—Angélica estoy cansado, ya hay que irnos.
—No venimos dioquis Gustavo, ni siquiera hemos ido a los juegos mecánicos.
—Todo el día trabajé, estoy muy cansado Angélica. Entiende, quiero que nos vayamos.
—Si estás cansado veté. Pero solo, porque yo no me pienso ir hasta al menos haber llevado a Axel a disfrutar.
«No pienso dejar que nos amargue el día», pensó Angélica.
Gustavo resopló molesto, está mujer cada día se volvía más altanera.
—Entonces lo batallaras tu sola, porque yo me voy —amenazó a ver sí así se dejaba de tonterías y le hacía caso.
—Pues lo batallare sola, ya te puedes ir —contestó Angélica con voz firme.
—Como quieras... —Sumamente irritado Gustavo se marchó dejando sola a Angélica con su hijo en la «Feria ganadera».
«Mejor para nosotros»
—¡Papá no te vayas! —lloró desconsoladamente Axel. Angélica lo cargo en sus brazos tratando de consolarlo y hacerle entender que la pasarían bien solos.
Las cosas desdé la unica vez que habían vuelto a estar juntos, empezaron a ponerse cómo antes, tensas, sin poderse soportar. Angélica lejos de estar preocupada porque él se haya ido, estaba agradecida, sabía que de haberse quedado no hubiera parado de quejarse y arruinar el día. De igual forma no podía dejar de tener ese sentimiento de decepción y culpa.
Sola con su niño tomado de la mano, siguió recorriendo el gran lugar, primeramente visitaron algunos juegos mecánicos y ya por último antes de irse visitaron donde se exhibía a animales (cerdos, vacas, toros, ovejas, cabras, caballos, conejos, gallinas, pollos, patos y otros animales de granja). Ya más animado Axel se acercaba a ver a los animalitos.
—¡Mamá! Mira ese caballo —señaló Axel hacia un hermoso y gran majestuoso caballo de pelaje negro y brilloso.
«Comó que ese caballo yo lo conozco», frunció el ceño Angélica pensativa.
—¡Mamá, quiero tocarlo! —gritó Axel al correr hacia al caballo sin darle tiempo de reaccionar a Angélica.
—¡Axel! —gritó desesperada Angélica.
Axel corrió hacia el caballo que retrocedía, estaba acercandose detras de sus peligrosas patas. Angélica se quedó sin aire y paralizada del terror.
—Cuidado campeón —un hombre grande y fuerte alzó a Axel en sus brazos alejándolo del peligro.
—Lo siento. Sólo quería tocar al caballo.
Angélica dio un suspiro aliviada, pero al ver en que brazos estaba su hijo se hizo agua. Agrandó los ojos impresionada. «Renzo, él está aquí», verlo la dejó atónita, y más que ese hombre seguía igual de maravilloso, sobre todo con ese traje de jinete y ese porte, oh y también con el cabello crecido que se le rizaba. «No sabía que era de cabello rizado. ¿Es un príncipe? No, un Rey», seguía anonadada mirándolo.
—¡Mamá! Te estamos hablando.
—¿Qué? —negó con la cabeza tratando de reaccionar— ¿Cómo?
—Le decía a este campeón que si le dabas permiso, podría montar conmigo a Romeo (nombre del caballo).
Antes que todo a Angélica solo se le pudo formar una pregunta en la cabeza.
—¿Que haces aquí? —preguntó abruptamente sin pensarlo.
Renzo solo pudo sonreír ampliamente ante su pregunta.
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Vuelo A La Libertad
RomancePor primera vez Angélica quiso dejar de reprimirse y permitirse hacer realidad sus más ocultas fantasías, quiso pecar y dejar de hacer lo moralmente correcto. Siempre había deseado a alguien que no simplemente se la metiera y sacara, alguien que le...