Por primera vez Angélica quiso dejar de reprimirse y permitirse hacer realidad sus más ocultas fantasías, quiso pecar y dejar de hacer lo moralmente correcto. Siempre había deseado a alguien que no simplemente se la metiera y sacara, alguien que le hiciera sentir espamos en cada músculo, un hombre que la hiciera venir y le retorciera el útero del maldito placer. Ella quería sentir una forma diferente de hacer el amor, otra que no fuera la de su esposo. Si iba a engañar a su esposo, lo iba a hacer con alguien que realmente valiera la pena, no cualquiera. Y él parecía el candidato perfecto, intuía que sabía hacer muy buen trabajo en la alcoba cómo un semental, pues solo compartir un mismo espacio con él se podía apreciar su testosterona varonil viajando por el aire. Además él era un hombre sumamente hermoso en toda la extensión de la palabra. Cuándo lo miro de pie en la sala con ese porte tan imponente pensó que no podía desaprovechar esa oportunidad, el de tener a un hombre de esa categoría entre sus piernas.
Ese hombre estaba allí, a su merced. Podía disfrutarlo.
Sin embargo, en ese momento que él se le acercaba a pasos lentos, Angélica tuvo tiempo para pensarlo una vez más, tiempo para arrepentirse, tiempo de retirarse, para marcharse y no cometer ese acto tan imperdonable hacia su esposo. Ella nunca había sufrido una apuñalada de esa índole de su esposo. No sabía el sufrimiento de una infidelidad y menos de interpretar el papel de traicionera.
Bajo la mirada con culpa.
Pero dejo de pensar en las consecuencias, enseguida que él tomo sus mejillas de forma gentil entre sus inmensas manos y unió sus labios con los suyos haciendo explotar una hermosa sensación de majestuosidad dentro de su boca. Se sentía tan bien su labio inferior hundiendose en su interior junto a su lengua. Él ladeaba su cabeza de un lado a otro para recorrer cada rincón de ella. Y en ese punto sin retorno aceptó que era una batalla perdida; pero desde el primer momento que él con una sola mirada le hizo que su intimidad palpitara con una acalorada contracción que hacia que apretara las piernas con fuerzas, y más cuando estaba sentada frente a él en la cocina incitandole lo prohibido.
Pero una cosa si sabría con certeza; lo que sería engañar y vivir con la culpa. "Con la consciencia intranquila".
Por un instante los dos separaron sus bocas y se miraron muy de cerca a los ojos. Con esa corta distancia y con un rayo que se filtraba de la penumbra iluminando a los ojos de él, ella pudo contemplar el color verde alrededor de su pupila que poco a poco se tornaba azulado hacia su iris, pudo apreciar que no eran verdes sino turquesa.
—Tu color de ojos es raro... —pensó en voz alta.
—¿Raro? Es la segunda vez que me dices ese calificativo, empezaré a creer que soy feo.
—No —negó con la cabeza—, eres hermoso...¿Podemos dejar esto e ir a tu habitación? Quiero que me enseñes todo lo que sabes... —confesó Angélica y con ello logro que él se quedara atónito, nadie nunca antes le había hecho una petición cómo esa, ella resultaba ser todo un dilema, él cual moría por descifrar.
Finalmente él arqueo una sonrisa retorcida.
—Entonces sabrás lo que es quedar parapléjica.
Él sin más la tomó desprevenida cargandola en sus brazos y llevandola a la habitación.
—Veo que estás decidido —Angélica le decía mientras tenía sus brazos engachados alrededor de su cuello—. Por cierto, no tienes de que preocuparte de que sea una desconocida, recientemente visite al ginecólogo y todo anda bien conmigo.
—Oh. No era necesario que me lo dijeras. Pero ya que lo mencionas, yo también estoy limpio. Mi urólogo dijo lo mismo.
Ella resopló una sonrisa burlona.
—Okey. Igualmente usaremos protección.
—Por supuesto.
Llegaron a la habitación la cuál ya estaba quedando oscura, él estaba a punto de encender la luz cuando de repente ella lo detuvo en seco.
—Por favor no la enciendas —le suplicó Angélica.
—¿Por qué? Quiero mirarte desnuda, ¿no deseas lo mismo de mí? —pregunto con una leve decepción en su voz, él no entendía su negación, él quería verla completa. ¿Ella no deseaba lo mismo?
Por supuesto que sí, sin embargo no se sentía segura de su propio cuerpo, imagino que Renzo al ver totalmente su piel descubierta dejaría de parecerle atractiva, y es que después de tener un hijo, su cuerpo tenía pequeños huellas de su embarazo. Pero era algo que no le explicaría.
—No es necesario que nos miremos, suficiente con que nos sintamos. Sé que nos sentiremos mucho, ¿o me equivoco? —esa pregunta para Renzo sonaba más cómo un desafío. Hecho que lo ponía más deseoso por tocarla y hundirse en ella y desmostrarle el semental que era en la cama.
El sonrío lascivamente.
—Tienes razón —acepto sin otra objeción.
Acto seguido la ayudo a desvestirse sin permitirle otra traba, una la pasaba, pero dos no. Poco a poco se fue deshaciendo de sus prendas hasta dejarla desnuda. La tumbo en la cama con delicadeza para acariciar su cuerpo con tiernos besos que se fueron transformando en mordiscos, con ellos recorrió el centro de su vientre, también trazo un camino de besos desde una de sus muñecas hasta su clavícula, lugar dónde succionó su piel blanca y tersa dejándole una marca roja y ardiente. A cómo transcurrían las caricias él se iba despojando de su ropa, así encimandose sobre ella con su cuerpo desnudo que se frotaba con el de ella.
Angélica al sentir el peso de su cuerpo desnudo cayendo sobre ella, al principio le hizo sentir nerviosa, pero cuando al fin sus torsos y sus partes se tocaron una sensación unica la invadió en el pecho y en su intimidad. Se sentía tan débil, indefensa, pero la emoción era más que cualquier otro sentimiento.
Él le estaba mostrando tanto, cosquilleos que nunca había experimentado antes. Esos besos con los cuales le recorría el cuerpo le cegaban la mente. No podía pensar en nadie que no fuera en ellos mismos. Teniendolo entre sus piernas se sentía tan amada, querida. Ya quería sentirlo dentro.
Después de besarse con él en la boca y sentir con sus yemas su tonificada espalda, le dijo que se hundiera en ella.
Él al escucharla de inmediato separo sus labios del cuello de ella.
—¿Que dices? —le preguntó extrañado y con voz ronca.
—¿No es momento de terminar?
Él no pudo evitar emitir una leve carcajada.
—Pero si apenas estamos empezando.
—¿En serio?
—¿Por qué lo dudas? —el cerro los ojos analizando la situación, ya empezaba a entender su comportamiento, respiro hondo y exhalo—. Ya entiendo. Dime, ¿quién te ha estado haciendo el amor tan mal?
Ella no pudo decir nada, se quedó muda ante su pregunta.
—Aún estás un poco seca, debo seguirte trabajando. Hay tanta carne de tu cuerpo que quiero mostrarte que también está viva y siente. Llegaste al lugar correcto para reavivar tu carne Cattivella...
Ella estaba a punto de responder, pero no pudo enunciar ninguna palabra cuando el la callo con un ardiente besó.
—Seras mía está noche y sabrás lo que es que te follen lindo y bonito. No recordarás ni siquiera tu nombre, solamente el mío —le dijo mientras su aliento golpeaba el pezón erizado de ella. Al terminar de hablar succionó cada uno de sus senos metiendoselos por completos a la boca. Ella gemia, gemia, y arqueaba la espalda con cada embestida de su caliente boca...
Continuará...
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Vuelo A La Libertad
RomancePor primera vez Angélica quiso dejar de reprimirse y permitirse hacer realidad sus más ocultas fantasías, quiso pecar y dejar de hacer lo moralmente correcto. Siempre había deseado a alguien que no simplemente se la metiera y sacara, alguien que le...