Karma

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La venganza estaba resultando tan fortuita para Renzo, todo se alineaba conforme a su conveniencia, como si el cielo hubiera intercedido por él haciendo que la justicia cayera sobre quienes decidieron meterse con lo que él amaba. Les estaba llegando su Karma, como a su tío Francisco que estaba recibiendo también la traición de alguien de su propia sangre; su hijo Ernesto primo de Renzo, quien se alió con él traicionando a su padre.

Al tío de Renzo se le borró la sonrisa al ver a Renzo; él estaba vestido con ropa de combate color negra y botas de cuero de igual color y su expresión estaba inerte, se veía tan temerario que a cualquiera se le hubiera erizado la piel al verlo. 

Renzo se posicionó enfrente de su tío y rodó los ojos de enfado. Su tío apretaba los dientes de impotencia y miedo; ver a su hijo Ernesto al lado de él lo descolocaba y más que unos minutos antes le habían avisado que tenían rodeada la hacienda con los hombres de su propio hijo a plena luz del día. 

—¿Te das cuenta de que matará a tu padre? —exclamó irritado el tío, a quien lo tenían sometido de rodillas.

—¿Qué, esperas que me enojé? —expresó desinteresado Ernesto.

—¡Eres un pendejo!, te quedarás sin nada.

—El pendejo eres tu papá, porque no has entendido que tu cabeza es el precio que estoy pagando por esta hacienda, aunque para mí sea como si fuera gratis porque prácticamente me está haciendo un favor al deshacerse de un viejo asqueroso como tú.

El tío dio carcajadas burlándose de su hijo.

—Todavía me tienes coraje por haberme cogido a esa prostituta que tenías como mujer ¡Solo lo hice para qué te quedará grabado que con la mercancía no jugamos!

Ernesto tomó a su padre de los costados de su saco con fuerza y gruñó entre dientes.

—¡Las mujeres no son mercancía ni objetos papá! —estalló de la ira al sentir el rencor en su garganta, acercó sus manos a su cuello queriendo ahorcarlo hasta dejarlo sin aire, pero como si Renzo lo haya anticipado le dio un balazo al lateral de su frente acabando con su vida. 

Renzo limpio su arma cómodamente mientras su primo conmocionado se adaptaba a lo sucedido. 

—Era mejor que lo hiciera yo, desafortunadamente él seguía siendo tu padre —le dijo brevemente a Ernesto—, ahora déjame terminar con ese bastardo de allá —señaló al mercenario que lo traicionó, mismo que lo sostenían por la fuerza sus leales mercenarios.

—Te espero adentró —le respondió Ernesto.

Cuando su primo se alejó del lugar, a Renzo le entregaron un marro grande de hierro y lo observó con lascivia, después fijó su mirada en el traicionero.

—Naturalmente esperaba la traición de mi tío, pero no de ti —el rostro de Renzo era como la de un psicópata, con una sonrisa amplia y descarada, con los ojos agrandados y cejas al tope.

El mercenario traicionero pasó saliva, sabía bien que haría Renzo con ese marro. 

—Nadie es más importante que el dinero...

—Por supuesto tienes razón, ¡así como tú que no eres más importante que la mierda! —exclamó dándole fin a la conversación al darle un gran golpe con el frío metal directo en el cráneo, al hombre se le descolgó la lengua atontado y sintió que su vómito y heces se le subían hasta la garganta—. Éramos como familia, Fabrizio no merecía que le hicieras eso, parásito de mierda —escupió con rabia mientras continuaba dando golpes precisos, lo hizo hasta perforarle el cráneo ocasionando que su cerebro se le viera a simple vista y sus ojos se le salieran de su órbita.

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