Extra

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«Estaba sí en dejar el final abierto como lo había hecho o escribir un epílogo, lo cual dudaba porque sabía que no me alcanzaría redactarlo en un solo capitulo, por lo que decidí mejor agregar capitulos extras». ¿Que les parece?

Espero que solo sea este capítulo y otro más, por cierto están narrados en el presente ya qué... Ya no es una historia del pasado, sino su presente.

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Angélica corre apurada a la reunión, faltan pocos minutos para que empiece, además pronto llegará un importante inversionista. Ella será quien lo convenza de firmar con la empresa.

Lo primero que hace es posicionarse en el cabezal de la gran mesa donde la acompañan otros ejecutivos. Han pasado algunos minutos, al parecer el inversionista se ha retrasado. Decaída, Angélica baja la cabeza y suspira, pero de repente escucha una masculina voz grave:

—Disculpen la tardanza, espero no llegar muy tarde —el hombre seductoramente eleva las comisuras de sus labios dibujando una sonrisa filosa y concentra su mirada en ella.

Ella levanta la cabeza de inmediato y se queda sin aire en los pulmones, «Mi italiano, mi Renzo».

—Directora, directora —le habla un ejecutivo, pero ella sigue sin aire y con los ojos muy abiertos. Le late el corazón a mil por hora.

—Sss... Sí —su lengua se traba al tratar de hablar, y es que volverlo a mirar después de tres años con ese traje que amolda muy bien a su cuerpo de Dios griego y con esa presencia que impone, la desestabiliza, la derrite —¡Wou! —tose abruptamente al recuperar por completo el aire y ante su imprudencia, debe ser profesional.

En toda la reunión, mientras Angélica le explica cada sesión de los documentos, él de vez en cuando le lanza una mirada con picardía levantando su ceja y marcando su quijada; poniendo nerviosa a Angélica porque todos se dan cuenta de esas miradas intensas.

Ella ya esta al punto que le sudan las manos y le duelen sus ovarios, por supuesto que conoce el significado de esas miradas, por lo que se esta sumamente avergonzada. Y es que él hace justo eso para provocarla y llamar su atención, no le gusta nada que lo evada.

Al terminar la reunión, todos salen y rodean a Renzo impidiendo que Angélica llegué hasta él. Renzo intentando no perder a Angélica de vista, alza la cabeza sobre la multitud.

Ella iba a esperar para hablar con él, no obstante recibió una llamada de su hijo y tuvo que irse.

Más tarde, cuándo Angélica después de recoger a su hijo; se pone en fachas con un molote en la cabeza y sube la música a todo volumen para limpiar su departamento, mientras Axel se distrae jugando con sus videojuegos en su habitación.

Ella no deja de pensar en Renzo, él había aparecido delante de sus ojos viéndose mejor como lo recordaba, se pregunta sí aun la ama como ella a él.

Angélica recién termina de limpiar su departamento, pero de la nada están tocando a su puerta.

«Debe ser Martha», deduce al recordar que ella vendrá por Axel para llevarlo a sus clases de idiomas. Sin pensarlo y sin importar que la música sigue a todo volumen, camina hacia la puerta y la abre, ella al abrirla se sorprende repelando los ojos.

Él de nuevo aparece frente a ella con esa sonrisa pícara. Angélica se avergüenza.

—¡Renzo! Por favor dame un momento —dice y luego tras intentar cerrar la puerta él se adelanta interponiendo su cuerpo y entrando con ella.

—No nena, está vez no podrás evadirme.

Él la atrapa con sus brazos tomándola por la cintura.

—Ay no, estoy en fachas —se pone totalmente roja de la pena.

—Que importa si te quitaré la ropa.

Ella se estremece por sus palabras y por sus fuertes brazos que la estrechan, y él concluye acortando las palabras e introduciendo la punta de su lengua sutilmente entre los labios de ella, invade cada rincón de su boca, casi profundizando hasta su garganta. Angélica pone su mano en el pecho de él retirándolo.

—Espera, Axel está en su habitación —pronuncia agitada.

Él de inmediato para, pero luego la adentra en la habitación donde miró puerta abierta.

—Renzo —lo nombra entre dientes nerviosa.

Renzo tras entrar, cierra la puerta y tumba a Angélica en la cama y se encima en ella, hunde su cabeza entre medio de sus pechos. Angélica al sentir su pesada cara y su caliente respiración se agita, arquea su cuello y espalda por el éxtasis.

—Por favor para —dice en voz baja y de forma lenta, sus pupilas se han dilatado.

—Está bien, no te haré nada más, solo besaré tus pechos —responde con la voz ronca y procede a morderle sus pezones erizados que sobresaltan sobre su delgada blusa. Su cabeza está nublada, por lo que no puede ser totalmente racional. Él prosigue presionando su abultado erecto dote entre su entrepierna simulando penetrarla. Ya no aguanta más.

—¡Aj! —a Angélica se le escapa un gemido, pero rápidamente Renzo tapa su boca al escuchar la voz de Axel.

—¡Mamá! ¿Puedo pasar?

A Angélica se le bajaron los colores del rostro. Renzo quita su mano y la deja hablar.

—Me estoy cambiando.

—Ahh, bueno. Martha ya llegó por mí, ya me voy.

Al escuchar cómo Axel cierra la puerta principal, ella da un suspiro de alivio, pero Renzo dibuja una sonrisa perversa.

—¡No! ¡No! —exclama alterada— ¡Aún no me baño!

—No debiste decir eso, más queré...

—Espera...

—¿Esperar? He estado tres años de abstinencia, ya he esperado demasiado —comienza a deslizar sus manos por sus caderas— ¿Me dejarás? —pregunta fijando su mirada en su cuello, sus ojos están lagrimosos.

Ella solo asiente avergonzada con el rostro oprimido.

Él sin más mete una de sus manos por debajo de ese short de tela suave que ella lleva puesto y comienza a acariciarle por todo su rio empapándose los dedos con sus fluidos. Posteriormente, se detiene un poco arriba de su hendidura y presiona con cierta fuerza mientras frota y va clavando su dedo del medio en su cavidad. Angélica arruga las sabanas con los talones y manos, ya no puedes más.

—¡Ya mételo! —le suplica desesperada.

Y sus órdenes, él no las puede desobedecer, desabrocha su cinturón y baja su cremallera, se deja los pantalones a medios muslos y posiciona lo gorda de su cabeza en la entrada de ella, de una sola estocada la penetra. En ese preciso instante ella suelta un gran gemido desgarrador, pero placentero.

—Sss... Sigue, sigue así —pide con el ceño fruncido.

Él exhala del placer y hace lo que ella le pide.

—Noto que no soy el único que ha estado en abstinencia.

Él continúa embistiéndola retorciéndole el útero con cada metida, ya que cuando llega al último tramo le da un fuerte empujón como casi atravesándole el estómago. Unos minutos más da fuertes sacudidas dentro de ella expulsando su espeso semen blanquecino, él gruñe y exhala del placer. Descansa sobre el pecho sudoroso de ella, entre tanto que su agitado pecho va volviendo a la normalidad.

—Te extrañé cattivella.

—Yo también mi italiano.

Ellos aprovechan que Axel tardará en regresar y siguen en la regadera. Al salir y vestirse llega el momento de hablar.












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