar a todos los vientos un emocionante y rotundo "sí".

—Kian no se dará cuenta —me persuade Deuce al notar mi mirada sobre la ventana que da a la habitación de Kian.

Muerdo mi labio inferior y lo retuerzo entre mis dientes. Asiento lentamente hacia Deuce.

—De acuerdo, vamos —digo. El fantasma de una sonrisa cruza los carnosos y grandes labios de Deuce y sus ojos parecen centellar.

—Entonces, andando —habla y hace una pequeña reverencia hacia mí; indicándome que camine primero.

El olor a menta y a la loción de Deuce inunda mis fosas nasales al momento de entrar a su auto, respiro profundamente; inundando mis pulmones y mi mente con su aroma.

DeuceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora