Entreabrí los labios ligeramente, sorprendida por su presencia. Entorne mis ojos hacia la oscuridad y fije mi vista hacia la sombra del gran cuerpo de Deuce.
—Hola, Mariposa. —Podía sentir su sonrisa en sus palabras; mi corazón dio un vuelco al escuchar ese mote que tenía hacia mí, por alguna razón cada vez que lo decía mi respiración parecía atascarse en mi garganta.
— ¿Qué haces aquí? —vociferé hacia él.
—Tengo algo que te pertenece —respondió en tono de voz levemente alto.
Fruncí el ceño en confusión.
— ¿El qué? —pregunté con curiosidad.
—Baja y lo sabrás
Aprisioné mi labio inferior entre los dientes, pensando en sí debería bajar o no.
—Bajo en un momento —le informé, dejándome vencer por la curiosidad.
Me coloque rápidamente mis Crocs y abrí con lentitud la puerta de mi habitación. Voltee mi cabeza hacia los lados, cuando vi que no hubiera moros en la costa salí a paso apresurado hacia las escaleras. Acallé mis pasos lo más que pude. Le quite el seguro a la puerta de entrada y la abrí con suavidad. La fría brisa chocó contra mi piel descubierta, los vellos de mis brazos se erizaron y cuando exhalé un vaho blanquecino se arremolino en mi rostro.
Trote a paso ligero hacía el patio trasero; donde había divisado a Deuce. Me detuve cuando lo vi. Las sombras hacían contraste con su aceitunada piel y las manchas se oscuridad que quedaban atrapadas en su rostro lo hacían lucir más rudo, peligroso e intimidante.
—Deuce... —susurré como si el aire se me hubiera escapado de los pulmones.
—Siento haberte despertado, Mariposa, pero tenía que entregarte algo. —Estira su brazo hacia mí, agarra mi mano y deposita en mi palma mi Samsung Galaxy A5 en ella.
Observo el teléfono con algo de confusión, luego elevo mi rostro hacia Deuce y fijo mi mirada en sus ojos.
— ¿Cómo...? —pregunto con un notable hilo de confusión y extrañeza en mi voz.
—Lo dejaste olvidado en mi auto —responde. Aprieto el teléfono contra mí mano y lo guardo en el bolsillo de mi pantalón chándal.
—Gracias —le agradecí. El silencio nos envolvió, estruje mis dedos nerviosamente. —Creo que ya tengo que volver —susurre e hice un leve gesto con la cabeza señalando hacia el interior de la casa.
Antes de siquiera poder avanzar un paso, Deuce se interpuso en mi camino y me agarro por la cintura.
—No, no te vayas —murmuró tan bajo que casi no logre escucharlo. Mi corazón dio un vuelco al escuchar su petición, mi estomago se comprimió deliciosamente y una pequeña sonrisa empezaba a rasgar la comisura de mis labios. —Ven conmigo, vamos a dar un paseo.
Sopeso la idea en mi mente y me tengo que controlar para no gritar a todos los vientos un emocionante y rotundo "sí".
—Kian no se dará cuenta —me persuade Deuce al notar mi mirada sobre la ventana que da a la habitación de Kian.
Muerdo mi labio inferior y lo retuerzo entre mis dientes. Asiento lentamente hacia Deuce.
—De acuerdo, vamos —digo. El fantasma de una sonrisa cruza los carnosos y grandes labios de Deuce y sus ojos parecen centellar.
—Entonces, andando —habla y hace una pequeña reverencia hacia mí; indicándome que camine primero.
El olor a menta y a la loción de Deuce inunda mis fosas nasales al momento de entrar a su auto, respiro profundamente; inundando mis pulmones y mi mente con su aroma.

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Deuce
ActionÉl no es como los típicos «chicos malos» que la mayoría de las historias describen. Él no tiene una motocicleta Harley Davidson, no, el tiene un Audi r8 color gris con las ventanas polarizadas y blindadas. Él no guarda cajetillas de cigarros Marlbor...