¡Es casada!

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En un elegante y especial restaurante que se encontraba en el centro del pueblo, era el lugar dónde Angélica cerraba la venta con el importante hacendado que adquiría tres avionetas de su empresa. Ella explicaba con detalle cada parte del contrato. Al final el contrato fue firmado con éxito.

Durante ese tiempo en el que ella estaba cerrando la venta, Renzo la observaba con una sonrisa en el rostro desde otra mesa a lo lejos. Cómo lo había planeado, muy temprano llamó a ese hacendado preguntándole indirectamente el lugar de encuentro que se citaría con Angélica, sin problema obtuvo la dirección y la hora. En ese instante esperaba ansioso por acercarsele. Solo esperaba que el hacendado se retirará para hacerlo.

De pronto le entró una llamada de Fabrizio.

-¿En donde estás?

-En el pueblo -se limitó a responderle, ya que no quería dar mayores detalles, porque seguro el terminaría haciendo más y más preguntas que lo aturdirian.

-Yo también. ¿En que parte estás? Iré contigo.

Renzo cerró los ojos frustrado. Era obvio que él seguiría siendo una molestia. «Tiene la gran habilidad de ser tan molesto, especialmente sin quererlo», pensó Renzo.

-No. No quiero que vengas a dónde estoy, solo estorbarías.

-Está bien, te dejaré en paz e iré a comer solo. Te veo más tarde entonces.

«Molesto, pero sensato»

-Sí claro, adiós Fabrizio.

Sin agregar más Renzo cortó la llamada y volvió a dedicarse a mirar a Angélica, ella ante sus ojos seguía luciendo tan hermosa cómo en sus recuerdos. De solo verla deseaba desnudarla y conocer su cuerpo en la luz.

-¡Vaya aquí estás! -Fabrizio apareció interponiendose en su vista. Renzo solo resopló fatigado. Ese idiota tenía que ser tan oportuno.

-¿De todos los restaurantes que hay, tenías que venir especialmente aquí Fabrizio?

-Me dijeron que este era el mejor -dijo mientras tomaba asiento en la mesa de Renzo- ¿Y que haces aquí solo? Porque comiendo no estás...

Renzo se dió por vencido...

El hacendado y Angélica ya se estaban despidiendo, ella poco después volvió a tomar lugar en la mesa para ordenar algo de comer. En ese instante Renzo clavó su mirada en ella, ya era el momento de reencontrarse.

-¿Que tanto observas? -le preguntó curioso Fabrizio por su cara embobada, al no responderle mejor giro su vista para averiguar por él mismo que era lo que tenía tan cautivado a su amigo.

-A ella. Es ella Fabrizio.

Fabrizio frunció el ceño desconcertado, solo podía ver a dos mujeres en el lugar, una era Angélica, lo cual creyó prácticamente imposible de que Renzo se refiriera a ella, ya que estaba casada. Era la mujer del día anterior con la que había chocado y le había presentado a su hermosa familia. No podía ser ella a quién se refería. La otra mujer era una mesera del lugar que atendía a Angélica.

-¿La mesera?

-¡No! La qué está ordenando.

-¿Angélica? -preguntó alterado y agrandando los ojos de la impresión, no podía asimilar que sí se refería a Angélica.

Renzo frunció el ceño extrañado.

-¿Cómo sabes su nombre? Nunca te lo dije.

-Y no lo hiciste. Ella misma me lo dijo ayer, la conocí por casualidad y...

El tono de voz tenso de Fabrizio le decía a Renzo que algo andaba mal. Renzo sintió el pecho oprimido por la inquietud.

-¿Y? ¿Que sucede? Habla Fabrizio, no te quedes a medias.

Fabrizio hizo un breve silencio para aclarar su garganta y encontrar las palabras adecuadas. Era evidente que Renzo no sabía que ella estaba casada y con un hijo.

-Ya me cansaste. No seguiré perdiendo el tiempo contigo -finalizo por decir Renzo y poniéndose de pie, al final no le tomó importancia de cómo actuaba Fabrizio, usualmente él se preocupaba por las más minimas pequeñeces. No tenía sentido esperar a que se indignara en hablar, seguro se trataba de una ridiculez. Pero cuándo Fabrizio habló, la sangre abandonó a su rostro, palideció. No podía creer lo que escucho, fue cómo un eco de palabras distorsionadas en el aire.

-¡No puedes acercartele! ¡Es casada! -repitio Fabrizio.

Renzo perdió la fuerza de sus piernas y cayó sentado en la silla.

-¿Cómo?

-Sí. Ayer ella misma me presento a su esposo, y... a su hijo Renzo.

-¿También es madre? ¡Cielos! ¿Me estás diciendo que me metí con una madre casada? ¿Que fuí el amante de alguien?

Fabrizio solo asintió, su cara estaba oprimida por ver a Renzo en ese estado de shock. Era obvio que a Renzo le estaba afectando más de la cuenta este descubrimiento. Para él no había ninguna mujer de una simple noche. Había significado mucho más.

-Yo codiciando a la mujer de otro. No puedo ser más humillado -Froto sus sienes asimilandolo. Duro golpe directo a su orgullo y corazón. Sentía un ataque de irá desatandose dentro de su pecho, pero también una gran opresión de amargura y tristeza «Desilusión». Apretó los dientes con fuerza tratando de contenerse.

Y todo su control se fue al carajo cuándo miró que llegó un hombre a la mesa de Angélica besandola en sus labios, en esos labios que él mismo había besado y se había esmerado tanto en hacer sentir bien. Ese extraño abrazaba a la mujer que él sentía suya desdé aquella noche, quería tomarlo y quebrarlo en dos por tocar lo que no era suyo. Sin embargo, el único extraño era él. Y eso dolía tanto. Esa amargura nata invadió su rostro curvando sus comisuras hacía abajo, misma que le hacía sentir un mal sabor de boca.

Furioso y despechado no pensó las cosas y se levantó de nuevo dirigiendose a la mesa de Angélica. Fabrizio trató de contenerlo, fue imposible. «Quiero ver si podrá ser capaz de seguir mirándome después de poner al descubierto la fechoría que hizo», aseveró Renzo. «Solo calmate, no vayas a hacer un escándalo», le sugirió Fabrizio.

Renzo llegó junto a Fabrizio que lo acompañaba por un lado interrumpiendo la comida de Angélica y su esposo.

-¡Que tal Angélica! -pronunció con esa voz grave y áspera que resonó por todo el lugar.

Angélica al escuchar esa particular voz un frío la recorrió por toda su espina dorsal. Un miedo eminente se apoderó de ella. Levanto la vista lentamente y se encontró con los ojos penetrantes de Renzo que la despedazaban viva y a la misma vez estaban cristalizados. Un nudo se le formo en la garganta de verlo así. Trató de controlar el temblor de sus manos. No quería ponerse en evidencia delante de su esposo.

¿Él la confrontaria delante de su esposo?

Vuelo A La Libertad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora