Convocatoria

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El decreto era ridículo, no cabía duda de que los ancianos estaban llevando las cosas a un extremo bastante retorcido, Katsuki no dejaba de apretar la mandíbula haciendo rechinar sus dientes con furia ante la orden que se le había dado.

Estaba tan perdido en sus pensamientos que no se percataba de la manera tosca y poco cuidadosa en la que estaba arrastrando al Omega a seguirlo, estaba tratando de encontrarle lógica alguna al decreto y hayar una solución en donde no tuviera que traicionar a Izuku como ellos querían pero nada venia a su mente frustrandolo demasiado.

No fue que se detuvo hasta que sintió su mano liberarse del agarre que mantenía con Izuku y el ruido sordo de una caída. Confuso se giro para ver al menor y al notarlo en el suelo rápidamente se acercó.

―Maldición, lo siento... —

Disculpó volviendo en si, no se había percatado de que su furia liberaba feromonas dominantes, era involuntario y parte de su naturaleza como alfa, pero siempre olvidaba lo mucho que podía afectar a su Omega si estaba cerca. Todo era un caos en la mente de Katsuki, muchas cosas habían pasado en tan poco tiempo, más malas que buenas y todo le frustraba.

Suspiro acercándose al menor pero abrió sus ojos amplios al notar como un suave y adolorido llanto salió de su amado. Podía sentirlo, la tristeza y la presión social a la que Izuku se veía forzado a aguantar después de que toda la tribu se enteró que no podían tener más cachorros. Era obvio que ese maldito decreto también lo había afectado tanto como a él o incluso más y el enlace que tenían no lo dejaba mentir. Era difícil ocultar lo que sentían el uno al otro.

Rápidamente se acercó a tomar al menor entre sus brazos y apretarlo contra su pecho, otorgó un par de besos en la cabeza mientras le ayudaba a levantarlo del suelo sacudiéndole la nieve de las rodillas.

―No llores, perdóname... Olvido controlar mis feromonas... Seré más cuidadoso —

Dijo sin soltarlo ni un segundo, no planeaba hacerlo hasta sentir que se había calmado, el menor seguía soltando leves gimoteos que eran como un golpeteo a sus oídos de forma frustrante. Quería hacerlo feliz y sin embargo lo único que le estaba dando como su esposo era una vida miserable en Kunnarta, el alfa no quería eso, quería tener al menos un capítulo alegre en su vida al lado de su amado sin que terminara en alguna clase de tragedia. A veces Katsuki pensaba que el destino se reía de ellos y les ponía todas esas pruebas a modo de juego.

Los aldeanos los veían con extrañeza, algunos con cierta lástima pues nadie quería estar en el lugar del Omega del líder o del mismo líder incluso. El rubio no era tonto, sabía se los malos comentarios que algunos hacían hacia el Omega y le molestaba pero tampoco podía culparlos después de todo esperaban también al heredero tanto como ellos.

Suspiro negando levemente con la cabeza y entonces la voz de Izuku mencionó en voz trémula el deseo de tener al cachorro allí.
Katsuki no supo que decir, había pasado un buen tiempo sin que tocaran el tema, ambos sabían que era un hilo doloroso que no buscaban tensar pero Katsuki sabía que Izuku no había logrado superarlo del todo aún. Seguía el remanente de esas sonrisas forzadas de vez en cuando. Evadiendo el tema cuando fue el momento de hablarlo. Ahora era algo difícil de tratar, así que solo suspiro y asintió despacio.

―Lo se. —

Le dijo un par de veces mientras acariciaba su nuca con suavidad, no había más que decir. El rubio nunca fue bueno con las palabras pero debía darle su apoyo a Izuku en todo momento. No podía hacer nada más que eso por el momento.

Una vez que Izuku dejo de llorar y que el alfa ya no liberaba feromonas hostiles decidieron regresar a casa en donde hablar más a fondo del tema. Quisieran o no era algo que debían hablar, los involucraba a ambos y tal vez podrían formar algún plan, debía haber alguna forma de librarse de ese decreto. Ambos aún seguían saboreando esas amargas palabras dictadas por el anciano.

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