Deseando poder encontrarla

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Su niñera se encontraba detrás de ellos con Axel en brazos por lo que se adelantó en hablar al notar el nerviosismo de Angélica.

—Señor fue prácticamente imposible, ya sabe, la señal por allá es muy mala.

—Si cariño, debido a eso no pude avisarte. Disculpame —apoyó Angélica la respuesta de su niñera.

Su esposo sonrió y no pregunto más, aunque en él permaneció un aire de duda.

El tiempo siguió transcurriendo, Angélica aunque se había prometido dejar en el pasado aquel lugar dónde anido la pasión, no podía dejar de recordarlo y tampoco a ese hombre que le había hecho sentir tanto. En esa noche que se sintió otra mujer. En sus navegaciones mentales siempre recordaba lo tan viva y feliz que se sintió en sus brazos, el cómo él le entibiaba el cuerpo y corazón. Y la pasión que para ella se fue convirtiendo cómo una sensación de libertad que liberaba a su alma. Renzo seguía impregnado en su piel. A pesar de ello, continúo con su vida cotidiana que era cuidar y amar a su hijo, trabajar, y permanecer al lado de su marido.

Por su parte Renzo después de conocer a Angélica se quedó en ese pueblo terminando de restaurar su hacienda, y de vez en cuando visitaba el centro del pueblo con la esperanza de reencontrarse con esa mujer que todos los días recordaba y anhelaba volver a tener debajo de su cuerpo. Por su chófer se había enterado que Angélica había estado en el pueblo, ya que la había visto cerrando tratos con otros hacendados. Su chófer Miguel era un viejo residente de ese pueblo, cuando Renzo recién llegó fue a la primera persona que contrató ya que era el más capacitado porque conocía a la perfección la logística del sitio. Además que conocía a la mayoría de los demás pueblerinos y hacendados, quienes Renzo quería tratar en un futuro. Así que teniendo esa posibilidad durante meses Renzo recorría el pueblo deseando verla. Pero después se dió por vencido cuándo tuvo que regresar a Italia a retomar el mando de su corporación.

En cambio Angélica cada vez que volvía a ese pueblo rogaba por no reecontrarse con él, ya que tal vez si lo veía le diría que la volviera hacer suya. Un riesgo que no quería correr, porque si su esposo descubría una infidelidad por parte suya perdería a su hijo. Así que le solicitó a su jefe no enviarla más a ese pueblo para no arriesgarse.

Y después de exactamente un año ellos volvieron a ese pueblo. Renzo volvía para ver cómo estaba su hacienda, que ya estaba ocupada por muchos empleados trabajando. Y Angélica debido a un constante ruego de su jefe para cerrar una venta regresó, ya que para ella nunca existió un trato que no completará.

En la hacienda...

—Renzo iré al pueblo, perdí mis productos personales... Tengo que comprar nuevos —le dijo su mejor amigo que lo acompañaba desdé Italia.

—¿Me estas pidiendo permiso? —le preguntó con ironía Renzo, quién estaba trabajando detrás del escritorio de su despacho.

—No. Te estoy diciendo que me des las llaves de tu camioneta.

—Olvidalo. Es más seguro que te lleve Miguel, no conoces este lugar y fácilmente te perderías.

—De acuerdo, tienes razón. ¿Por qué no vienés conmigo?

—No lo creó. Estoy muy ocupado revisando la contabilidad de la hacienda —le respondió Renzo fijando su mirada en los papeles que tenía en manos.

Su mejor amigo «Fabrizio», suspiró.

—¿Estás ocupado? ¿O estás evitando acompañarme para no hacerte ilusiones de poder encontrarte con aquella mujer que no has olvidado?

Renzo levantó la vista y lo miró con el ceño fruncido.

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