Ritual de sacricio II

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⚠ ADVERTENCIAS ⚠

Esta parte tiene escenarios muy grotestos y turbios para público sensible.

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Después de que el ejército de Gudrun retiró sus tropas y un lúgubre silencio invadió Kunnarta, los habitantes salieron del refugio despacio y con cautela, la mayoría preocupados por los heridos y sobre todo por la ausencia de su líder, envueltos en la incertidumbre de lo que había ocurrido con Izuku. Las únicas que tenían la respuesta a medias eran Mitsuki e Inko que negaban responder a las preguntas de los aldeanos al no saber que pasó después de que vieron a Katsuki ir a alcanzarlos.

La exlíder sabía bien el potencial de su hijo, tenía la esperanza junto a Inko de que regresaría con Izuku pero conforme avanzaban hacia la tribu su esperanza fue esfumando cada vez más.

Las pisadas en medio de la nieve crujían al unísono con los gimoteos y llantos de algunos niños y aldeanos, llegaron solo para encontrarse con la triste escena de sus casas destruidas, algunas consumidas por las llamas que aún ardían débiles en medio del gélido viento del norte.

La nieve pintada de rojo, los guerreros y henkis mal heridos en la zona en la que se desarrolló el epicentro de la batalla. Todo era escombros y tristeza a dónde quiera que los ojos miraban.

La anciana Chiyo junto a sus discípulos acudieron de inmediato a revisar a los heridos en el campo de batalla mientras que Mitsuki ayudaba a caminar a Inko con cuidado sosteniéndola del costado. Ambas miraban entristecidas como había quedado la casa de sus hijos y como mucho del patrimonio en el que se habían esforzado tanto terminó hecho trizas en cuestión de horas. Lo más lamentable era que las cosechas habían sido saqueadas y las provisiones para el resto del invierno habían sido consumidas por el fuego.

Entre varios lograron apagar el fuego con baldes de nieve y tierra, los cuerpos de los que lamentablemente habían perdido la vida fueron apilados en hileras para una pronta despedida. entre varios ayudaron a liberar a los henkis que estaban atrapados entre las trampas de los hombres de Gudrun, entre ellos a Volk.

El lobo gris del Alfa estaba solo un poco malherido pero gracias a su habilidad de regeneración sus heridas parecían estar sanando rápidamente.

— ¿Puedes saber qué pasa? ¿En dónde está Katsuki e Izuku? —

Pregunto Mitsuki acariciando la cabeza del agotado canido que pareció ignorarla. La mujer solo suspiró rendida. Un silencio lúgubre inundó la pequeña tribu, les costaría trabajo recuperarse de ese ataque, no habían tenido una guerra de tal magnitud desde hace muchos años en donde su líder había muerto, el abuelo de Katsuki. Les habían tomado desprevenidos.

Un par de horas pasaron mientras los escombros y el desastre eran limpiados entre todos los que seguían sanos, los guerreros heridos fueron vendados y enviados al refugio para que se recuperaran mientras que los demás se encargaban de las reparaciones. Apenas era medio día y parecía como si fuese se noche.

En el centro de Kunnarta estaban la mayoría formados para tomar un tazón de caldo caliente que Ochako y Mitsuki habían podido preparar esa tarde para darle a todos. Otros más estaban tomando un pequeño descanso envueltos en mantas sentados sobre escombros.

— ¡Regresaron! —

Grito la voz de un infante que señalaba hacia la entrada de la tribu. Todos fijaron su atención hacia allá observando a Kirishima ya vendado junto a Tenya y otro guerrero más, quienes regresaron con una carreta y encima de esta yacía el cuerpo inmóvil de Katsuki.

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